Humberto Musacchio
Mayo 26, 2016
A falta de pan, abundancia de circo. Así puede sintetizarse el levantamiento de esa gran carpa pomposamente llamada “Asamblea Constituyente”, la que según sus publicistas dará a los habitantes de la capital la felicidad y los bienes divinos a que estaban predestinados, sobre todo ahora que ya no existe el Distrito Federal, aunque en la papelería de múltiples instituciones, empezando por la Asamblea Legislativa, todavía aparezca el difunto en lugar de la sigla absurda e incomprensible: CDMX.
Precisamente cuando los índices de popularidad del jefe de Gobierno andan por los suelos, se ofrece a los capitalinos este remedo de Congreso en el que, para empezar, los habitantes de la Ciudad de México han sido tratados como menores de edad, como seres incapaces de gobernarse por sí mismos y de establecer las reglas de ese gobierno.
Como en los viejos tiempos de la regencia, un poder externo le dice a los chilangos quiénes son y les mutila derechos. De los cien diputados que tendrá la asamblea, cuarenta de ellos –¡sí, cuarenta!– lo serán por dedazo y sesenta serán elegidos por un método ajeno a nuestro sistema electoral, que mísero, oneroso y propicio a las trampas, es finalmente lo que la sociedad mexicana había construido.
El dedazo permitirá que el Senado, la Cámara de Diputados, el Presidente de la República y el jefe de Gobierno de la ciudad escojan a 40 de “nuestros diputados”. Por supuesto, con ese procedimiento el PRI se sirvió con la cuchara grande y tendrá seis constituyentes por el Senado, seis por la otra cámara, los que designe el Ejecutivo federal y hasta algún colado en la lista de Mancera. A eso habrá que agregarle los constituyentes de dedazo del Panal y los del partido letrina, el PVEM, más los que puedan ganar éstos partidos y el PRI en la elección del restante 60 por ciento, lo que puede darle al tricolor derecho de veto y obligará a redactar una Constitución al gusto de la cleptocracia.
En menor medida, pero también el PAN se ha visto beneficiado con las curules de regalo. El perdedor más grande es el PRD, que recoge apenas migajas, mientras que a Morena, el partido mayoritario en la capital, como un adelanto de lo que veremos en 2018 no le dieron ni una sola de las posiciones de dedazo.
Para la asamblea de marras, los habitantes de la capital con derecho a voto no podrán elegir a representantes por distrito o por delegación. Nada de eso: la elección se hará por planillas y habrá que escoger de entre las que presenten los partidos. Los candidatos independientes, sean de izquierda, derecha, centro o del más allá, entrarán todos en el mismo saco, de modo que quien vote por ellos estará sufragando por una ensalada ciertamente indigesta.
Un agravio más a la población capitalina es que la elección no la organiza el Instituto Electoral del Distrito Federal, sino el INE. Es lamentable, no porque el IEDF sea garantía de imparcialidad, pues es una oficina más del gobierno perredista a juzgar por su actuación en 2015. Lo irritante es que quienes están moviendo el tinglado no cedieron ni siquiera en un punto tan elemental, lo que exhibe el desprecio del priismo por la población de la que fuera alguna vez la región más transparente del aire. Desde luego, ese atraco ha sido convalidado por el señor Mancera y el PRD, que en su desesperada guerrita contra Morena se agarra de las faldas del PRI pensando en sobrevivir.
El resultado de tanta canallada será un altísimo abstencionismo, que de acuerdo con algunas encuestas puede llegar a 85 por ciento. Como podemos ver, hay razones sobradas para que los capitalinos den la espalda a la malhadada asamblea que no será constituyente, porque la entidad conocida como CDMX ya la constituyó el Congreso de la Unión. En todo caso, algunos ilusos quieren que en el documento dizque fundacional se incluyan algunos derechos que ya tienen los antiguos defeños.
Por lo pronto, de acuerdo con las cifras dadas a conocer, el chistecito costará a los contribuyentes cerca de 700 millones de pesos, lo que es un derroche inadmisible en una ciudad mal iluminada, insegura, llena de baches y tapizada de basura. Es, como puede verse, mucho gasto para tan pobres resultados. La razón es que a la gente de la ciudad capital, la más ilustrada y politizada del país, ya no le pueden suministrar atole por medios digitales. Es una población adulta y los políticos y sus partidos tendrán que aprender a respetarla.