EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El secuestro del doctor Isidoro Olivares Morales

Silvestre Pacheco León

Abril 15, 2007

Mientras usted lee el presente artículo, el doctor Isidoro Olivares Morales, vecino de
Zihuatanejo, está cumpliendo 47 días secuestrado, a pesar de que su familia pagó el
rescate exigido por dejarlo en libertad.
Escribo lo anterior para dimensionar un hecho relevante en la vida de mi comunidad
respecto a este caso que se distingue de otros secuestros en el hecho de que se trata de
un personaje singular.
Isidoro Olivares es el médico del pueblo. Seguramente en su papel profesional atendió
enfermos de todas las familias, cuando en Zihuatanejo todos sus habitantes eran
conocidos. Desde joven, después de hacer su servicio social en Quechultenango, tuvo
como destino Zihuatanejo en una época en la que se requería del apostolado para atender
tantos problemas de insalubridad, de pobreza e ignorancia.
Aquí en la costa Olivares tuvo a su cargo los servicios estatales de salud. Fue fundador de
la Sociedad Médica de Zihuatanejo, la misma que le reconoció méritos suficientes en el
quehacer profesional para proponerlo ante la Federación Estatal como candidato para que
su nombre enalteciera el encuentro que los médicos tuvieron aquel año en esta cabecera
municipal.
Con sus más de 60 años el doctor Olivares no dejaba de atender enfermos en su
consultorio particular. A nadie negaba la consulta, fuera ésta pagada o gratuita.
En Zihuatanejo no sólo se ha ocupado de los servicios de salud y de su profesión. Ha sido
también un hombre activo en la política local. Su creencia en la política como herramienta
del ser humano para procurar el bien común, lo llevó a las filas del PRI. No discutiremos
aquí si fueron los priístas quienes se acercaron a él, ni tampoco si su formación ideológica
lo llevó a creer que dicho partido era el medio eficaz para sus fines, el hecho relevante es
que siempre ayudó con su prestigio a que esa formación política tuviera algo de brillo en
las intermitencias de su lucidez.
Hombre de pocas palabras y de convicciones firmes, se mantuvo siempre a la espera del
turno que le ofrecían en su partido para ocupar la candidatura a la Presidencia Municipal.
Ahora sabemos que esa oportunidad nunca llegará, aunque no porque nos neguemos a
creer que aparecerá sano de esta vejación de la que es víctima, sino porque su partido, al
que siempre ayudó, aparte de que ha sido rebasado por la sociedad y por la historia, nada
hace por él ahora que lo necesita.
En 1996, ya para finalizar el siglo pasado, su partido lo hizo regidor, éramos pares, y tuve
entonces la oportunidad de conocerlo más de cerca. Juntos realizamos un trabajo con la
intención de recuperar para el municipio un terreno de alta plusvalía en la playa de La Ropa
que a trasmano había pasado a poder de particulares. Cuando las pruebas reunidas
fueron contundentes para que el gobierno municipal lo recuperara, ninguna objeción tuve
para que Olivares estampara su firma apoyando el dictamen, así fuera en contra de su
partido y de la opinión del presidente municipal de aquellos años.
No sé si Isidoro Olivares es un hombre rico para haber despertado la ambición de quienes
a falta de trabajo honrado están dispuestos a cometer los peores crímenes para despojar
de sus bienes a un semejante.
Lo cierto es que su secuestro ha sido un atropello atroz contra la sociedad a la que
pertenece. Esa sociedad inerme, agredida, que actúa como rehén y que no acierta a
responder con eficacia contra los que alteran la paz social, se ha movilizado. Las
manifestaciones de exigencia para que las autoridades informen de resultados han sido
numerosas. Los medios de comunicación han hecho lo propio difundiendo lo que a fuerza
de presión ha logrado saberse.
Los familiares del doctor han pedido la colaboración de los habitantes para proporcionar la
información que ayude a saber algo sobre Isidoro Olivares.
En los días previos a la Semana Santa la ciudad apareció tapizada con carteles gigantes
que muestran la foto del doctor secuestrado, con los números de los teléfonos para dar y
recibir información.
Públicamente se lleva la cuenta de los días que con violencia el doctor fue separado de su
familia. La leyenda concluye con la frase elocuente: ¿Quién Sigue? ¿Yo?
Sin embargo, y pese a todo el esfuerzo hecho, nada se sabe.
En torno a la investigación del secuestro han sucedido hechos graves que dan cuenta de
versiones distorsionadas, e incompletas. Se sabe, por ejemplo, que de las averiguaciones
del secuestro se procedió a la captura de un supuesto secuestrador que murió en un
enfrentamiento cuando la policía intentaba sacarlo de su vivienda. Su esposa, herida en la
acción, reclamó después a las autoridades una investigación de los hechos para deslindar
a su esposo, Miguel Valencia, del secuestro en el que se le involucra. De este caso es
conveniente resaltar que el muerto fue presidente del comisariado ejidal de Barrio Nuevo,
un personaje clave en las negociaciones mediante las cuales la empresa paramunicipal,
Comisión de Agua Potable y Alcantarillado de Zihuatanejo, entrega millonarios subsidios al
ejido por la servidumbre de paso que otorga para la red de agua potable que abastece a
Zihuatanejo e Ixtapa.
Lo grave de esos hechos, se supo después, está en que toda la acción policiaca que se
montó para detener al finado, Miguel Valencia, se realizó a partir de las declaraciones de
un supuesto testigo a quien todos en el pueblo conoce por estar fallo de sus facultades
mentales.
Pero la situación en torno a la investigación del secuestro no para ahí. Antes de la Semana
Santa, se conoció que el chofer del doctor Olivares, testigo principal del secuestro, había
desaparecido. Personas armadas lo habían sacado de su casa en presencia de su familia.
La esposa del chofer, después se supo, al momento de presentar la denuncia por el
secuestro de su marido, identificó en la misma oficina del Ministerio Público a una de las
personas que se llevó detenido a su esposo.
Todo eso ha pasado en 47 días de secuestro.
Las manifestaciones convocadas, cuya asistencia ha sido numerosa, no agotan las
iniciativas para que la sociedad se ponga a la cabeza en la lucha contra la delincuencia, en
el entendido de que no se trata de sustituir a los aparatos que se encargan de prevenir,
combatir y castigar los delitos, sino de que éstos se depuren para que respondan con
eficacia a la altura de las exigencias sociales.
Si bien los partidos políticos están ocupados de otras actividades más propias de las
corporaciones mercantiles que de vigilar las tareas de gobierno, se requiere que la
sociedad se dote de los medios necesarios para garantizarse la paz social.
Porque, en efecto, no es de ahora ni han sido pocas las familias lastimadas con el
secuestro de alguno de sus miembros. Esos hechos se han acumulado y son tantos que
ni siquiera creo que las autoridades lleven un control estadístico. Cuando menos yo no lo
he visto publicado en ningún informe municipal, hecho relevante, ¿no? Porque se trata de
agravios serios a la sociedad que deberían tener ocupadas a las corporaciones policiacas
y nerviosas a las autoridades encargadas de rendir cuentas de su actuación.
Pero no, vivimos un cinismo tal que las autoridades han encontrado en la frecuente
repetición de los secuestros su propio argumento para no hacer nada. El trabajo los
abruma y no resuelven nada. Ha sido esa actitud irresponsable, y quizá cómplice de la
autoridad, la que peor agresión representa para la sociedad.
Las familias de los secuestrados coinciden en la apreciación de que las autoridades
judiciales no son de fiar.