EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El Tara

Anituy Rebolledo Ayerdi

Noviembre 08, 2018

El infierno mismo

Todo empezó la noche del sábado 10 de noviembre de 1961 con una lluvia menuda, acompañada por un viento que chillaba de tan fuerte. Viento que para eso de la “madrugada grande” habrá alcanzado velocidades superiores a los 100 kilómetros por hora. La lluvia caía como si el cielo se hubiera desfondado; tanta que algunos pobladores llegaron a confundir el fenómeno con una “culebra de agua”. Pero no, esto no tendrá parangón con ningún otro drama vivido antes, será el mismo diluvio”
Así empiezan algunos testimonios de hombres y mujeres sobrevivientes del ciclón Tara, cuya furia destructora se abatió particularmente sobre el poblado de Nuxco, municipio de Tecpan de Galeana, hasta borrarlo del mapa. Manifestaciones de dolor recogidas en aquellos momentos por reporteros y corresponsales de medios porteños como de cronistas de la región.
Vendrá enseguida una engañosa calma chicha haciendo abrigar a muchos la esperanza –“¡Dios, bendito!”– de que todo había terminado. Una mala pasada de la naturaleza, sin duda, pues la destrucción y la siega de vidas apenas comenzaba. Para el amanecer del domingo 12 el agua y el viento recobran su fuerza primaria, brutal.
Llueve tanto que el arroyo de Nuxco se desvía en su parte norte para penetrar impetuoso en la población. La corriente del otrora manso caudal arrastra con todo a su paso, nada respeta. Derriba las casas de adobe y de palma llevándoselas a su paso con todo y ocupantes –hombres, mujeres y niños– cuyos cuerpos corren dramáticamente sobre la corriente como si fueran barquitos de papel. Binomio aterrador que tampoco respeta árboles, palmeras, breñales y sembradíos. El ganado mayor y los animales domésticos chillan y braman arrastrados por aquel volumen impresionante de agua. Luego la desolación, la nada. Habrá nuxqueños, no obstante, que acepten con lágrimas la desaparición de su pueblo “pero no del todo”, seguramente la parte que llevan dentro de sus corazones.

El juicio final

Un Nuxco cubierto totalmente por el lodo del cerro desgajado, sin vestigios de vida, es una primera imagen de muerte y desolación. Se dirá más tarde que sólo sobrevivieron quienes buscaron refugio en las “casas de alto” o de materiales, pocas por cierto. Los aferrados a las suyas de adobe, bajareque o palma fueron arrastrados con ellas. Murieron familias completas y no habrá un solo habitante que no lamente la pérdida de parientes o amigos. Todavía bajo la lluvia se verán caminar figuras fantasmales llamando a los suyos con grandes voces: los sobrevivientes cubiertos de lodo y vistiendo apenas girones untados al cuerpo.
Aquella oscuridad semejaba el “día del Juicio Final”, dirá uno de aquellos testimonios sustentado en las Escrituras. Otro, doloroso y dramático, habla de un centenar de personas atrapadas por la corriente en un determinado barrio de Nuxco. Lograrán salvarse únicamente treinta y cinco, esto es, las que consigan treparse al techo de la casa de don Ramón López Rendón, uno de los inmuebles que resistirá el embate del aluvión. Otra referencia bíblica para describir aquel espectáculo de muerte y desolación fue la del Apocalipsis.

Raumel Mena

Yo tenía 20 años y dormía en casa con mis padres. Jamás nos dimos cuenta del momento en que el arroyo de junto entró a la casa arrastrándolo todo. Yo me aferré a un horcón y podía sentir otras manos tratando de aferrarse a mi cuerpo. Sentí también el paso violento de personas, animales y mucha basura. Fue terrible. (Raumel perdió a sus padres y a su único hermano).

José Pérez Camacho

Una vez que hubo pasado el ciclón, salimos los pocos sobrevivientes y nos encontramos con que el pueblo había desaparecido. Ya no estaban las escuelas Plan de Ayala y Vicente Guerrero, a esta última se la había llevado la corriente con 20 personas adentro. Tampoco estaban el cine del pueblo y muchas casas. Arrancadas de cuajo, dos enormes parotas que eran símbolo del pueblo. Cuando vimos hacia donde el sol muere, allí, a dos kilómetros, estaba el mar, antes oculto por la espesura de los palmares. Las pocas palmas que quedaron de pie fueron despojadas de sus imponentes penachos, como si un remolino las hubiera batido.

Duval Reyes Guerrero

Una vez agotada la furia de la naturaleza fue que muchos sufrimos la pena de constatar la desaparición de la simbólica piedra La Tambora. Arrastrada por la corriente, había servido de ariete para destruir el puente de Tecpan. Un amoroso y nostálgico recuerdo de quienes, estudiantes de primaria y secundaria, nos lanzábamos desde La Tambora arriesgados clavados al río. El Zócalo del pueblo ya no estará más custodiado por tamarindos, mirtos, almendros y un solitario olivo bautizado por el pueblo como El Aceituno. Miento, éste será la única fronda que respete el Tara. El viejo Aceituno siguió ahí como si fuera un inmortal padre putativo de varias generaciones y como fiel guardián de miles de recuerdos infantiles.

Patricio Pérez

Advertido por mis dos hijos de que iba a “llover recio”, ese día no fui a pescar. Yo me salvé, ellos no. Encabronado con Dios, disparé al cielo dos cargas de mi pistola. Mi venganza. Más tarde me arrepentí.

Daniel González

Me contaba la abuela que fueron unas ráfagas de aire nunca antes sentidas en el pueblo. Que fue más agua que viento lo que provocó que se desmoronara, como si fuera un “polvorón”, el cerro sobre el que estaba montado Nuxco. El panteón del pueblo fue arrasado, llevándose la corrientes sepulcros completos, muchas cajas flotando y otros tantos cadáveres en aquel torbellino. ¿Parientes? Sí, varios.

Rodolfo Valdés

Debido a la escasez de alimentos y siendo nula la posibilidad de que estos llegaran por vía terrestre, por la destrucción de los puentes, el pueblo tuvo que comer calabaza hervida durante tres días. Se servía en el comedor de una casa particular y a él acudían más de mil damnificados diariamente. Fue esta una primera acción de un comité de auxilio integrado por la gente más acomodada del pueblo.

Víctor Cardona Galindo

Al segundo día comenzaron a llegar las primeras brigadas de auxilio enviadas por la presidencia de la República. Frente a la imposibilidad de hacerlo por vía terrestre se utilizaron avionetas para arrojar en paracaídas víveres, agua, ropa y medicinas. Mismos aparatos desde los cuales se hacía el recuento de los daños, además de localizar damnificados y cadáveres. La primera brigada médica por tierra llegó procedente de Atoyac de Álvarez, encabezada por el doctor Juventino Rodríguez García.

Rodolfo Salmón

Frente a la dramática realidad de que la ayuda enviada hasta entonces era totalmente insuficiente, el presidente de la República, Adolfo López Mateos, ordena la movilización de cinco unidades del Ejército y tres helicópteros para apoyar el auxilio a la población. Los militares asumieron la responsabilidad de las operaciones de rescate, comisionando a los paracaidistas para atender las zonas más aisladas.

Doña Eva Sámano

La presencia en el sitio de la tragedia de doña Eva Sámano de López Mateos, a menos de un mes del paso del Tara (4 de diciembre de 1961), tendrá efectos balsámicos entre la población afectada. Abrigarán la esperanza de que esta vez la ayuda oficial les llegue oportuna y suficiente y no como en ocasiones anteriores en las que los caciques se quedaban con todo. Ese mismo día dos grandes aviones aterrizan, trayéndola, en el aeropuerto de Acapulco.
Creadora del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI), la Primera Dama vuelve a la entidad meses más tarde, esta vez a Zihuatanejo. Un muchacho se le acerca para plantearle su drama y el de muchos de sus compañeros, el no poder estudiar la secundaria porque no la hay en el puerto. La paisana calentana, nacida en Nicolás del Oro, le ofrece que hará todo lo posible por lograr la creación de una y lo logra. Con su nombre será inaugurada en mayo de 1963.

Cenapred

El Tara, según el Centro Nacional de Prevención de Desastres, figura entre los siete ciclones más letales y destructivos del siglo XX, por arriba incluso del Paulina, que tocó a Acapulco en octubre de 1997.

Wilfrido Fierro Armenta

Cronista de Atoyac de Álvarez, don Wilfrido Fierro escribió una crónica sobre el paso del Tara por esa población, integral, intensa dramática. De ella espigamos algunos renglones:
“La tempestad aumentaba poco a poco su intensidad; a las 12 de la noche se cortó el servicio eléctrico a causa de la caída de un poste de fierro, junto al río. La población quedó a oscuras y el ciclón agudizó su furia entre las 12 de la noche y la madrugada de ese domingo. Los muros de ladrillo del segundo piso de la escuela Juan Alvarez, en construcción, fueron arrancados por la fuerza del viento y el agua. El terror se apodera de la población”.
“El huracán fue menguando su fuerza a medida que amanecía. Ya con la luz del día cundirá la alarma porque la carretera Acapulco-Zihuatanejo estaba totalmente destrozada y por tanto no había servicio de camiones. Al mismo tiempo, el pueblo se entera de la tragedia que vivía la familia del maestro albañil Armando García Alarcón, cuya casa había sido arrastrada por la corriente. La familia se protegía precariamente detrás del brocal de un pozo de agua y estaba a punto de rebasarlo. La gente atestiguaba aquel intenso drama sin poder hacer nada…
“Como a la 10 de la mañana surge un grito desgarrador de los presentes al caer un árbol enorme sobre el muro protector, lanzando a la familia a la corriente. Desaparecen don Armando, su esposa Isabel Pérez, su niño de pecho y dos hijos mayores, Jorge de 8 y Armando de 7… Cuando ya se llora la desaparición de la familia García, llegan noticias de Corral Falso: el maestro Alarcón y sus hijos Jorge y Armando, rescatados de la corriente por los lugareños. No así doña Isabel y su pequeño.

Las cifras del desastre

Las cifras letales de Tara se moverán siempre en ascenso a partir del mismo día del meteoro y hasta el 19 de noviembre de 1961. En esta fecha el Ejército mexicano da a conocer lo que se tendrá como cifra oficial: 436 defunciones, 300 desaparecidos y miles de damnificados. Por lo que hace a los daños materiales, se calculó en 300 mil el número de palmeras destruidas y en 10 mil cabezas de ganado las desaparecidas.
La carretera Acapulco-Zihuatanejo quedó trozada desde Zacualpan a San Luis, siete cortes entre Tecpan y San Luis e inutilizados los puentes de San Jerónimo y Tecpan.

¿Por qué Tara?

Tara: “estrella”, en sánscrito. Legendaria colina de Irlanda.
Defecto físico. Parte del peso de una mercancía que sólo corresponde al envase. Tarja. Nombre del rancho georgiano de la familia O’Hara, escenario de la película Lo que el viento se llevó, con Vivien Leigh y Clark Gable (1939.).
Nombre del teatro y el aeropuerto de Georgia (EU). Tema musical. Nombre femenino proscrito del santoral mexicano.