Gaspard Estrada
Febrero 26, 2020
Como todos los años, los brasileños están de fiesta por el carnaval. Sin embargo, este año el trago puede ser más amargo que durante los años anteriores. La llegada al poder del ex capitán de ejército de extrema derecha, Jair Bolsonaro, ha suscitado un aumento de la polarización del debate público en el país, al tiempo que el Estado brasileño ha venido adoptando medidas en contra de la libertad de prensa, llevado a cabo iniciativas para censurar a la cultura, atacando a las minorías e intentado silenciar a la oposición. Dentro de este festival de horrores, la figura del carnaval ha sido criticada por el presidente, así como por sus hijos, cuyo papel en el gobierno de Jair Bolsonaro es muy importante.
Desde el año pasado, el presidente Bolsonaro posteó en sus redes sociales un video asimilable a un video pornográfico entre dos hombres orinándose encima de la cabeza, para criticar la organización del carnaval, argumentando que este evento anual sería una de las causas por las cuales la sociedad brasileña “estaría perdiendo sus valores”. Esta publicación, visualizada millones de veces por internautas de todas las edades, provocó una ola de indignación en la opinión pública brasileña e internacional, a tal punto que Jair Bolsonaro tuvo que resignarse a borrar esta publicación de su cuenta de Twitter.
Sin embargo, el mal estaba hecho. El carnaval, símbolo de la unidad de los brasileños, pasó a convertirse en un asunto de polémicas políticas. Este proceso se consolidó el mismo año pasado, cuando la escuela de samba Mangueira, de Rio de Janeiro, ganó el carnaval de Rio. El “enredo” (la coreografía) de la escuela tenía un fuerte mensaje político, al darle espacio al asesinato de la activista de derechos humanos y ex concejala municipal Marielle Franco. Si bien los carnavales siempre han sido un espacio de posicionamientos políticos, en contra y a favor del gobierno, la polarización inducida por el gobierno de Jair Bolsonaro ha sido inédita. Es posible que lo peor esté por venir.
En efecto, a pesar del discurso triunfalista de los mercados financieros brasileños, que apoyan abiertamente a Jair Bolsonaro y a su gobierno, la economía brasileña no está creciendo. De hecho, esta semana el instituto de estadísticas de ese país anunció que la tasa de crecimiento para 2019 fue del 0.9 por ciento. Y el pronóstico para 2020 tampoco es alentador: poco más del 1.4 por ciento. De tal suerte que el principal argumento de los mercados y de la élite política y económica brasileña, que la economía brasileña crecería con las reformas económicas del gobierno Bolsonaro, se está viniendo abajo.
El principal artífice de estas reformas, el ministro de Economía Paulo Guedes, está bajo presión, tanto de los medios como del propio presidente Jair Bolsonaro. En efecto, el programa económico defendido por Guedes, marcado por su voluntad inequívoca de aumentar la exclusión social, ha suscitado la crítica de la opinión pública: en su última declaración a los medios, hace unos días, dijo que era una buena idea que la paridad entre el dólar norteamericano y el real brasileño fuese alto, porque cuando el tipo de cambio era bajo, durante el gobierno de Luis Inácio Lula da Silva, “inclusive las empleadas domésticas tenían dinero para viajar a Disneylandia”, dejando claro su clasismo, racismo inclusive. Para Guedes y su equipo, los programas sociales impulsados por el Partido de los Trabajadores (PT), como el Bolsa Familia (un programa de ayuda financiera a las familias más pobres del país, cuyos recursos son transferidos vía electrónica a las jefas del hogar en contrapartida de la comprobación de la asistencia a la escuela de sus hijos y de la realización periódica de exámenes médicos), Luz para Todos (programa de electrificación de zonas rurales marginadas), Minha Casa Minha Vida (programa de construcción de viviendas populares), no son funcionales y por lo tanto, han perdido recursos, y la atención de las agencias gubernamentales. Como consecuencia, la pobreza, la marginación y la desigualdad han aumentado en Brasil desde la llegada al poder de Jair Bolsonaro.
El escenario, político, económico y social en Brasil se está nublando rápidamente, con consecuencias impredecibles.
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.
Twitter:@Gaspard_Estrada