EL-SUR

Lunes 15 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El verano de Santiago

Silvestre Pacheco León

Julio 31, 2016

Don Francisco Godínez, el mayordomo de la fiesta, se mira satisfecho sentado frente a los danzantes que se despiden ceremoniosamente de la imagen de Santiago, después de cumplir con la mitad de la manda que los ha reunido.
El Santo Patrón estuvo de fiesta en Quechultenango, rodeado de sus fieles seguidores que año con año van en aumento, unos dicen que por la falta de opciones la gente busca consuelo en la religión, otros agregan que se debe a los milagros que hace a todos los que le piden.
Lo cierto es que el santo se mira con una expresión de alegría cabalgando entre rojos floreros de gladiolas, y decenas de velas encendidas dentro de la casa de la mayordomía en el barrio de Manila.
Hasta el sábado pasado sumaban seis toros dentro de la lista de regalos ofrendados al santo, además de decenas de toritos, luces pirotécnicas, cientos de velas y veladoras, trajes de gala, gallinas y guajolotes, sin faltar las alhajas de oro ni las limosnas en dinero, que van acrecentando sus bienes materiales.
-Tiene mucha suerte el Patrón, dice contento don Chico el mayordomo, con su seriedad habitual refiriéndose a los regalos que las constantes visitas le llevan al santo.
La primera parte de la fiesta a cargo de la mayordomía terminó el martes 26, tres días de baile y comida, bebida y truenos, misas y rezos, castillo y luces de bengala, todo con saldo blanco y sin lluvia para mejor disfrute de todos y de todas.

Las Cueras

Los danzantes de las Cueras se desvisten ceremoniosamente después de despedirse de la imagen de Santiago.
Todos se muestran contentos porque saben que han cumplido con la mitad de su manda, quizá la más intensa del ritual que deben completar en los días del Ocoxúchitl.
Mientras se quita la máscara, Jesús el joven estudiante universitario bañado en sudor pero satisfecho por su desempeño, celebra junto a sus padres la proeza de haberse sobrepuesto al cansancio del primer día.
–Mejor cámbiame carnal, le decía muerto de cansancio y con las lágrimas escurriendo por sus mejillas a su hermano, en la tarde del primer día.
Su hermano mayor que ha sido danzante en tres ocasiones, le daba confianza.
–Aguanta carnal, es difícil pero no imposible, acuérdate lo que me decías, “si tu aguantaste que estás gordo, yo más fácil”.
El joven danzante se quejaba del sacrificio de velar toda la noche y teniendo que bailar durante el día, desde el amanecer hasta el anochecer.
–Me sofoco y siento que me asfixio de tanto bailar bajo el rayo del sol, con el calor metido dentro de la máscara, me falta el aire.
–Para eso es el mezcal, un trago te refresca y te quita la ansiedad, le aconsejaba el hermano.
Al final Jesús se consoló, y sobreponiéndose al cansancio terminó satisfecho la jornada del 26 rodeado de sus padres que lo celebraban.
Ahora la cita es para el viernes 29 de julio a las 8 de la noche, cuando comienza la segunda velada que precede el inicio del ancestral baile del Ocoxúchilt.
La música de la flauta y el tambor que acompañan la danza impregna el ambiente que cada día es más caluroso por el verano que se ha extendido desde el 23 hasta el 30, como lo notan las milpas en el llano comenzando a torcer sus hojas.
–Bailarán en la plaza, se corre la voz en la tarde sin lluvia.
En el atrio de la iglesia los trabajadores terminan el castillo de luces que encenderán en la noche.
Cientos de vecinos ocupan sus lugares para presenciar la danza cuya exclusividad de Santiago impide verse en otro tiempo.
La colorida indumentaria de los danzantes atrae la vista de todos. Rojas y elegantes son las legiones de Santiago que contrastan con el colorido sombrero de los moros, sus enemigos, cuyos capitanes lucen máscaras rojas y negras simulando el sol y la luna.
La puesta en escena se desarrolla con los artísticos giros de los 32 danzantes que bailan rítmicamente siguiendo el compás de la flauta. El sonar de cascabeles se alterna con el choque metálico de los machetes.
Santiago viste de guerrero al estilo de los caballeros en tiempos de las Cruzadas. Su máscara sonrosada con sus profundos ojos azules reafirman su diferencia frente al lampiño y fiero rostro de sus enemigos. Lleva en la diestra su espada de conquista y en la siniestra el estandarte con la cruz evangelizadora.
Los cuatro capitanes moros o indígenas llaman la atención por su gallardía y destreza, quieren pelear y se enardecen contra el invasor.
Los dos ejércitos cuyo enfrentamiento es inminente miden fuerza en el campo de batalla amagándose unos a otros.
Santiago toma la iniciativa tratando de evitar la guerra y manda a su embajador ofreciendo perdonar la vida de todos si a cambio de luchar se convierten al cristianismo.
Los infieles que no saben de rendición se ofenden de aquella osadía y detienen al embajador.
Santiago se ofusca doblemente y los ataca sin piedad hasta acabar con todos en una batalla que ocupa la mayor parte de la obra puesta en escena.
Después Santiago los resucita. Uno a uno van levantándose y cuando todos han resucitado bailan la danza del perdón y luego, arrepentidos de sus pecados, aceptan la conversión adoptando la religión del vencedor.
Cada escena se toca y se baila con sones diferentes. En las que duran demasiado se acude a la figura distractora del rey Pilatos, personaje elegante, vestido de saco y corbata que se entretiene leyendo una revista y dibujando en una libreta mientras localiza entre la multitud alguna muchacha que sorprende abrazándola, ante la risa y el estupor del público.
Santiago trata con rigor al rey Pilatos y hasta podría decirse que lo golpea a propósito como para vengar lo que según la biblia hizo contra Jesucristo.
La representación teatral con música y baile se repite el sábado 30 y el domingo 31.

El Ocoxúchitl

El sábado 30 el templo abrió sus puertas al público desde temprano y la calle principal de Quechultenango se llenó de puestos comerciales.
Los fieles que llegan para cumplir su promesa se dirigen en grupos hasta las puertas de la iglesia para ocupar un lugar en la fila y poder entrar formados a bailar el Ocoxúchitl.
El rito indígena por excelencia es antiquísimo y se conserva en Quechultenango como práctica religiosa desde antes de la conquista como ceremonia religiosa dedicada a los dioses.
En el centro del gran salón del que han retirado las bancas, la Hermandad ha instalado la imagen de Santiago.
Al ritmo del Teponaxtle, el instrumento indígena que junto con la flauta y el tambor son testimonio de la cultura prehispánica, los fieles entran bailando y agitando en ambas manos sus ramos de ocoxúchitl, tacataca tataca taca, tacataca tatacataca, llegan hasta el altar, van y vienen siempre mirando al santo, y luego lo rodean acariciándolo con sus ramos mientras rezan con fervor y piden o agradecen el milagro. Llevan velas y veladoras que ellos mismos encienden frente al altar, la mayoría deposita su limosna en los recipientes puestos para eso, y ahí los miembros de la Hermandad les entregan trozos de tela de su vestido como reliquia milagrosa.
Pocos fieles saben que cada mes el santo patrón estrena un traje nuevo de su vasto guardarropa y que jamás repite uno.
Los trajes usados se convierten en las reliquias que se reparten por miles entre los fieles que bailan el Ocoxúchitl.
Hoy domingo 31 la fiesta patronal llega a su fin con el baile sagrado de los capitanes que integran la danza de las Cueras.
Los cuatro capitanes que representan el movimiento del sol y la luna como concesión a las creencias indígenas, bailan frente al santo mostrando en un gesto de nobleza derrotada su conversión al cristianismo y el triunfo irrefutable de los conquistadores.

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