EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

El terrorismo, entre la guerra y la paz

Eduardo Pérez Haro

Noviembre 17, 2015

Para Guadalupe Alvarado.

Francia en la expresión de su gobierno advierte que ante la agresión terrorista actuará sin piedad y al otro día bombardea los depósitos de agua para matar con bombas o de sed en los territorios sirios.
Los lamentables y muy condenables acontecimientos criminales acaecidos el pasado viernes 13 en París, corren el riesgo de sembrar encono y animar violentas reacciones que a su amparo parecieran justificarse como si los pueblos alojados en los territorios ocupados por el Estado Islámico o los que están en sus proximidades fuesen directos responsables, y juzgarlo de esa manera equivaldría a justificar el crimen al que fue sometida la población parisina so pretexto de que ésta respalda el bombardeo francés, ruso o estadunidense sobre segmentos del pueblo de Siria.
¿Cuál es la justificación de la confronta? ¿La defensa de un dios o la defensa de la libertad? ¿En nombre de quién resulta justificado? ¿La fe o la democracia se defienden con las armas? ¿Qué no es al revés? ¿Qué acaso la fe y las democracias no se prefiguran y se defienden como actos de la humanidad contra la violencia? ¿Quién pone los muertos, los gobiernos de uno u otro bando o los pueblos? ¿Quiénes son las víctimas?
Las preguntas son innumerables pero en principio, la condena de los hechos acaecidos en París y la solidaridad con el pueblo francés no puede confundirse con una reacción de odio y proceder a castigar con formas violentas iguales o peores. Que lo hagan las partes en conflicto, los yihadistas y los gobiernos de Siria y de las potencias externas Estados Unidos, Francia, Rusia… resulta imposible de frenar porque responde a la lógica que los tiene inmiscuidos desde antes de estos hechos, pero es importante que la condena de los recientes crímenes y el duelo no sirvan de acicate para animar la continuidad de sus guerras y mucho menos confundir la fe sembrada en el alma de los pueblos como una razón. Ningún dios está en esto.
Los gobiernos, los medios de comunicación y los panegiristas se desfogan de una manera grosera y sin decoro, trastocando el sentimiento de reprobación y solidaridad para llevarlo a la construcción de animadversiones con las cuales justificar la persistencia y prolongación de la guerra y/o del terrorismo. Literalmente lucran con el dolor de los pueblos (déjeme decirles, entre paréntesis, que al querer informarme de los hechos del pasado viernes 13, sintonicé un programa, y luego otro, en los afamados canales del duopolio televisivo de México y me encontré que proyectaban una imagen, y se iban por largos tiempos a anuncios comerciales para aprovechar nuestro interés informativo y promover El buen fin”. Incrédulo de lo que estaba viendo y viviendo permanecí cerca de una hora para corroborar que no era falso, las televisoras y sus patrocinadores se montaron sobre la tragedia para promocionar las ofertas… iban y venían de una manera exagerada en esa ilógica y despropósito informativo y arteramente abusivo y lucrativo, increíble pero cierto).
La guerra en Siria como la de Irak, Afganistán o Ucrania han sido escenarios de controversias de los poderes locales y de las potencias externas desbordadas por la fuerza de sus competencias sobre los recursos que se asientan en esos territorios y/o por la importancia territorial dada su localización estratégica en el posicionamiento geográfico comercial, político y militar. Son en síntesis áreas de disputa geopolítica y ahí están otros escenarios de conflicto y alta tensión en Medio y Lejano Oriente, Asia Meridional y África pero la asimetría de fuerzas en combate se abre paso para encontrar otras formas y terrenos como lo hemos atestiguado desde los años 90, los atentados del 11 de septiembre de 2001, de Atocha en España 2004, Bombay en 2006 o los recientes hechos criminales de París. En ningún caso es asunto explícito, abierto, definido y asumido por los pueblos sino por la querella de poderes.
Esta es la modalidad cruenta de la disputa por los controles de la riqueza y el predominio político-militar, aquí no hay ni dios, ni justicia de por medio como tampoco la hay en el escenario de la paz que es espacio del sojuzgamiento y la desigualdad. París recibe el golpe del Estado Islámico a la vez que se revalida como escenario de la reunión del G20 para refrendar el curso de las decisiones que acomodan los sitios de cada uno de los países que lo integran y dar prevalencia a los intereses económicos y políticos en el momento crítico de la globalización neoliberal.
Ahí han tomado asiento los 20 países que concentran el 85 por ciento de la riqueza mundial poniendo en evidencia la marginalidad de dos terceras partes de las naciones del mundo y que viven con el 15 por ciento de la riqueza total, y son estos países del G20 los que representan la línea del sobrendeudamiento de las naciones que es el de los pueblos que quedan comprometidos por generaciones para resarcir los fondeos y el remate de las empresas que los Estados nacionales han asumido so pretexto de animar y reanimar al sector financiero bajo el argumento de que es este sector, y ningún otro, el depositario de la dinámica de la inversión con la que se pretende aumentar el empleo y asegurar el crecimiento económico, pero que en la práctica sólo ha dado prueba de la concentración y centralización del dinero y del trabajo futuro entre los dueños del mundo que ni siquiera osan dar la cara, ni en la guerra ni en la paz.
Por supuesto sus nuncios, apoderados, emisarios en calidad de presidentes guardan un minuto de silencio por los muertos y se disponen a colocar una agenda para el crecimiento, el apoyo a las pequeñas empresas, el realce de la mujer en el trabajo, bla, bla, bla, una manera de encubrir formas suaves o duras, según del país de que se trate, parlamentarias o imperiosas, políticas o arbitrarias de subordinar el trabajo sin reconocerle mérito alguno en su contribución en la generación de bienes porque se arguye que el riesgo es del que asume el crédito que no es otra cosa que la seguridad de que luego será retribuido en efectivo otra vez, por el trabajo productivo y cuando en lugar de reinvertir los dueños de las ganancias apuestan y fallan en sus juegos especulativos no importa porque al final los fondean con recursos públicos que los vuelve a pagar el trabajo. En fin, que se escamotea el juego de partes en la generación de la riqueza y por tanto la distribución del ingreso, y en el fetichismo de la generación de la riqueza se construye la estratagema de la buena voluntad del patrón y la mala suerte del trabajador y peor del que no trabaja.
Tras este hábito, el capitalismo contemporáneo ha sido remitido a un estado de entrampamiento por los detentadores de la riqueza y del poder político y militar, pues si bien las crisis podemos entenderlas dentro de los ciclos de reordenamiento y refuncionalización de la reproducción del capital ahora resulta que éstas son provocadas por cuanto se les evita como crisis de sobreproducción de las ramas y productos, cerrándole el paso a la innovación y el relevo correspondiente por parte de nuevos productores independientes con lo que no se cede a la quiebra por incompetencia sino que, empresas y productos predominantes en los mercados, se porfían como poderes económicos al amparo del poder político y coartan el reordenamiento de las ramas y productos, esto es, bloquean la ampliación del mercado, esta es la lógica de la centralización que no sólo del monopolio, es decir, de la competencia asimétrica entre los grandes y, los medianos y pequeños empresarios, y que se sucede al amparo del sistema financiero y el sistema político.
En el tiempo actual la riqueza no se obtiene por explotación simple del trabajo, sino por la explotación por debajo del pago mínimo para la subsistencia y de ahí que no se privilegia la competencia por el desarrollo tecnológico productivo sino por el abaratamiento del costo del trabajo mediante la eliminación de la seguridad social y tampoco se gana por competencia sino por apalancamiento financiero, y el endeudamiento correspondiente no se asume como base de la innovación y ampliación del mercado sino como mecanismo para resarcir pérdidas. En resumen, un capitalismo fuera de regla y de su propia lógica, un enriquecimiento fuera de los cánones del capitalismo mismo, ciertamente, como se ha dado en llamar un capitalismo salvaje.
Unos más y otros menos pero prácticamente todo el mundo está sumergido en esta dinámica, la crisis que abre en Estados Unidos en el 2008 y que desde entonces extiende sus coletazos a todo el mundo, ahora no sólo se remite a los recientes episodios de Grecia y China, ahí persiste en la Eurozona, se mantiene la crisis de Japón y se abren las dificultades en Canadá, retrocede Brasil y se complica Turquía, en fin que enlistar las referencias podrían agotar el espacio pero digámoslo en una expresión rápida: la vía del endeudamiento crece por parte de los países con mayor fuerza económica (G20) y la dinámica de crecimiento económico disminuye, ¿cómo es eso? ¿Qué acaso no estábamos en el entendido de que financiamiento, es igual a inversión y que inversión es igual a crecimiento y que crecimiento es igual a empleo y empleo es igual a consumo y que consumo es mejor nivel de vida?
La FED de Estados Unidos hace cosa de semanas apenas decidió que no elevaría la tasa de interés del financiamiento reconociendo que en ausencia de esa ayuda monetaria las economías “harían agua”, y ahora sin que los indicadores que lo fundamentaron se hayan corregido se advierte de la decisión en contrario, pues resulta que los niveles de endeudamiento se tornan impagables. Al decir de los análisis del destacado analista Antonio Rojas Nieto, Estados Unidos debe más del equivalente al 300% de su PIB, calcule usted que el escándalo en Grecia fue porque este país, veinticinco veces más pequeño, debía cerca del 200% de su PIB. México según el Programa Nacional para el Financiamiento del Desarrollo inició el régimen de gobierno actual con una deuda pública del orden del 33% pero entre su bajo dinamismo de crecimiento económico y la devaluación del peso frente al dólar se ha incrementado por encima del 50%, pero eso no es lo más grave pues bien se dice que aún está en niveles administrables y en comparación con los niveles de endeudamiento como los arriba señalados habremos de aceptar que lo es y que no hay porqué alarmarse, empero, ello puede ser siempre que hubiese una expectativa de crecimiento más dinámico y lo cierto es que no la hay.
Nos sorprenden las atrocidades de la guerra, pero la paz bajo estas condiciones no es menos cruenta y no menos sanguinaria como en México que está fuera del conflicto bélico con el yihadismo pero no puede negar las decenas de miles de asesinados y desaparecidos en la guerra contra el crimen organizado ni la inseguridad y la zozobra por el desempleo y la pobreza, como tampoco se puede sustraer de la ausencia de condiciones y directrices para salir del atraso a la vez que se sumerge en una severa crisis institucional. Puedo evitar el encadenamiento de los signos negativos y expresar una mezcla con los resultados de las reformas estructurales pero dígame usted cuáles que se puedan encadenar en forma equiparable al peso de los problemas o al tamaño de las expectativas creadas, cuáles sin ser frases hueras o afirmaciones sin sustento y no quiero citar las expresiones del discurso oficial porque siento pena ajena. Se lo digo sinceramente, ¿cuál reforma le gusta? ¿la laboral o la fiscal?, ¿la educativa o la energética?, ¿o la del campo que se comprometió y al final no se quiso llevar a cabo?
Lo más delicado sin embargo –ya lo hemos expuesto pero regresaremos sobre el caso si los acontecimientos no nos rebasan, como suele suceder, las guerras y la violencia– es que la centralización financiera y del poder político no hallan como contrapartida la fuerza de la sociedad sobre la democratización de los medios de comunicación y los contenidos de la información y la formación, que deberían de estar en un primer plano dentro de una estrategia de formación del capital social como depositario del avance democrático, pues en ausencia de este tipo de elementos como premisas la democracia queda expuesta a un juego formal y burocrático que más temprano que tarde se fractura y se colapsa para regresarnos al punto que hemos descrito y comentado.

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