EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El reformador social

Héctor Manuel Popoca Boone

Marzo 26, 2016

“Crucificarlo fue lo menos que pudieron haberle hecho a Jesucristo”. Lapidaria frase dicha por un profesor de historia universal, cuando cursaba yo el primer año de preparatoria. ¡Y cómo si no!, exclamaba el docente. Era una época donde el esclavismo era el sistema político, social y económico que dominaba el vasto Imperio Romano. Un hombre que dijera que “todos los hombres somos iguales…”, contravenía y subvertía todo el orden establecido de subyugación humana, ubicándose el pregonero como un agitador social, merecedor de castigo grande, como el que le infligieron, años atrás, a Espartaco, cuando encabezó la más grande rebelión de más de tres mil esclavos que hubo en dicho Imperio. Sus huestes fueron finalmente derrotadas por las legiones romanas y los que quedaron vivos, los crucificaron como escarmiento, a todo lo largo de la Vía Apia, principal entrada a la ciudad imperial de Roma.
Jesucristo, como hombre y reformador social, siempre me llamó la atención. Miembro destacado de la pléyade de libertadores sociales que han labrado para bien y con buril fino la historia de la humanidad. Por pregonar sus ideales y convicciones, sacrificó familia, patrimonio, confort, felicidad personal, incluyendo su propia existencia terrenal.
La búsqueda de la fraternidad humana la sintetizó en bellas e imperecederas frases: “Amaos los unos a los otros”, “Traten a los demás como ustedes quisieran ser tratados.” Eran peligrosas expresiones para decirlas públicamente en circunstancias de discriminación y opresión social. Por eso lo tacharon de loco. Sus afanes de transformación social fueron trascendidos para siempre. Los vituperios vertidos a su persona en su época, no lo amilanaron para proseguir su prédica, con la valía de aquellos que hacen lo que dicen.
Episodio insólito e interesante de su vida fue el encuentro con María Magdalena. Ella se había declarado su fiel seguidora. Eso provocó el repudio airado de los que lo acompañaban disponiéndose todos a apedrearla, al ser la meretriz más renombrada y de mayor escándalo de toda Galilea. El hombre de Nazaret les espetó de inmediato: “Aquel que esté libre de toda culpa, que arroje la primera piedra”, frase que no pierde vigencia como repudio a la hipocresía e incongruencia consubstanciales a muchos de los llamados “doble cara” de todos los tiempos. Sobre todo, aquellos que tienen poder y riqueza. La carencia de autoridad moral para criticar que poseen algunos, la señala cuando expresa: “Porqué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo”
Como ser humano expresa y afronta su propio miedo, al saber que la muerte rondaba ya su persona; diciéndose que, si era menester tomar de ese doloroso cáliz para sostener su causa y motivo de vida, lo haría sobreponiéndose a la angustia que empezaba a embargarlo. No le pasó desapercibida la ingratitud, el engaño y la traición, que envilece a la naturaleza humana y cuya práctica es contumaz. Sabedor, con dolor infinito, que uno de sus seguidores lo iba a delatar (Judas) por estar ya satanizado, le dice: “Lo que tengas que hacer, hazlo pronto”.
Conoció la soledad que trae aparejada el infortunio. Su más apreciado seguidor, Pedro, lo desconoció reiteradamente cuando lo apresaron. Los demás discípulos pusieron pies en polvorosa, a excepción del joven Juan. Permaneció con él hasta que falleció en la cruz. Al pie de ésta, quedaron postradas su madre María y María Magdalena, la amada inmortal. Total, de 12 apóstoles, sólo permaneció uno a la hora de la desgracia.
La verdad siempre será revolucionaria. Así versa una consigna revolucionaria contemporánea. Jesucristo la afirmó en aquel entonces: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Si él volviera a vivir, nos haría decir juntos, a propósito de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos forzadamente en Iguala: “No hay nada escondido que no sea revelado y no hay nada oculto que quede sin ser descubierto”. Amén.
PD. La formal reelección inmediata de autoridades en la UAG es la culminación del tránsito penoso y tortuoso de la Universidad-Pueblo a la Universidad-Partido que hoy, sin tapujos, tiene alianza política estratégica con el PRI. ¡Uf!