EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El talento para hacer de una relación tóxica un poco de literatura

Federico Vite

Junio 06, 2023

Una relación tóxica a cualquiera le pasa, cualquiera la padece, pero no cualquiera puede transformarla en literatura. Es mucho más notorio ahora, cuando algunos libros que abordan estos aspectos son denuncias que no rozan los márgenes densos de la sustancia literaria. Hay un precedente que traigo a cuento. Obviamente posee dosis de machismo, de violencia, hostigamiento y daño psicológico. Es una pareja de tóxicos. Hablo de My life as a man*, de Philip Roth, publicada por primera vez en 1974. Esta novela es la primera en la que Roth expone la relación entre la vida personal y la vida profesional de un escritor. Sin mencionarla, pero debido a los escándalos de su vida privada, el novelista escribe sobre Margaret Martinson, su primera esposa. La pareja se divorció en 1963. Ella falleció en un accidente automovilístico cinco años después, en 1968. Este matrimonio notoriamente disfuncional dejó una herida en la escritura de Roth. Insisto, una herida en la escritura que evidentemente sólo puede ser explorada (y tal vez sanada) cuando se ejercita el oficio literario. Es apasionante el proyecto, aunque pasado por los filtros de la decencia y lo políticamente correcto, este tipo de libros están sepultados.
En My life as a man el lector enfrenta algunos aspectos relacionados con el matrimonio de Maureen y Peter Tarnopol. Él es escritor, ella una mujer acaudalada que está acostumbrada a hacer lo que quiere con quien quiere. Tarnopol es un joven escritor con talento y quiere que su mujer (unos años mayor que él) sea la musa que buscaba. El problema es que ella se transforma en la némesis del novelista. Esa unión se basa en el fraude (ella finge un embarazo) y eso la blinda para el chantaje moral. El asunto es que la relación es duradera, incluso más allá de la muerte de Maureen (igual que Margaret Martinson, Maureen fallece en un accidente automovilístico). Tarnopol escribe sobre su ex esposa para liberarse por completo de ella, pero el resultado no es optimista, ni mucho menos esperanzador. Literalmente se enfrenta a pasajes de violencia doméstica, engaños, traiciones, abusos y mucho daño. Él la golpea y el autor intenta ser lo más verosímil posible. La escena de los golpes es leída con molestia, con sobresalto y con crudeza, pero nunca queda el lector impávido por la forma en la que un hombre y una mujer se enredan para herirse. ¿Cómo se escribe de esto?
La novela está divida en dos partes: Useful fictions y My true story. La primera parte son dos cuentos, Salad days y Courting disaster (or, serious in the fifties), protagonizados por Nathan Zuckerman en los que se exponen algunos aspectos de la educación sentimental de Nathan. Por ejemplo, ¿por qué prefiere mujeres maduras? ¿O por qué le gustan ciertas formas de comportamiento femenino? En el segundo apartado, el lector conoce la autobiografía deTarnopol, narrada en primera persona, él es el autor de los cuentos que aparecen en Useful fictions. Astutamente, ese el tema que elige Roth, no el matrimonio sino la escritura de esa experiencia. Es la sustancia narrable, sí, pero no la preocupación de Tarnopol. Él quiere sanar la herida literaria que le dejó esa mujer. Ergo: a él le interesa la forma. Primero, dos cuentos; después, una novela corta. Eso aprehende el lector al sumergirse en la historia: el ensayo continuo sobre las formas e intensidad en ellas.
Este es el primer libro de Roth en el que analiza la relación del escritor con su trabajo, un tema que desarrollará posteriormente en Operation Shylock (1993). En My life as a man, Philip revela gran parte de su vida. Usa a Tarnopol para exponerse. El matrimonio destructivo de Roth con Margaret Martinson es un retrato de la relación entre Tarnopol y Maureen. Es decir, Peter Tarnopol intenta escribir, y fracasa, para librarse de ella. Eso no lo cura, pero lo mantiene en la línea de la sanación.
De acuerdo con el crítico literario y ensayista de The New York Times, Morris Dickstein, este libro marca un hito en la literatura estadunidense: “Nunca en nuestra historia los estadunidenses se han sentido tan impulsados a exponerse; en nuestra reciente revalorización de todos los valores, la privacidad ha sido uno de los grandes perdedores. Dondequiera que miremos en la sociedad y las artes, la gente está mostrando sus partes íntimas o derramando sus entrañas, desde la moda de la poesía confesional hasta la omnipresencia de la pornografía, desde el Nuevo Periodismo con su lente vuelto hacia el propio reportero hasta la nueva asertividad de los homosexuales y otras minorías cada vez más orgullosas. El psicoanálisis clásico –que, aunque es una ‘cura conversacional’, es esencialmente un diálogo interior, tan privado como el confesionario– ha sido cada vez más desplazado por grupos de concientización, terapias de encuentro y otras técnicas que buscan aliviar la culpa y el sufrimiento. Aislamiento comparando vidas privadas, no simplemente explorando la propia. Ahora, incluso Richard Nixon, la figura más cerrada y escénica que jamás haya caminado por los escenarios públicos, se ha jugado el cuello en un temerario acto de autohumillación, tratando, como un escritor de vanguardia, de recoger todas las canicas logrando un nuevo ‘avance’, al atreverse a contar ‘lo peor’”.
Esta reflexión, publicada justamente el 2 de junio de 1974, hace 48 años, nos pone en perspectiva que nuestra realidad no ha cambiado mucho. La privacidad es casi inexistente. Me parece una aseveración digna de subrayar. Dickstein agrega: “Ningún escritor, ni siquiera (Norman) Mailer o (Robert) Lowell, ha contribuido más al clima confesional que Philip Roth. Gracias a Portnoy’s complaint (Lamento de Portnoy) una buena tajada de ficción contemporánea parece provenir textualmente de las propias horas del escritor en el diván. Esta sería una distinción dudosa si el libro de Roth no hubiera alterado audazmente el tono de los escritos confesionales, la mayoría de los cuales habían sido lúgubres y realistas, sofocados por la angustia y la seriedad. Volviendo, en cambio, a la forma autobiográfica obscena y delirante de Henry Miller y Céline, Roth expresó su angustia en una tensión cómica tan baja que el efecto fue irresistible”. Habría que agregar que My life as a man tiene un sesgo humorístico que yo explico con palabras de Karl Marx: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una tragedia y la segunda como una farsa”. Y lo hace patente Roth, porque a pesar de la molestia, del duelo y del dolor de una experiencia así, en el texto no se siente eso, sino una extraña emoción que acerca a los hechos con patetismo. Por ejemplo, la conversación entre padre e hijo, cuando Tarnopol anuncia que se casará con Maureen. El padre le pregunta si entiende lo que va a hacer. “Eres más joven que ella, tienes un futuro brillante y talento para lograr lo que quieras, ya fuiste a Europa antes de cumplir los 25 años, conoces el mundo y repentinamente tomas esta decisión. ¿Entiendes lo que estás haciendo?”. La respuesta no llega, al otro lado de la línea, Tarnopol simplemente informa la hora y el día de la boda, por si quieren ir a acompañarlo. El escritor no escucha a nadie, ni a su hermano, ni a su padre, ni a su madre. Todos saben que está cometiendo un error, pero a él le gusta esa equivocación, él quiere sentirse engañado. La intensidad de esta trama carece de rabietas y remilgos; la contraposición entre los cuentos y la “historia verdadera” permiten que el lector entienda esta apuesta metaficcional bien lograda en cuestión técnica y admirable en cuanto al desarrollo del tema. Abre un ancho panorama y nos recuerda que la denuncia per se no es literatura, aunque sí, venda mucho, pero no es literatura.

* Para la escritura de este artículo consulté la edición de The Random House Group, Londres, 2005, 330 páginas.