EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El programa es la decencia

Gibrán Ramírez Reyes

Noviembre 22, 2017

Morena confeccionó un programa que cualquier persona decente suscribiría. No hay ahí expropiaciones, políticas fiscales radicales, im-puestos a la herencia, rentas básicas, las cosas de la izquierda. Hay, eso sí, mucha decencia. Por ejemplo, recuperar algo de los 30 mil millones de dólares que se lavan anualmente en nuestro sistema bancario, disminuir la estructura de mando de la administración pública federal a un 30 por ciento de su tamaño actual, combatir delitos fiscales para recuperar hasta 700 mil millones de pesos cada año, hacer que los privados que ejercen recursos públicos transparenten sus flujos financieros –con lo que se contribuirá grandemente a combatir la corrupción–, reformar la ley minera para incluir una evaluación real de impacto socio ambiental, exigir a las mineras condiciones laborales similares a las que se piden en sus países de origen y democratizar, en general, la política energética –esto es, hacer caso a las comunidades, además de revisar la legalidad de los contratos existentes (o sea que se renuncia a derogar la reforma). Es, sin duda, un programa realista, que no es de izquierda y mucho menos de derecha. Lo revolucionario que pueda contener no está en el programa en sí mismo, sino en la forma de ponerlo en marcha. De nada valdrá si no hay un ejercicio del poder moralmente implacable, articulado desde arriba, pero con aliados honestos en cada nivel de gobierno. La transformación planteada es sobre todo moral.
Morena se aparta poco de las coordenadas del sentido común dominante. Y, sin embargo, ac-tualmente estamos tan mal que esa distancia podrá configurar un cambio sustancial.
Hay partes del Proyecto Alternativo de Nación mucho menos decentes. Por ejemplo, la posibilidad de formar una guardia nacional con 214 mil soldados y 55 mil marinos –se plantea también una opción peor: una Ley de Seguridad Interior que consolidaría el creciente poder militar en el Estado. En ambas se institucionaliza el desastre calderonista hasta cierto punto aunque el Ejército y la Marina, como corporaciones, salgan de la escena. Otro tanto hay que decir del enigmático bono educativo –enunciado, pero no desarrollado– que planteó la comisión encargada de desarrollar el apartado de educación. Se trata de una necedad que Alfonso Romo ha sostenido ocasionalmente, incluso aludiendo a la experiencia chilena, con notable desconocimiento de la escuela pública mexicana. Endeudar a jóvenes para que tengan acceso a la educación, si acaso eso es, no sólo significa un sinsentido que hemos logrado evitar, sino una invectiva contra el valor de lo público y el enfoque de los derechos.
El sabor que queda en la boca es agridulce. El acto de presentación del proyecto no fue como antes, cuando fundamos Morena en el mismo Auditorio Nacional en 2011, o cuando caminamos a la campaña de 2006. Esto es un partido, y uno disciplinado, ya no hay quien lo dude. Atrás quedaron los tiempos del entusiasmo desbordado y la espontaneidad. La gente es muy diferente. Vienen ahora perredistas que fueron opositores internos a Andrés Manuel López Obrador, o ex priistas a los que no es muy difícil identificar: se sienten obligados a utilizar un chaleco –y corbata– color guinda, vienen con mocasines, aplauden ritualmente, hacen ademanes cuadrados que significan abrazos para saludar a lo lejos.
No se escucha el arrebato atronador de antaño. No crecen ahora las consignas, que se mueren cada que Martí Batres intenta animarlas, porque lo común ahora es menos y es frágil. López Obrador se ha tomado muy en serio lo de favorecer la unidad nacional y por eso hay de todo. Políticos profesionales y empresarios que no tardan en meter su cuchara en lo sustantivo, aunque se hayan alineado con el imperativo de un cambio. Por ejemplo, el discurso chatarra de Alfonso Romo, que no habla de pobreza o desigualdad, sino de ética y Estado de derecho –esa abstracción en nombre de la cual se han sacrificado decenas de miles de vidas–, de realismo fiscal, de educación como él la entiende, de libertad y de propiedad. Esta última es para él un derecho casi natural, muy como lo diría la ultraderecha estadunidense, casi sagrado, y entonces arremete contra lo conseguido por los constituyentes del 17: en esto el Estado no tiene nada que ver, la propiedad es cosa de individuos. Lejos quedaron los tiempos en que México fue capaz de adelantar su noción de propiedad en la carta de derechos y deberes económicos de los Estados de la ONU. Afortunadamente, Romo es una anomalía derechista en la presentación.
Seguirán, después del empresario regiomontano, los coordinadores de los diferentes equipos. Notablemente, Héctor Vasconce-los y Esteban Moctezuma demostraron dominio de sus campos, todo lo contrario a la cursilería de Laura Esquivel. La disciplina es asombrosa, aunque más de uno haga muecas con uno que otro de los capitanes del proyecto. Ya que están aquí, en un espacio hegemonizado por alguien a quien antes combatieron, pensamos, sería deseable que subordináramos sus planteamientos a los nuestros, y no al revés. Es una tensión que no se resolverá fácilmente, que habrá que mantener atemperada si es que queremos mantener viva esta coalición amplísima y heterogénea, y por ello mismo potentísima, que se alberga en Morena. Queda claro que lo más ético que podemos hacer por ahora es ganar, porque el único consenso es que tenemos que alejarnos del abismo al que aceleradamente nos acercamos.