EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El tiempo de una “superliteratura”: el testigo debe hablar

Tryno Maldonado

Febrero 02, 2021

METALES PESADOS

En su discurso de aceptación del Nobel de Literatura de 2015, la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich afirmó: “Después de la guerra, el filósofo Theodor Adorno escribió, en estado de shock: ‘Escribir poesía después de Auschwitz es bárbaro’. Nada puede ser inventado. Debes presentar la verdad tal como es. Se requiere una ‘superliteratura’. El testigo debe hablar.”
Durante la guerra que México ha experimentado a lo largo de los últimos 14 años –a partir de la gradual militarización de las calles de todo el país por Felipe Calderón y la culminación de su proyecto con la constitucionalización de la Guardia Nacional en labores policiales durante la presente administración federal–, al cabo de más de 140 mil asesinatos dolosos, más de 40 mil desapariciones forzadas, la pregunta de Adorno traída por la maestra Alexiévich se vuelve más que pertinente en nuestro tiempo y en nuestros territorios: ¿hacer literatura en este contexto de guerra podría ser calificado como una acción bárbara y ya no un ejercicio civilizatorio?
Y es que, hacer literatura en México significa hacerlo dentro de una espiral de violencia ingobernable; en el país más peligroso para ejercer el periodismo; en un país donde son asesinados decenas defensores de derechos humanos y del territorio cada año, y en donde en Oaxaca, por poner un contexto donde esta guerra se presenta más cruenta, han sido asesinados 25 defensores desde 2017 (14 de ellos, sólo durante 2020).
El caso de horror más reciente ocurrió el pasado 23 de enero. Fue asesinado con disparos de arma de fuego y a plena luz del día el defensor comunitario Fidel Heras Cruz. Él tenía el cargo de presidente del Comisariado Ejidal de Paso de la Reyna, además de ser miembro activo del Consejo de Pueblos Unidos por la Defensa del Río Verde (Copudever). Lo mataron en la comunidad La Esperanza, perteneciente al municipio de Santiago Jamiltepec, Oaxaca. En un comunicado emitido por las autoridades de la localidad y organizaciones que las acompañan, denunciaron que “no se descarta un móvil político en esta ejecución, debido a su activa defensa del territorio y del Río Verde. Además de los antecedentes de defensa del territorio en contra de la construcción del Proyecto Hidroeléctrico Paso de la Reina y del Proyecto Hidroeléctrico Río Verde”, el cual fue retomado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador desde febrero del año pasado.
Dos días antes de su cobarde asesinato, Fidel Heras había recibido una amenaza anónima en la entrada del comisariado, por lo que dio parte a la Policía Municipal. Como en decenas de casos similares, esto no evitó que Fidel fuera asesinado.
Lo que Svetlana Alexiévich reconoce como una “superliteratura” para relatar estos horrores sistémicos de arriba contra los abajos, no tiene nada que ver con aquello que la derecha tilda de “superioridad moral” en quienes, además de ejercer la escritura, han acompañado luchas y movimientos de los pueblos, de las víctimas y de esos abajos. Una superliteratura estaría más avecindada a restituir la dignidad y la verdad de la palabra cuando el trauma que vivimos como pueblos hace mucho que nos ha dejado desapalabrados. En un país que todas las mañanas recibe soliloquios oficiales plagados de mentiras, que monopoliza la palabra y la pervierte, y que concita a la división y a la violencia, es la hora del testigo de hablar. De tomar la palabra.
Durante el conversatorio zapatista Miradas, escuchas, palabras: ¿prohibido pensar?, realizado en 2018, la periodista Marcela Turati aventuró la idea de que, a falta de un sistema de justicia secuestrado por el poder, a falta de verdad y memoria, en México son las y los periodistas quienes están llevando a cabo una especie de comisión de la verdad en tiempo real en medio de todo este horror.
Y valdría retomar, por tanto, como provocación para complementar la idea de esta superliteratura, otro fragmento del discurso de Svetlana Alexievich: “Las palabras de Nietzsche me vienen a la mente: ‘Ningún artista puede vivir sobre la realidad. Él no puede elevarla’. Siempre me preocupó que la verdad no cupiera en un solo corazón, en una sola mente; que la verdad estuviera astillada de alguna manera. Hay mucho de eso, es variado, y está sembrado sobre el mundo. Dostoievski creía que la humanidad sabe mucho, mucho más sobre sí misma de lo que ha registrado en la literatura. Entonces, ¿qué es lo que tengo que hacer? Registro la vida cotidiana de los sentimientos, pensamientos y palabras. Registro la vida de mi tiempo. Estoy interesada en la historia del alma. La vida cotidiana del alma, las cosas que el panorama general de la historia usualmente omite o desdeña. Yo trabajo con la historia que falta. A menudo me han dicho, incluso ahora, que lo que escribo no es literatura, que es un documento. ¿Qué es la literatura hoy en día? ¿Quién puede responder a esa pregunta?”.