EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El único refugio es la resistencia

Federico Vite

Julio 09, 2019

 

Después del apoteósico Manual para mujeres de la limpieza, Lucía Berlín aparece de nuevo en el continente literario con Una noche en el paraíso (Traducción de Eugenia Vázquez Vicarino. Alfaguara, México, 2019, 282 páginas). La editorial reúne 22 cuentos escritos por Berlín durante una década; desde 1980 hasta 1990. Se trata pues de textos francamente autobiográficos. Retoma recuerdos de la infancia en Idaho, en Montana y en Kentucky; visita su adolescencia en Santiago de Chile y expone, como un libro abierto, los vicios que marcaron su etapa adulta en El Paso, en Nueva York, en California y obviamente en México.
Una noche en el paraíso tiene un prólogo de Mark Berlín, hijo de la autora, quien también ya falleció. Ese hecho se lee como una mirada morbosa a la intimidad de la autora, es innecesario en el libro, pero se entiende que una editorial quiera sacarle jugo, todo el jugo posible, a una estupenda escritora (muerta desde hace 15 años pero “rescatada” del anonimato gracias a la publicación de Manual para mujeres de la limpieza en 2017). Aparte de eso, este volumen confirma que Berlín es una escritora irrepetible y contundente. Se interesó por sondear su tiempo y desmenuzarlo en fragmentos que hablan mucho de los comportamientos femeninos de aquellos años, se trata de las ruinas de una civilización que ya no existe.
Los textos aquí reunidos desnudan los vicios de madres alcohólicas que cumplen con sus labores domésticas de manera impecable. Retratan a los maridos que abandonan sus esposas e incluso las matan o las marchitan; también hablan de hombres buenos pero oscurecidos por las drogas; en suma, estamos ante mujeres fuertes y solas, mujeres que sólo confían en las mujeres. Berlín se revela como la versión femenina de Ernest Hemingway: bebedora, conquistadora y valiente. Pero algo que debe agradecerle el lector es su sensibilidad, no su sensiblería.
La técnica cuentística de Berlín me parece impecable. Sumado a eso, la intensidad de los temas es asombrosa. Destaco la gradación emocional (contención emotiva) para no caer en las cursilerías que atiborran el mercado editorial reciente. Es puro corazón la autora; así que cuando suma ese aparato sensible a la precisión técnica, Lucía es insuperable, para muestra: Las (ex)mujeres, Perdida en el Louvre, Guardas de nuestras hermanos, Navidad, 1974 y Una noche en el paraíso.
En Las (ex)mujeres dos chicas se emborrachan mientras hablan de su ex en común. Él está por salir de prisión, básicamente es un heroinómano con suerte y muy sexi. Ellas son mordaces, agresivas y profundamente femeninas; inteligentes y conocedoras del universo masculino. Se acompañan entre parrandas mientras él regresa. Es un cuento que bien vale la pena tener en casa para revisitarlo cuando uno se sienta débil.
Perdida en el Louvre recrea una excursión en el emblemático museo parisino que termina ofreciendo una revelación superlativa para la protagonista del cuento, quien asocia la belleza fugaz de lo inesperado a la aparición repentina de la muerte. Una idea interesantísima porque mezcla el interés artístico, la curiosidad primigenia, con la fascinación por los enigmas trascendentales.
Guardas de nuestros hermanos da cuenta de una mujer asesinada por el marido. La narradora de este texto asume que ninguno de los conocidos de la esposa muerta hizo algo por evitar el homicidio. Pesa sobre su conciencia eso; pero lo interesante es que la voz narrativa detalla los problemas para readaptarse a la normalidad después de un hecho violento.
Navidad, 1974 expone con precisión los conflictos soterrados en las relaciones entre mujeres de la misma sangre. En este texto el lector descubre la épica sentimental de una familia.
Una noche en el paraíso narra, desde el punto de vista de un empleado de hotel, la estancia del equipo de filmación de la película La noche de la iguana. Aparece en el cuerpo narrativo el director cinematográfico John Huston y el lector también se entera de los affaires de Ava Gardner con un gigoló local; la presuntuosa presencia de Richard Burton y de Liz Taylor agrandan la picaresca en este asunto. Todo ello se fusiona con los abusos de los mexicanos y la condescendencias de los estadunidenses en Puerto Vallarta.
En La barca de la ilusión reposa toda la estética del libro. El personaje femenino, en un momento cumbre del texto, comprende cuáles son los paisajes esenciales de su vida: una casa, un jardín, niños libres jugueteando. “Es duro, esto de vivir en el paraíso”, dice ella. Después de esa enunciación el lector se entera de la otra moneda del asunto: el marido que recae en la heroína, las batallas por mantenerse estable económica y emocionalmente; en especial, hace una gran descripción de la batalla contra el vicio. Y ella, la voz que narra, simplemente evoca la resistencia. El único refugio, el verdadero paraíso es la resistencia. El leitmotiv de todo el volumen es la lucha contra los vicios. Acérquese a este libro como si testimoniara una delación, como si Berlín le confesara cuáles fueron los venenos que solía frecuentar y por qué. Lucía prodiga vitalidad, conoce la esencia del humor y posee inteligencia. De verdad, dan muchas ganas de casarse con esta chica.