EL-SUR

Martes 20 de Mayo de 2025

Guerrero, México

Opinión

El rancho Izaguirre, una vergüenza nacional

Jesús Mendoza Zaragoza

Marzo 17, 2025

Ante los hallazgos en ese infierno ubicado en el rancho Izaguirre del municipio de Teuchitlán, Jalisco, no hay palabras adecuadas para expresar el dolor de las familias de desaparecidos y demás víctimas de las diferentes violencias. En este momento, hay más preguntas que respuestas sobre lo que este hecho revela acerca de la realidad de nuestro país. Sentimos vergüenza de este horror que ha visibilizado lo que ha sucedido en este lugar: un campo de adiestramiento de sicarios, a la vez que un campo de exterminio. Una vergüenza que debiera ser nacional. Los pensamientos y los sentimientos entremezclados arrojan tantas preguntas que necesitan una respuesta justa y objetiva para entender lo que pasa en nuestro país y encontrar las respuestas proporcionales a este infierno que está diseminado por todas partes. Ahora quiero exponer mis preguntas relacionadas con cinco sujetos.
Las buscadoras. Por fortuna, hay colectivos por todo el país, de madres y padres que buscan a sus hijos, de familias que se organizan para buscar y encontrar a sus desaparecidos. Creo que, en este momento, representan lo mejor de este país. El dolor que llevan en el alma las lleva a organizarse para transformarlo en solidaridad y en servicio a México. Hacen lo que el Estado no hace, es más, sustituyen al Estado en tareas que le tocan a sus instituciones. Las buscadoras, que en su mayoría son mujeres y son madres, no buscan confrontarse con nadie, ni con las instituciones del Estado, ni con los grupos del crimen organizado, ni con la sociedad. Lo que buscan es encontrar a sus desaparecidos, a los más de 125 mil que aún no se encuentran. Esta es su prioridad. Pero sí les resulta angustiante la indiferencia de la sociedad y la indolencia de las autoridades. Ellas son la reserva moral que se va construyendo, poco a poco, en este país. Y es posible que ellas se conviertan en la vanguardia para una estrategia social de construcción de paz.
México. Hay preguntas que me revolotean en la mente. ¿Quién manda en México? ¿A quién le pertenece el país? Los cárteles se comportan como si fueran sus dueños. ¿Por qué hemos permitido que nos lo arrebaten de nuestras manos? Muchos mexicanos buscamos transformar este país, pero nuestra democracia no funciona aún para eso. Los gobiernos están muy ocupados en obtener o retener el poder político que no se dan tiempo para esto. Y los ciudadanos lucimos nuestra indiferencia ante el dolor ajeno. México tiene el potencial para alcanzar la paz y no necesita que poderes extranjeros lo hagan. Históricamente hemos salido adelante en los conflictos armados internos.
La sociedad. ¿Por qué aceptamos vivir con miedo y no nos organizamos para desafiar los infiernos que tenemos por todas partes? ¿Cuáles son las causas que no nos permiten contribuir a la construcción de la paz, desde las familias, desde la vida laboral y desde las comunidades? Nos hemos acostumbrado a la violencia y la miramos como una nueva normalidad. Y, por otra parte, la sociedad civil organizada está muy fragmentada. Coda organización tiene su propia agenda de manera individualista y es incapaz de establecer una agenda común como es la construcción de la paz. Entidades sociales como universitarios, empresarios, iglesias, ambientalistas, feministas, maestros, colegios profesionales, sindicalistas, obreros y trabajadores tienen un gran potencial, que está desactivado por el individualismo social. ¿Acaso no podemos, todos juntos, proponer un proceso de justicia transicional para sacar al país adelante? Necesitamos verdad, justicia, memoria y estrategias de no repetición.
El Estado. ¿Por qué la indolencia estructural del Estado y de sus instituciones ante tanto dolor? ¿Es que las instituciones del Estados están en su burbuja de poder y no les importa el sufrimiento de la gente? ¿Por qué al tema de las víctimas de las violencias, de todas las violencias, las visibles y las invisibles, las que se dan en las familias, en las comunidades, en los territorios y en todas partes, les incomodan y no las atienden en su debida proporción? ¿Por qué han renunciado a su responsabilidad pública para sanar esta herida nacional? ¿Qué están esperando para incluir a la sociedad en una estrategia social vinculada a la estrategia política? ¿No se han dado cuenta que los gobiernos, los tres órdenes de gobierno, sin contar con la sociedad, nunca podrán extirpar el virus de la violencia y de la inseguridad? ¿Qué esperan para reconocer que la estrategia federal de seguridad no está funcionando, cuando se acumulan muchos más muertos y más desaparecidos? ¿Qué les sucede a los partidos políticos, a todos los partidos, que llevan en su ADN la insensibilidad ante el dolor y han excluido de sus agendas políticas a las víctimas de las violencias? ¿Y qué ocurre en los legisladores locales y federales que muestran escaso interés por las reformas legislativas que ayuden a afrontar la violencia de este país y el dolor de las víctimas? ¿Por qué atienden los temas que suponen como los ‘políticamente correctos’ en la búsqueda de más poder? ¿Por qué no legislan para frenar las omisiones, las colusiones y las sumisiones de los poderes públicos ante la delincuencia organizada?
Los infiernos. Hay infiernos por todas partes, pequeños y grandes. Hay familias que son verdaderos infiernos, en las que el más fuerte, que suele ser el adulto y varón, impone su propia ley a la fuerza. Y hay territorios en los que gobiernan los narcotraficantes, imponiendo sus reglas en la economía, en la política y en la cultura en lo que ellos consideran sus territorios. Vivir con miedo es un verdadero infierno. Salir a la calle, también. Los grandes cárteles mexicanos crecen. Buscan dinero y poder con sus negocios sucios, caiga quien caiga. A ellos se suman otros grupos criminales que viven de la industria de la extorsión, del cobro de piso, del secuestro, del control de la economía de los territorios y demás. Mas ahora, se ha hecho visible el infierno ubicado en el rancho Izaguirre de Teuchitlán convertido en campo de adiestramiento de sicarios y de también, de exterminio. Y es posible que encontremos otros infiernos como este.
Este infierno nos obliga a detenernos, para mirar nuestro pasado y nuestro futuro desde nuestro presente. Aprender de nuestro pasado y proyectar nuestro futuro. Necesitamos repensar a nuestro país de una manera diferente y aprender a escucharnos unos a otros y a dialogar, visualizando el futuro que queremos y necesitamos. La paz la podemos lograr juntos, los gobiernos liderando a la sociedad.