Arturo Martínez Núñez
Marzo 13, 2018
Como cada seis años, Acapulco se convirtió en la pasarela de los aspirantes a la Presidencia de la República en el marco de la 81 Convención Bancaria. Los seis aspirantes que seguramente estarán en la boleta electoral –en espera de que el INE determine la viabilidad de las solicitudes de registro–, se presentaron ante los llamados capitanes de las finanzas, la banca y la hacienda pública.
La mayor expectativa la suscitó Andrés Manuel López Obrador, el candidato que menos se ha acercado a este sector y al que muchos de los empresarios y financieros consideran una especie de bestia negra anti sistema. Anaya era también una interrogante para los banqueros mientras que José Antonio Meade (Pepe para la mayoría de los convencionistas) era el hijo pródigo que regresaba al seno materno. Meade es uno de ellos. Es un hombre de la hacienda y las finanzas. Un hombre de números, estadísticas y diagnósticos. Un político de Power Point.
Sin duda Meade arrasó con el aplausómetro. Anaya fue decepcionante. Desperdició una oportunidad dorada para presentarse como estadista y prefirió ser el conferencista que parece estar anunciando la venta de un producto novedoso.
López Obrador fue recibido con sequedad. Prácticamente no generó aplausos. Sin embargo logró exponer las líneas generales de su proyecto más como un jefe de Estado que como un merolico vendedor. Con claridad afirmó que mantendrá el régimen de propiedad de la banca y los invitó a ampliar la cobertura de los servicios bancarios a la totalidad de los municipios del país. Ya en la ronda de preguntas y respuestas, López Obrador reiteró que esta es la última vez que compite por la Presidencia y recomendó que se garantice la legalidad de las elecciones porque, dijo, “si se atreven a hacer un fraude electoral, yo me voy también a Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre, el que suelte el tigre que lo amarre, ya no voy a estar yo deteniendo a la gente”.
Anaya se registró ante el INE como candidato de la coalición Por México al Frente, y en su discurso, rodeado de gobernadores panistas, retó, con un lenguaje misógino y machista, a debatir a López Obrador, “a ver si tiene los pantalones”. Meade le hace segunda y reta también a AMLO pidiéndole “¡éntrale!”. A todos los retos, embates y bravuconadas, López Obrador contesta con fotos con su esposa “echando novio…”.
El clima político sigue enrarecido. Pero no es López Obrador el que atiza el fuego. Son todos los demás aspirantes los que buscan lograr que Andrés Manuel se enganche en un pleito de cantina, donde no tiene nada que ganar.
Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones: la estrategia de Andrés Manuel debe de ser la de no voltear a ver a sus seguidores que lucen cada vez más lejanos. Anaya debe de aclarar el origen de los recursos que tiene y prepararse ante las nuevas acusaciones que seguramente surgirán en fechas próximas. Meade debe de acabar de encontrar un tono, un mensaje y un adversario. Pero debe de enfrentarlo él mismo y no a través de sus pilmamas, Nuño y Ochoa o con el apoyo de la PGR, la UIF y los Estados Unidos de América. Meade es el niño bueno del salón que es protegido por sus hermanos mayores, rudos y agresivos, que no permiten que el chamaco meta las manos y se defienda por sí mismo. La sobreprotección causa tanto daño como el abandono, en el desarrollo de un menor.
Margarita Zavala parece comenzar a recoger como ganancia, las pérdidas de Anaya. La encuesta de Parametría la sitúa ya en dos dígitos, de cara al inicio formal de las campañas. El Bronco y Ríos Piter siguen sin despuntar aunque no hay que menospreciar la habilidad de ambos que han demostrado ser buenos polemistas y que sin duda harán buenos debates que los pueden situar en lugares interesantes de la carrera.
Para la elección presidencial falta mucho, dicen algunos; está a la vuelta, dicen otros. La realidad es que de noviembre a la fecha, la única cosa que se ha modificado es la ventaja del puntero.
Mi impresión es que si Andrés Manuel López Obrador logra romper el techo de los 40 puntos, podemos prepararnos para ver una victoria inédita en el orden de los 45 puntos porcentuales. De ser así, López Obrador conseguirá la legalidad y legitimidad necesarias para transformar al país.