EL-SUR

Lunes 06 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

En todos lados se cuecen… ¡aguas!

Efren Garcia Villalvazo

Febrero 08, 2020

MAR DE FONDO

En cualquier lado las aguas residuales son un tema incómodo, difícil de resolver, caro de resolver, sin interés político para resolver. Tres casos para ejemplificar, rematando en el último con la situación en el puerto.
Leía ayer que en Chetumal también tienen problemas con las aguas residuales. No saben qué hacer con ellas y en un principio se les hizo fácil –al igual que todas las ciudades del mundo– tirarlas al mar. En el caso de ellos, la extensa bahía de Chetumal, en donde llegó a haber tantas como 31 descargas directas al mar en los años 90, siendo que a la fecha sólo se tienen cinco descargas al mismo cuerpo de agua, mostrando con esto el empeño que se ha tenido en mejorar el desempeño ambiental. Sin embargo sufren con los mismos problemas que encontramos en nuestro querido puerto. Calculan que el 75 por ciento del agua potable termina como agua residual en el medio marino, por lo que se advierte que es una variable que está fuertemente asociada al crecimiento poblacional. A mayor cantidad de gente, mayor uso de agua potable y mayor generación de aguas residuales. Es entonces un factor crítico para la planeación de núcleos urbanos. No puede haber más gente que la que se pueda mantener con el agua disponible –a nivel local– para estar genuinamente dotada de servicios dignos y que no en un futuro inmediato tengan que ingresar al incómodo sistema de tandeos para poder cumplir con todos los usuarios. Es el concepto de capacidad de carga aplicado a los núcleos poblacionales, en los cuales no se debieran importar recursos fundamentales como el agua para mantener en un nivel aceptable de sustentabilidad y por tanto de rentabilidad urbana real. Porque, hay que recordar, el agua potable termina como agua servida, y ese impacto generalmente es a nivel local. Se sospecha, por otro lado, que mucha de esta agua va a dar a los drenajes pluviales, pues el 60 por ciento de la población de Chetumal no cuenta con servicio de drenaje puesto que usan fosa sépticas.
Cuentan con tres plantas de tratamiento de aguas residuales que trabajan casi al 100 por ciento de su capacidad, cumpliendo con el 90 por ciento de la norma oficial. El destino final es unos pozos de inyección de más de 60 metros de profundidad que presentan el alto riesgo de contaminar los acuíferos cercanos, fuente casi única de abastecimiento de la península, que es de agua escasa. No parece muy buena solución.
Tijuana, en el otro extremo de la república, es una de las ciudades con crecimiento más acelerado del país. Cuatro hectáreas por día –si, por día– era la velocidad de crecimiento de la ciudad en el año 2004 que estuve laborando en la Dirección Municipal de Ecología del municipio, en donde la población el rebasa el millón y medio de habitantes. El muy gringo río Colorado cruza sin pasaporte la frontera para apagar la sed de vastos territorios mexicanos, aunque las cantidades disminuyen más cada día por el empeño de nuestros vecinos de hacer producir las extensas zonas agrícolas que colindan con el río, además de mantener la gigantesca actividad económica de las ciudades que se encuentran en su margen. El río Colorado, que desemboca en el Alto Golfo de California, también es el chispazo que inicia la explosión de vida que se produce en el Mar de Cortés, una de las zonas con mayor abundancia y biodiversidad de vida marina del planeta. Este es el hogar de la emblemática vaquita marina y su peor enemiga involuntaria la totoaba, las cuales son atrapadas por las mismas redes y desechadas al mismo tiempo después de haber extraído el buche del pescado que en mala hora se les ocurrió a los orientales atribuirles que mejora la potencia sexual, disminuye el colesterol, mejora la circulación, rejuvenece la piel y otorga longevidad. Es una mezcla mercadológica insuperable.
Cada desarrollo social nuevo en Tijuana cuenta con su propia planta de tratamiento de aguas residuales, la cual después del proceso es vertida en las secas barrancas del municipio. Al menos en esa época muchas de estas instalaciones eran manejadas de manera muy responsable y cumplían con su función. El agua que salía era completamente transparente.
Otro caso es el de una planta situada ya camino a Ensenada. Es una unidad con la tecnología de “lagunas de oxidación”, que consiste en colocar el agua en grandes estanques e inyectarles aire para promover el crecimiento bacteriano, después de lo cual es arrojada directamente al mar. Es tecnología de la Edad de Piedra en materia de tratamiento de aguas residuales, pero es mejor que nada. El olor en esa parte de la franja costera es insoportable. Hay otra descarga más que representa el río Tijuana, el cual arranca en tierras mexicanas y después de pasar por la ciudad y toda clase de fuentes de contaminación cruza la frontera, también sin pasaporte, y entra a una planta de tratamiento que se encuentra del lado de Estqados Unidos, la cual después de ser tratada es descargada por medio de un emisor submarino a 3.5 millas de distancia de la costa inyectando las aguas a más de 30 metros de profundidad aprovechando la estratificación natural de las aguas costeras. El equivalente –casi– de esconder la basura debajo de la alfombra. Tampoco se ve como buena solución.
Ya en nuestra Perla del Pacífico, esa que nos empeñamos en mancillar, es de todos conocido el tema de las descargas de aguas residuales a los arroyos pluviales que llegan a la bahía. Sin oportunidad de que otro sea del destino, debemos enfrentar la certeza de que todo lo que se tire “arriba” llegará “abajo”, a ese lugar conformado por la potente fórmula acapulqueña de clima-mar-arena-palmeras que sigue siendo nuestro mayor activo, ese que nos mantiene compitiendo en la escena turística nacional por encima de cualquier propuesta con aspecto de tamal mal amarrado. La federación tiene una gran responsabilidad en este asunto pues a la Conagua le compete de lleno el regular las condiciones de los cauces de ríos y arroyos, con el apoyo invaluable de Profepa en materia ambiental. El municipio hace lo que puede con su Dirección General de Ecología y Protección al Medio Ambiente, pero la verdad es que si la ciudadanía no participa de manera responsable con sus desechos sólidos y líquidos el asunto no va a cuajar. Y de la playa vivimos todos.