EL-SUR

Viernes 08 de Noviembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El puntero nuestro de cada día

Silber Meza

Abril 06, 2024

DE NORTE A SUR

 

Esta historia trata de la red de vigilantes del Cártel de Sinaloa en Culiacán, capital del estado, pero en realidad sucede en una versión similar, tal vez en menor medida, en cualquier parte de México, sea Acapulco, Iguala, Zapopan, Tepic, Obregón, Apatzingán, San Cristóbal, Cancún, Nuevo Laredo…
Cobra importancia porque es el centro de operaciones internacional de una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo; junto con el Cártel Jalisco Nueva Generación, la más importante de México.
El reportero Jesús Bustamante realizó un reportaje que en El Universal titulamos “700 vigilantes: Los ojos de Los Chapitos en Culiacán”. Según lo relatado por estos monitores –conocidos en esa ciudad sinaloense como punteros, en otros lugares como halcones–, el municipio está dominado por Los Chapitos, hijos de Joaquín El Chapo Guzmán Loera. Allá les dicen punteros porque los si-túan en un lugar fijo, aunque su trabajo ha ido cambiando, y ahora le dedican buena parte de su tiempo a perseguir las camionetas, los convoyes de las fuerzas federales, sean del Ejército, la Marina o la Guardia Nacional. Ellos mismos dicen que los policías municipales y estatales no son un problema porque “están arreglados”.
Aunque en diferentes lugares del país se habla con frecuencia de reclutamiento forzado, en Sinaloa, un sitio con más de medio siglo de crimen organizado transnacional, los entrevistados no identificaron este delito: el reclutamiento es, más bien, por invitación directa de amigos y conocidos.
La paga alcanza los 4 mil pesos a la quincena, 8 mil al mes. Si quieren un ingreso mayor dentro de la organización delictiva tienen que “brincar a pechera”, es decir, a sicarios o pistoleros.
En total, y según los cálculos establecidos por los radios numerados, en la ciudad operan unos 700 punteros. Todos trabajan para los Chapitos. Con estos números, la nómina mensual alcanzaría los 5.6 millones de pesos.
El texto me hizo recordar el estudio publicado el año pasado por la revista Science. El autor, Rafael Prieto-Curiel, es un investigador mexicano postdoctoral en el Instituto Matemático de la Universidad de Oxford, y ex alumno de la licenciatura en Matemáticas Aplicadas del ITAM, según se lee en el sitio web de esta universidad. De acuerdo con sus cálculos matemáticos, si el crimen organizado mexicano se midiera como una empresa comercial más, sería el quinto empleador más grande del país con una nómina de entre 160 mil y 185 mil personas.
Lo que sabemos ahora, con la publicación de este reportaje, es que al menos en Culiacán tiene una nómina de 700 personas vigilantes, claro, sin contar a los sicarios y lavadores de dinero de la estructura. Insisto, esto es en una ciudad importante para la estructura, pero al final una sola en México.
En el reportaje se asienta que los punteros son jóvenes, en su mayoría hombres, que son fácilmente ubicables porque traen un radio en la mano y van detrás de las camionetas militares enviando comunicaciones. En un estudio de percepción que realizó el Consejo Estatal de Seguridad Pública, institución ciudadana con presencia en el sistema legal local, se destaca que 60 por ciento de los ciudadanos de las tres principales ciudades del estado: Culiacán, Mazatlán y Los Mochis, los ha visto realizando operaciones de vigilancia. En realidad, no hay colonia en la que no se les vea. La gente ha tenido que convivir con ellos, casi como el gendarme de antaño.
La presencia de esta red es de suma importancia para la organización criminal. Se encargan de seguirle los pasos a las autoridades y así disminuir los operativos que pudieran afectarles. Por eso es tan complicado que se le aseste un golpe al Cártel, por eso el primer culiacanazo fue un verdadero desastre para el gobierno, porque la capacidad de vigilancia y reacción del Cártel es amplia y efectiva. Conocen cada paso que dan en el territorio, desde que llegan aviones con soldados, cuando salen de la zona militar, cuando van en convoy. La orden es seguirlos calle por calle y sector por sector, contó uno de ellos.
La eficacia del modelo de vigilancia se basa en el temor a los castigos. Pueden ser golpeados con tablas o asesinados.
El crecimiento de los punteros en la ciudad es tal, que la propia Secretaría de Seguridad Pública reconoció que les ganan en número a los policías estatales.
Mientras estas maquinarias sigan fuertes y aceitadas, mientras el gobierno no le arranque los jóvenes al crimen, no habrá manera de mermar el poderío de estas enormes empresas criminales.