EL-SUR

Miércoles 08 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

El rumbo incierto de la integración regional en América Latina

Gaspard Estrada

Marzo 06, 2024

El pasado fin de semana, los dirigentes de los países miembros de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac) se reunieron en la isla de San Vicente y Grenadinas para la cumbre anual de ese mecanismo intergubernamental nacido en 2010. Si bien varios líderes se destacaron por su ausencia –como los dirigentes de Chile, Gabriel Boric, Argentina, Javier Milei, Paraguay, Santiago Pena, Uruguay, Luis Lacalle, o Ecuador, Gustavo Noboa– fue notable la participación del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva.
En efecto, si bien Brasil por sí solo (que representa aproximadamente un tercio del PIB total de la región) no puede liderar iniciativas regionales en América Latina, tampoco ninguna iniciativa significativa a nivel latinoamericano puede prosperar sin el apoyo activo de Brasil. Durante los años del gobierno de Bolsonaro, la cooperación regional –o incluso una conversación regional entre líderes– se estancó en gran medida, a pesar de los intentos de México de llenar el vacío. Ya sea luchando contra la deforestación, promoviendo la integración física o discutiendo conjuntamente la postura de la región frente a las crisis en países como Venezuela o Bolivia en 2019, el espacio para un diálogo regional constructivo era muy limitado. La decisión de Lula de viajar a la cumbre de Celac en San Vicente y Grenadinas refleja el compromiso genuino de Brasil de reconstruir los vínculos con la vecindad.
Sin embargo, incluso cuando cuentan con ese apoyo activo, los intentos pasados de promover la cooperación regional a menudo han sido de corta duración, en parte porque tradicionalmente dependen del alineamiento ideológico entre las principales potencias de la región. Ese ha sido el caso de la propia Celac: tras ser fundada como un bloque regional alternativo a la Organización de Estados Americanos (OEA) con un fuerte énfasis en la soberanía nacional, esta comunidad ha producido pocos resultados concretos en la última década, marcada por el estancamiento económico y frecuentes agitaciones políticas.
De la misma manera, es poco probable que la propia Celac ofrezca mucho para abordar los numerosos desafíos que aquejan a la región, entre ellos el colapso político y de seguridad en Haití, la profunda crisis en Bolivia entre Evo Morales y su sucesor Luis Arce y la deriva de Centroamérica hacia el autoritarismo. Por ejemplo, los gobiernos de la región difieren radicalmente sobre qué hacer en materia de seguridad ciudadana, o bien en lo que concierne la lucha contra el cambio climático.
Lo que queda claro de estos desacuerdos es una marcada diferencia entre las visiones del mundo de figuras más moderadas en Chile y Brasil, por un lado, y figuras más radicales en países como Venezuela o Argentina por el otro. Estas discrepancias podrían presentar un impedimento insuperable para una cooperación más amplia. En este sentido, se explican las ausencias de la mayor parte de los dirigentes conservadores a la cita de San Vicente y Grenadinas.
No obstante, a pesar de todas estas diferencias y del cuestionable historial de la Celac, la última reunión en el Caribe anglófono es una buena noticia para la región. Es comprensible el deseo de los líderes latinoamericanos de mantener un foro de conversación regional separado de la OEA. Con la excepción de Lula, prácticamente todos los líderes elegidos democráticamente son presidentes de primer mandato que, en parte debido a la pandemia, tienen una experiencia internacional muy limitada. En este sentido, la cumbre fue una oportunidad para numerosas reuniones bilaterales entre presidentes que se reunieron por primera vez. Los vínculos entre América del Sur y el Caribe, en particular, siguen siendo demasiado distantes.
Pero es cierto que la declaración de la cumbre de la Celac fue genérica, incluyendo el diferendo territorial entre Venezuela y Guyana por la rica provincia del Essequibo, dando así juego a los críticos de estas cumbres con muchas palabras y muy pocas acciones. Si la Celac no se dota de una verdadera hoja de ruta, la integración regional continuará dejando a desear.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: Gaspard_Estrada