El pasado lunes, el presidente de Perú, Pedro Castillo, hizo un pronunciamiento televisivo en cadena nacional y dirigió un mensaje a su país. Se trataba de un gesto inusual para un presidente que no ha dado una sola rueda de prensa ni ha contestado preguntas de los periodistas en los cuatro meses que lleva en el cargo. Pero la situación política del gobierno se ha ido degradando a una velocidad poco antes vista inclusive en un país como Perú, en donde la pasada legislatura cayeron tres presidentes, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Manuel Merino.
Primero fue el hallazgo de 20 mil dólares en efectivo en el baño del despacho de Bruno Pacheco, secretario personal de Castillo en el palacio presidencial. Funcionarios de la Fiscalía descubrieron el dinero en el marco de una investigación sobre un supuesto tráfico de influencias de Pacheco para que empresas de amigos suyos pagaran menos impuestos. Pacheco presentó su renuncia, según dijo para que Castillo no se viera involucrado, y alegó que el efectivo es parte de sus ahorros, pero no se descartan nuevas revelaciones a medida que avancen las investigaciones.
Luego llegó el golpe más duro. El programa de televisión Cuarto Poder reveló que Castillo había mantenido reuniones secretas con representantes de empresas beneficiadas con contratos públicos. El programa mostró imágenes de Castillo entrando y saliendo a medianoche de un edificio. En lugar del sombrero campesino que luce en todos sus actos públicos, llevaba una gorra y abandonó el lugar en un Audi de alta gama asignado a los servicios de la Presidencia. Estas imágenes han hecho volar por los aires la imagen de presidente de los pobres que Castillo ha intentado construir. Para un dirigente que se había presentado como adalid de la honradez frente a la corrupción de la clase política tradicional, el golpe no pudo ser más nocivo.
En este contexto, el presidente Pedro Castillo dijo ante las cámaras de televisión que las reuniones que mantiene fuera del palacio presidencial y la agenda oficial son de carácter “personal” y atribuyó todo a un supuesto plan de la élite para derribarlo. Sin embargo, el futuro de su gobierno parece cada vez más complejo, teniendo en cuenta que no dispone de una mayoría en el Congreso.
El conteo de escaños, que los medios de comunicación peruanos actualizan en cada momento, confirma que la oposición está cada vez más cerca de obtener los votos necesarios para lograr la destitución de Castillo. Tras los 28 votos de la primera votación necesitan hoy 52 para que la moción de destitución sea admitida a trámite y el Presidente tenga que rendir cuentas al Parlamento.
Los dos bancadas derechistas, Avanza País y Renovación Popular, más el fujimorismo suman 43 diputados, a sólo nueve de la cifra para obtener la destitución de Pedro Castillo. Al menos siete parlamentarios de otros grupos han mostrado su apoyo hasta el momento.
En la otra trinchera, Castillo cuenta con los 37 votos de los diputados de su partido, Perú Libre, más los de sus aliados de Juntos por el Perú y de los centristas del Partido Morado, para un total de 46 de los 130 del Congreso. Todo dependerá del voto, que es individual, de los dirigentes que se sitúan entre la derecha y la izquierda, cuya orientación es impredecible.
Una vez más, Pedro Castillo paga el precio de su política errática y de su incapacidad para generar una mayoría política en el Congreso. Está claro que la oposición de derecha ha hecho todo lo posible por deslegitimar la victoria (apretada) del ex dirigente magisterial en las urnas, en particular tras la segunda vuelta, cuando la hija del ex presidente Alberto Fujimori, Keiko Fujimori, denunció un supuesto fraude sin ningún sustento. Sin embargo, el amateurismo y la incapacidad de generar certidumbre política están poniendo a Pedro Castillo, el primer presidente peruano proveniente de la lucha magisterial, cada vez más cerca del precipicio político. Esperemos que enderece el rumbo.

* Director Ejecutivo del Observatorio Politico de Amér-ica Latina y el Caribe (OPALC), con sede en Paris

Twitter : @Gaspard_Estrada