Gaspard Estrada
Abril 03, 2019
El 31 de marzo se cumplieron 55 años del golpe militar en Brasil, en contra del gobierno del presidente João Goulart, a manos del ejército. Paradójicamente, más de cinco décadas después de este acto que estuvo al origen de una dictadura militar sangrienta que duró 21 años, la fuerza castrense ha vuelto al poder por la vía democrática. Un ex coronel, Jair Bolsonaro, y un ex general, Hamilton Mourão, fueron elegidos por más de 57 millones de brasileños, el pasado 28 de octubre. Sin embargo, a pesar de tener este mandato popular, los brasileños no votaron para regresar a una dictadura: votaron en contra de los políticos y de la política, en el contexto de una triple crisis, política, económica y social.
No obstante, para Jair Bolsonaro y su gabinete, este mandato popular es una posibilidad de decir cualquier cosa. De hecho, eso fue lo que hizo el ex capitán del ejército durante sus casi 30 años de mandato como diputado federal. A pesar de no haber presidido ninguna comisión parlamentaria ni haberse involucrado en la vida del Congreso (sólo presentó dos proyectos de ley durante este periodo), Jair Bolsonaro fue ganando acceso a los medios de comunicación a través de sus comentarios racistas, homofóbicos y favorables a la dictadura militar. En 2016, cuando Dilma Rousseff fue destituida por el congreso (compuesto en buena medida por políticos acusados de corrupción, lo cual nunca fue el caso de la presidenta defenestrada), Bolsonaro aprovechó la tribuna para rendirle tributo al coronel José Luis Brilhante Ustra, el miembro de los servicios de inteligencia que capturó y torturó personalmente a Dilma Rousseff. En los hechos, fue usando ese lenguaje de odio que Bolsonaro logró capturar un segmento del electorado brasileño, en particular de clase media, profundamente resentido socialmente con los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), fundado por Luis Inácio Lula da Silva en 1980. A raíz de la destitución de Dilma Rousseff, Jair Bolsonaro se volvió líder en las encuestas de opinión, únicamente por debajo del ex presidente Lula da Silva.
El problema para él es que ya no está en campaña, sino que es el presidente de la principal potencia de América del Sur. Por ende, sus llamados a conmemorar el golpe militar de 1964 no sólo han causado repudio y espanto, sino que dejan claro hasta qué punto las élites políticas y económicas estuvieron dispuestas a entregarle el poder a un individuo notoriamente no preparado, arrogante y profundamente autoritario, en aras de impedir el regreso al poder de Lula y del PT. En efecto, no sólo Jair Bolsonaro era conocido por sus múltiples desplantes frente a los periodistas, sino que el patrimonio de su familia se ha ido multiplicando de manera poco clara, en particular a través de transacciones inmobiliarias obscuras. Durante la campaña electoral, los medios, aprovechando que Bolsonaro fuese objeto de un atentado que casi le costó la vida, dejaron de lado el escrutinio que deberían hacer a cualquier candidato serio a la presidencia de la República. Sin embargo, poco después de su victoria en las urnas, el periódico Folha de São Paulo reveló que un asesor de su hijo Flavio Bolsonaro, había durante varios años retenido ilegalmente buena parte de los salarios de sus colegas, para después transferirlo a cuentas bancarias de su jefe, el hijo de Jair Bolsonaro, así como de la actual primera dama de Brasil. Para evitar que este escándalo, a todas luces contrario al discurso moralista de Jair Bolsonaro durante la campaña presidencial, se transformara en una crisis política de mayor dimensión, el presidente de Brasil ha apostado en la descalificación sistemática de sus adversarios, e incurrido en atrocidades verbales, como considerar que el “Nazismo es un movimiento de izquierda”, lo cual fue vehementemente repudiado por historiadores de numerosos países. La conmemoración del golpe militar de 1964 va en el mismo sentido. Esperemos que, a raíz de la incompetencia notoria del presidente de Brasil, no tengamos que vivir de nueva cuenta una intervención militar en ese país. Sería un desastre para Brasil, para América Latina, y para el mundo.
Twitter: @Gaspard_Estrada
* Director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.