Marcial Rodríguez Saldaña
Enero 19, 2005
A escasas tres semanas de la jornada electoral del 6 de febrero, el régimen político que representa y que ha encarnado el PRI en el estado de Guerrero, está llegando a su fin.
1.- En realidad quienes hemos luchado por la alternancia política en Guerrero, en ningún modo buscamos que desaparezca el PRI como partido político, pues es necesaria en un sistema democrático y republicano la existencia de partidos como opciones para que los ciudadanos elijan periódicamente a sus representantes populares; la batalla política ha sido para instaurar un régimen democrático, en donde sea la libre voluntad de los electores, sin coacción alguna, la que determine quiénes los representarán en los órganos de poder del Estado.
2.- El PRI ha encubado un sistema político contrario a la democracia; el autoritarismo, las decisiones verticales, centralizadas generalmente en una persona, o en grupos de poder muy reducidos, han sido sus características esenciales; este modelo lo extendió a todos los sectores sometidos al régimen: obreros, campesinos, profesionistas, comerciantes, empresarios, etc., entre quienes se alimentó a liderazgos vitalicios como el de Fidel Velázquez en la CTM, a establecer el corporativismo y control de los campesinos; en esencia, el PRI cimentó prácticas políticas nocivas a la natural inercia democrática de toda sociedad.
3.- La degradación del régimen priísta se refleja en que institucionalizó la corrupción; desde los niveles más altos de poder bajo el mando del PRI, se alimentó, toleró y consintió aprovecharse de los cargos públicos para enriquecerse ilícitamente con dinero público en vez de destinarlo al desarrollo del país; la corrupción no ha sido algo excepcional, casual o sólo de casos particulares; alcaldes, gobernadores y presidentes de la República (Echeverría López Portillo, De la Madrid y Carlos Salinas) amasaron fortunas indebidas, ahí están todavía las cuentas en Suiza en dólares de la familia Salinas que no ha explicado al pueblo de México cómo las obtuvieron; nunca el PRI alentó la rendición de cuentas. La pobreza extrema de Guerrero sólo se explica en la corrupción de los gobiernos del PRI y en su desinterés e incapacidad para gobernar.
4.- El abuso del poder ha sido otro rasgo distintivo de los regímenes priístas; a nivel nacional los crímenes de Estado contra los estudiantes en 1968 y 1971, en Guerrero las masacres en contra de la población en Chilpancingo en 1960, contra los copreros en Acapulco y campesinos en Aguas Blancas y El Charco, son hechos que se mantienen vivos en la memoria histórica de la guerrerenses, como manifestaciones inconcebibles de violaciones graves a los derechos humanos, que se agregan a la guerra sucia en los años setenta y ochenta con desapariciones, persecución y encarcelamiento de opositores políticos.
El efecto pernicioso del abuso del poder, se concretizó en institucionalizar la impunidad, dejando sin castigo las violaciones a la ley y crímenes no esclarecidos hasta de sus propios dirigentes, entre ellos el más grave en contra de Luis Donaldo Colosio.
5.- El PRI ha agotado su trabajo electoral con su voto cautivo, el voto duro lo ha reagrupado, pero a estas alturas de la campaña ya no avanza más allá, el PRI está empantanado en su voto tradicional; el voto ciudadano, sin partido, que anteriormente se abstenía o era contrarestado por votos falsos del medio rural, va creciendo en favor de la coalición Guerrero Será Mejor y del candidato Zeferino Torreblanca.
6.- Las encuestas siguen dando a Zeferino una ventaja de más de 5 puntos, que se puede incrementar dando confianza a los electores indecisos, ofreciéndoles un gobierno nuevo, diferente, integrado por profesionales de los partidos de la coalición y de la sociedad civil; no es el momento de distraerse en cuotas de grupos, primero hay que ganar la elección.
7.- Se ve imposible que el PRI pueda remontar en estos pocos días que le quedan a la campaña, la desventaja que tiene frente al PRD y sus aliados; por el contrario, el voto duro de los partidos de la coalición Guerrero Será Mejor, junto con el voto ciudadano a favor de un cambio de gobierno, que se expresa masivamente en los actos de campaña, irá en aumento y anuncia irremediablemente el fin del régimen priísta en Guerrero y la instauración democrática con Zeferino Torreblanca.