Gaspard Estrada
Octubre 21, 2020
El pasado domingo los bolivianos fueron a las urnas para elegir a su próximo presidente de la República, así como a sus congresistas en la Cámara de Diputados y el Senado. Como lo comentamos en este espacio la semana pasada, esta elección revestía un interés particular, al llevarse a cabo doce meses después de las últimas elecciones presidenciales, en las cuales el entonces presidente Evo Morales fue candidato a su tercera reelección, y que a posteriori se tradujeron en la salida de este último del país y su posterior exilio en México y Argentina. Para muchos analistas, las condiciones políticas de la salida forzada de Evo Morales del poder, así como la incapacidad del Movimiento al Socialismo (MAS) como partido para hacer frente a las movilizaciones en contra del entonces presidente de Bolivia, dejaban en evidencia la fragilidad del movimiento político del ex líder cocalero de Cochabamba.
En particular, se estimaba que a pesar del milagro económico vivido por este país durante los catorce años de gobierno de Evo Morales, no se habían generado las condiciones políticas para que este movimiento tuviera una implantación territorial sólida –de manera que el MAS se habría burocratizado en el gobierno, contribuyendo a su debilidad.
Sin embargo, la realidad electoral del pasado domingo deja claro que esta visión era miope de cierta manera. El triunfo electoral del ticket presidencial del MAS, Luis Arce y David Choquehuanca, fue arrollador: según los sondeos de boca de urna publicados a mediados de la noche del domingo, los candidatos del MAS obtuvieron más del 53 por ciento de los votos, es decir, mucho más de lo estimado por las encuestas de opinión una semana antes de la elección –según el último informe demoscópico publicado (realizado por la casa encuestadora CIESMORI), el MAS obtendría el 43 por ciento de los votos. Por el contrario, los candidatos de la derecha y de la extrema derecha, el expresidente Carlos Mesa y el líder del empresariado de la provincia de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, obtuvieron menos votos que lo previsto por las encuestas. Sobre todo, la suma de los votos entre ellos no hubiera sido capaz de derrotar al MAS en esta elección, contrariamente a lo pronosticado por buena parte de los analistas.
¿Cómo explicar estos resultados? En primer lugar, el contexto de la elección fue propicio para la campaña del MAS. Después de catorce años de crecimiento económico ininterrumpido, la llegada del gobierno de facto de Jeanine Añez coincidió con la aparición de la pandemia del Covid-19, de tal suerte que el gobierno actual se enfrentó a una crisis económica sin precedentes. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), Bolivia tendrá una recesión de al menos 6 por ciento este año. Aunado a eso, la reacción gubernamental fue pésima: varios programas sociales puestos en marcha por Evo Morales fueron cancelados, al tiempo que una serie de privatizaciones fueron programadas por el actual gobierno (aunque ahora es poco probable que se concreten). En contraste, Luis Arce fue posicionado por sus estrategas (de manera acertada), como el artífice del “milagro económico” boliviano. De manera que el discurso del candidato del MAS tenía credibilidad frente a uno de las principales preocupaciones de la sociedad. Por otro lado, la aparición de múltiples escándalos de corrupción en el seno del gobierno, en particular en el sector de la salud –tan crucial en tiempos de Covid-19– profundizó la brecha entre la sociedad y el gobierno de facto, dirigido por Jeanine Añez.
Sin embargo, uno de los principales factores explicativos de la derrota de la derecha en Bolivia fue el revanchismo del gobierno de Añez en contra del MAS y de sus militantes, así como la formulación de políticas abiertamente despectivas en contra del movimiento indígena, que representa a casi 50 por ciento de la población. Esto provocó una reacción muy fuerte de sectores políticos que habían tomado distancia del MAS a partir del momento en que Evo Morales había anunciado su interés en ser reelegido por tercera ocasión, pero que respaldaban su proyecto político. Al movilizarse masivamente el pasado domingo, ese sector de la población de Bolivia le dio la contundencia necesaria para que el triunfo del MAS fuese inobjetable, inclusive a los ojos del gobierno de Añez y de sus aliados internacionales.
* Director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París
Twitter: @Gaspard_Estrada