EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El tempo narrativo, trabajo de lo imprevisible

Federico Vite

Junio 07, 2022

T omás Nevinson (España, Alfaguara, 2021), la más reciente novela de Javier Marías, obtuvo hace unos días en Italia, gracias a la traducción de Maria Nicola, el premio Gregor von Rezzori en la ciudad de Florencia, un galardón concebido y organizado por la Fundación Santa Maddalena. La versión italiana de esta novela fue publicada por la editorial Giulio Einaudi.
El jurado destaca lo siguiente: “Javier Marías ha transformado la historia de espías y, escarbando desde dentro, ha redescubierto las raíces de la novela psicológica. Tomás Nevinson nos mira y nos preocupa. Es un personaje reflexivo que ha comprendido que en el engaño de los que viven disfrazados hay una puerta oculta a nuestras verdades más profundas. Vivimos en un mundo que no tiene intención de frenar: los atajos parecen convertirse en los únicos caminos posibles y en la prisa por llegar al punto, dar en el blanco se hace cada vez más difícil. Libro a libro, Javier Marías ha demostrado que la novela aún tiene el poder de torcer ese ritmo del mundo, de ralentizarlo hasta casi detenerlo. Pero no es sólo una cuestión de ritmo y ni siquiera el simple deseo de ir a contracorriente. Se trata más bien de la necesidad de un tiempo diferente, el tiempo necesario para profundizar, casi una advertencia que nos recuerda que debemos seguir cultivando pensamientos amplios”.
Después de leer esta aseveración pienso en la técnica con la que Marías desarrolló Corazón tan blanco (1992); después, la habilidad con la que construyó el tempo narrativo de Mañana en la batalla piensa en mí (1994). El trabajo del español es atractivo. Sin duda. Pero si agrego un título más, Tu rostro mañana (2002), acepto que es complicado, por el nivel de escritura vertido ahí, que un autor sea capaz de igualar ese titánico proyecto de mil 300 páginas. Más que narrar, literalmente hipnotiza a los lectores con frases largas (casi faulknerianas) y construye el tempo de una forma singular. No es Marcel Proust, claro, pero su labor es encomiable.
Marías tiene virtudes, pero más aún, lecciones que dar; por ejemplo, notamos que sus desplazamientos narrativos lucen más en novela, no en el cuento, donde se necesita ser conciso e intenso. La intensidad, para este novelista, radica en el efecto de la narración y ese efecto lo lleva a la creación de un tempo paralelo. Reordena el devenir del tiempo, ese es el aporte de este autor.
Permítame meter al texto una conversación reciente entre el autor español y el narrador, traductor y ensayista italiano Claudio Magris. Charlaron acerca de Tomás Nevinson. En la plática, transmitida el pasado 20 de mayo por el canal de televisión RAI 1 de Italia, Magris comenta generosamente el trabajo de Marías e incluso asevera que es uno de los escritores vivos más sobresalientes de Europa. Hablan en italiano y se nota que son amigos. Magris recuerda lo que el extraordinario ensayista Pietro Citati dijo sobre Mañana en la batalla piensa en mí: “El más trascendente de los libros actuales”. Pero déjame decirte algo, agrega Magris, “tu trabajo no conoce obstáculos. Es de un alto nivel de escritura. Siempre te metes en dificultades, pero siempre sales a flote”.
Asevera que la obra de Marías tiene como eje fundamental la vida marital (el azar, la duda y la sospecha). En este caso, pregunta, ¿cómo trabajaste este libro? (habla de Tomás Nevinson). Marías, para sorpresa de mucha gente que concibe a los novelistas como personas ordenadas y programáticas, asegura que no tenía todo la historia en mente, sólo empezó a escribir; de hecho, empezó a escribir la historia y repentinamente se dio cuenta que la vida de ese personaje era profundamente atractiva, pero no tenía planeado nada. “Sólo escribía y dejaba que poco a poco la historia del personaje principal comenzara a desarrollarse”, dijo Marías.
Puesto así, pareciera que escribir una novela es una actividad similar a la de soñar. Se colocan las manos en el teclado y se mira fijamente la pantalla. Literalmente se trata de una proyección mental. Tal vez a esto, avanzar entre ideas hasta cincelar una novela con palabras, se deba que el tempo narrativo de Marías es singular. Él lo explica mejor: “Esta manera de volver a la escritura cada mañana consiste principalmente en mantener un pensamiento durante muchos años, yo escribo con una brújula, no sé exactamente para dónde voy. Sé muy poco de la historia que voy a contar. Uso la brújula. No conozco la calle por la que voy a andar, entonces, empiezo a conocer mucho más el sitio por el que debe correr el personaje. Otro aspecto es que no cambio nada de la novela, ni en la página 20 ni mucho menos en la página 200; pero no cambio, como lo hacen muchos autores, porque me atengo a lo que se ha escrito. Es decir, me atengo a lo escrito como si lo hubiera vivido. Me gobierno por ese principio de conocimiento que gobierna la vida. Aunque hay pequeños cambios en las correcciones, claro, pero no modifico la historia ni los personajes. Soy esclavo de todo lo que he dicho, así que todo eso que voy narrando me conduce a la obligación de improvisar, porque obviamente yo no sé qué ocurrirá”.
Marías afirma que ese método de escritura no es recomendable. “Es un método suicida para un novelista, pero a mí me ha funcionado porque me interesa el trabajo de lo imprevisible”.
No conoces los obstáculos, asevera Magris. “En tus novelas se existe cuando se inicia la narración. La existencia sucede mientras cuenta el narrador la historia, es como un continuo retorno a casa con largas paráfrasis, con mucha habilidad estilística. Por todo esto tu trabajo posee un valor único”, expone el italiano.
Finalmente, Marías reflexiona al respecto: “Yo escribo de cierto modo, de este momento, por ejemplo, cuando alguien está a punto de asesinar a una persona, pero no me decido en este momento a matar al personaje, sino que apelo al olfato del autor, a moverme dentro de la narración y entender qué hay tras esa escena y tras los personajes, al final tomo un camino. Como puede verse, la ignorancia del lector es la ignorancia del autor”.
“No debo sumarle a la terrible historia del mundo otra similar, ¿para qué quiero darle una idea horrible a otra persona? Este hecho no sólo es responsabilidad de un escritor sino también de un individuo también. Yo narro para mostrar el misterio. Para señalarlo con la vida. Esto es suficiente, por lo menos, para mí”, concluye el español.
Los conversadores se despiden afablemente del auditorio. Quizá es el momento de entender que para Javier Marías el acto de escribir resulta casi casi inefable.