EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

En el ocaso del sexenio

Abelardo Martín M.

Julio 13, 2021

Vive el gobierno de Héctor Astudillo su etapa final, luego de que en los comicios de junio pasado la ciudadanía guerrerense eligió a Evelyn Salgado nueva gobernadora, un nuevo Congreso local y nuevos alcaldes en los ayuntamientos del estado.
El próximo jueves 15 de julio, el aún gobernador rendirá su sexto y último informe, donde nos entregará un balance del conjunto de su gestión. Han pasado seis años de que Astudillo llegó al poder y regresó al PRI, su partido, al dominio político, pero las circunstancias han cambiado radicalmente. De hecho, la historia del retorno priísta al gobierno en Guerrero se parece un poco a la ocurrida a nivel nacional en su momento, con Enrique Peña Nieto.
La historia de los últimos cuatro sexenios a nivel nacional se ha repetido. Todos han perdido las elecciones, incluido por supuesto el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, quien fue derrotado pero gracias a las guerras sucias, las maniobras electorales y la autoridad electoral de su lado, obtuvo una victoria cuestionada y siempre catalogada fraudulenta.
Muy poco se ha analizado el fenómeno de que el partido de los últimos presidentes dela república han perdido las elecciones. Una de las hipótesis es la ineficacia de sus programas de comunicación social, insuficientes o ineficientes para convencer al pueblo de los resultados del trabajo realizado. La mayoria atribuyen sus derrotas a guerras sucias, incomprensión o incapacidad para aceptar los supuestos excelentes resultados del trabajo gubernamental. La verdad es que estas derrotas debieran analizarse desde otros ángulos, sin embargo la soberbia se ha apoderado de los ex presidentes desde que ocuparon el cargo, pues no aceptaron esta posibilidad.
Peña Nieto y Astudillo ganaron la elección, ambos dos sexenios después de que su partido había sido rechazado por primera vez en las urnas, en el caso federal por el panismo con Vicente Fox, en el de Guerrero, por la izquierda en su momento representada por el PRD. En el caso de Peña Nieto se afirma que su acuerdo con Calderón Hinojosa se concretó desde que el primero era gobernador y operó a favor del panista en 2006, a lo que Calderón correspondió en 2012 al operar a favor del ex gobernador mexiquense.
A Peña Nieto, ya se sabe, lo derrotaron las evidencias de una rampante corrupción, aunada al cansancio de la ciudadanía, que anhelaba terminar con ese mal ancestral en la vida pública.
El triunfo de Astudillo fue resultado de la ola del renacimiento priísta, aunado a las tragedias vividas en Guerrero y su mal manejo en el gobierno de Ángel Aguirre Rivero, una de la naturaleza, con la confluencia de las tormentas climatológicas devastadoras denominadas Ingrid y Manuel, y otra aún no aclarada, con la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, la cual tuvo como consecuencia la caída del gobernador y de su partido. Sin embargo, el renacimiento priísta en Guerrero se produjo cuando el descenso del PRI ya se estaba produciendo aceleradamente en el país.
Ahora, en contrapartida, el resultado de la elección se conecta con la ola de triunfos morenistas producidos por la influencia del movimiento que encabeza el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y con la fuerza adquirida por el senador todavía con licencia Félix Salgado, candidato defenestrado por el Instituto Nacional Electoral, pero cuya plataforma le alcanzó para apoyar y hacer triunfar a su hija, la ahora electa Evelyn Salgado. De Astudillo no se tienen evidencias de corrupción o enriquecimiento ilícito, pero eso no le alcanzó para transmitirle el poder a su partido.
Será interesante escuchar la visión del gobernador saliente, que en su oportunidad comentaremos. En ocasiones anteriores Astudillo ha presumido la disminución de la beligerancia del crimen organizado y de la violencia en la entidad. Es cierto que al consultar las cifras oficiales, Guerrero ya no encabeza las listas de los lugares más violentos del país, como cuando llegó al poder estatal, y que en cambio se observa un descenso consistente. Buen logro, sin duda, digno de reconocerse y de seguir en la misma ruta por la gobernadora entrante.
En otros rubros, en cambio, el avance no se notó, señaladamente se fracasó en lograr un mayor desarrollo económico, mejores cifras de empleo y mayores ingresos para la población, lo que no se había logrado en los primeros años de su gobierno; luego vino la pandemia, y como en todo el mundo, además de la salud pública sufrió daños graves la economía, los cuales tardarán años en repararse.
Ahora vivimos los tiempos de la transición, facilitados porque el gobernador aún en funciones decidió no enfrentarse con el Presidente, y pudo establecer una relación de respeto y colaboración. Así, incluso logró que uno de los principales programas guerrerenses, el de entrega gratuita de fertilizantes, fuera adoptado por la Federación, se siguiera aplicando en Guerrero y ahora incluso se trate de ampliar a todo el territorio nacional.
Luego del Informe de Gobierno, y a propósito de esta transición que es más larga de lo aconsejable políticamente, quedan muchas reflexiones por hacer. Tal vez la más importante es que la gobernadora tendrá el reto de que ese ciclo de ascenso y caída, observado a nivel nacional y local, no se repita.
Sin duda hay mucho por hacer. Los rezagos persisten, pero el llamado bono democrático del que goza la gobernadora electa, ojalá no lo desperdicie como les ha ocurrido a todos quienes, con una plataforma sólida, se confían, caen presa de la soberbia, se confían y el tiempo, que corre irremediablemente, termina por hacerlos sucumbir. El ciclo histórico de perder las elecciones cada día se acorta más. Ojalá a la gobernadora Salgado sus asesores no la traicionen maquillándole, desde el principio, la realidad. No es necesario.