EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

En una campaña, la percepción es lo que cuenta

Gaspard Estrada

Septiembre 14, 2016

Durante las últimas semanas, la campaña presidencial en Estados Unidos ha evidenciado el carácter imprevisible de una contienda electoral. En efecto, después de un pésimo mes de julio y un pésimo principio de agosto para el candidato del Partido Republicano Donald Trump, ahora parece ser el turno de la ex secretaria de Estado y candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton. La gran mayoría de los medios de comunicación ha puesto de relieve los errores en el discurso de la ex senadora, así como la falta de transparencia sobre su verdadero estado de salud. Es posible que en algunos días los medios vuelvan a apuntar sus baterías hacia Trump, en particular hacia sus contradicciones y a su discurso xenófobo y racista. Sin embargo, la posibilidad de ver a este último en la Casa Blanca a partir del próximo año parece una hipótesis cada vez más concreta. En una elección, el manejo de los tiempos de una campaña, y en particular de las percepciones, es fundamental. El millonario aspirante republicano parece haber entendido bien este principio.
En efecto, a partir de su ampliamente comentado viaje a México, las encuestas de opinión levantadas a nivel nacional han venido mostrando cierta recuperación de la intención del voto del candidato republicano. Sin embargo, si uno ve los resultados estado por estado (lo que, como lo hemos venido señalando en este espacio durante los últimos meses, es lo más importante pues se trata de una elección indirecta), queda claro que Clinton conserva una ventaja sobre su principal contrincante, pero la percepción reinante hoy en día en la prensa internacional es que su candidatura está en declive. Incluso, algunos medios cercanos al Partido Republicano –como Fox News– han destacado la posibilidad de un abandono de la abanderada demócrata, lo cual no parece lo más probable, pero contribuye debilitar la candidatura demócrata, a menos de 100 días de las elecciones.
Durante las campañas electorales, en particular las presidenciales, los rasgos de la personalidad de los (las) candidatos(as) son examinados con lupa. De manera general, una parte sustantiva de los electores (en particular aquellos que no tienen interés por la política, y que postergan hasta el final la orientación de su voto) se deciden por uno u otro candidato no tanto en función de los programas de gobierno, sino del temperamento y de la personalidad del individuo. Para ello, los equipos de los candidatos contratan a un ejército de encuestadores para medir, con mucha precisión, cuáles son los rasgos del carácter que tienen que ser valorados y por el contrario, cuáles tienen que desaparecer de la comunicación de la campaña. En el caso de Trump, queda claro que su estridencia verbal contra los migrantes y las minorías tiene como objetivo conquistar a una franja del electorado que se encuentra desesperada frente a la elite política tradicional de Estados Unidos, ya sea republicana o demócrata. En el caso de Hillary Clinton, que encarna esta élite política que gobierna nuestro vecino país desde hace décadas –Bill Clinton fue elegido presidente de Estados Unidos por primera vez en 1992–, su campaña ha intentado darle una imagen de cercanía y empatía con la gente, para generar un contrapunto frente a la violencia verbal de Donald Trump. Sin embargo, con las revelaciones de los últimos días, queda claro que la imagen de una persona obscura, que oculta de manera deliberada información a la sociedad –de la misma manera que el reciente escándalo del uso de su mensajería electrónica privada para tratar asuntos oficiales durante su periodo como secretaria de Estado– continuará persiguiendo a Hillary Clinton hasta el final de su campaña. Para evitar la profundización de esta caída, es probable que el campo demócrata movilice a las figuras del partido como su esposo el ex presidente, el presidente Barack Obama o al ex candidato izquierdista Bernie Sanders. Sin embargo, en la batalla de percepciones que se avecina en Estados Unidos, sin un mensaje claro de Hillary Clinton, muchos estadounidenses continuarán dudando de su capacidad de gobernar, a pesar de su larga vida pública.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada