EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Enrique Peña Nieto a cuatro años

Eduardo Pérez Haro

Diciembre 13, 2016

(Segunda parte)

Para Verónica Villarespe.

Ir a un recorrido de hechos punto a punto sobre el curso de la economía o la política a lo largo de estos cuatro años del régimen de Enrique Peña Nieto, y la manera en que este proceso se inscribe en el entorno mundial exige más espacio del que tenemos para un artículo periodístico, pero ese no sería el problema pues lo podríamos abrir en entregas sucesivas, pero al decir verdad no tiene mucho caso pues conocemos el final y los saldos que a fin de cuentas se expresan en el presente plagado de dificultades y el desafío comprendido en el tiempo por venir.
La situación de creciente deterioro de la economía y la política sea en el plano macroeconómico o microeconómico, sea del país, de la empresa o de la economía familiar, es verdad extendida y sufrida por la mayoría de los mexicanos sin dejar de reconocer que por encima de todo, relumbra la suerte amañada de los mega negocios y de los mega empresarios. Situación la de los más, que, a pesar de los deterioros y carencias, no se expresa a la manera de una manifestación organizada ni de una revuelta, es muy cierto pero que se declara como una inconformidad reiterada, también es cierto.
El Presidente no goza de las simpatías de los hombres de a pie ni de carro y no cuenta con el apoyo a su gobierno, más bien se fragua una condición de cuestionamiento y de rechazo en diferente argumento y tonalidad, pero, en cualquier caso, es generalizada con excepción de sus beneficiarios, empleados y panegiristas. Los partidos lo hacen igualmente subrayando diferencias con propósitos electorales que en sentido estricto no cuestionan la política económica, ni la política de seguridad, ni la política social, ni la política-política porque bajo ese marco de enfoque, método y reglamentación juegan sus pretensiones para la próxima contienda del 2018.
El régimen es el de un gobierno fallido como suele calificarse-descalificarse. El régimen se equivocó por asimetría con el poder norteamericano, por sumisión secular, por subordinación autocomplaciente, por complicidad al obtener libertades domésticas a cambio, y por ausencia de visión. El régimen se redujo a un esquema de continuidad en favor de una estrategia de desarrollo que no parecía mala al ofrecer al menos un crecimiento promedio del orden de los 2 puntos porcentuales en las últimas tres décadas y la ilusión reiterada de suponer que al acatar las nuevas exigencias (reformas estructurales) daría el brinco en esa honrosa medianía de la que venían los regímenes anteriores del PRI y del PAN.
A más de tres décadas de correr el modelo concentrado en el comercio exterior, básicamente, con Estados Unidos (80 por ciento), no reparó en dos cuestiones fundamentales: por un lado, el declive general de las economías avanzadas y por ende de la economía global en su valor agregado; y por otro lado, el desmantelamiento de las capacidades productivas de toda aquella empresa desconectada del comercio exterior, aspectos, ambos, que ahora hacen la pinza con las que se estrechan las posibilidades de México hacia el futuro inmediato y de mediano plazo. No se trataba de ser adivino, estaban a la vista ambos fenómenos que, tarde o temprano, estarían llegando a un punto crítico, que es ahora.
Los problemas de la economía mexicana que se ha dedicado a planear con optimismo el crecimiento económico de cada año (Criterios Generales de Política Económica de la SHCP) y a lo largo de su recorrido de cada uno de esos años, a ajustarlos a la baja, es de todo el tiempo en el balance del régimen. No es a partir de Donald Trump. Lo hemos venido señalando desde distintos ángulos y líneas argumentativas a lo largo del periodo que nos ocupa en este balance general. Las reformas estructurales que se han venido diluyendo en todo alcance de corto y mediano plazo, se inscribieron en un modelo de continuidad sin ningún cambio en la trayectoria general de las tres últimas décadas con el agregado de poner a subasta partes esenciales del patrimonio nacional (energía, telecomunicaciones y recursos naturales con acento en los minerales) con la idea de que a cambio vendría el capital de refinanciamiento del desarrollo, pero fue una ingenuidad de primaria que ahora nos tiene en la orilla de un precipicio.
En ningún momento las tales reformas reparaban en la construcción de capacidades internas incrementales con las cuales se fortalecería la economía nacional, todo ha sido apoyar a las empresas vinculadas al comercio exterior de lo que resulta el relumbrón de un puñado de trans y multinacionales mexicanas que dejan en la inopia a México y a los mexicanos. ¿Qué tenía de nuevo o de transformador el modelo del régimen? ¿Qué tenía de inteligente? Pues nada. ¿Con base en qué cambio puede hacerse un frente común contra la amenaza trumpista? ¿Acaso con la denuncia del extravagante despotismo de Trump o con la genial idea de que el pretendido retraimiento proteccionista de Estados Unidos es equivocado porque nos parece que nadie puede atentar contra el sagrado liberalismo del mercado con el que se construyeron nuestras empresas multinacionales y el penoso 2.0% del PIB, que en realidad es de esas empresas y no de México ni de los mexicanos? ¿Unidad alrededor de la terquedad excluyente?
Ya hemos argumentado que el neoproteccionismo, si así se quiere llamar, no es Trump sino un recurso de las potencias ante la imposibilidad de la globalización para frenar el deterioro de sus economías (y por ende del resto de las economías del mundo), y no hay falla. Se dirigen (China, Inglaterra, Estados Unidos y demás) al reordenamiento y desarrollo de sus fuerzas sin renunciar a la competencia global ni desistir de la contienda por el control de recursos estratégicos y áreas comerciales y militares sino al contrario, mas ninguna de las grandes economías la tiene fácil, menos las medianas y pequeñas, pues requieren respaldo social interno, financiamiento y no poco tiempo, y en ello están avanzando mientras nosotros nos indignamos porque no le entendemos o mejor dicho porque la fórmula de las potencias golpea a las empresas y empresarios que se han encumbrado al amparo de los acuerdos del comercio exterior y las facilidades que les procuran los gobiernos como el encabezado por Peña Nieto
Sobre esa base, preguntémonos, ¿cuál es la propuesta de los llamados a cerrar filas por un solo objetivo, que no sea la expresión huera de que es por México o el chantajista argumento de defensa de los emigrantes cuando ni es nuevo ni se ha enfrentado nunca debidamente? ¿Cuál México estamos llamados a defender cuando en la acción de los gobernantes México ha sido reducido a ese puñado de empresas mexicanas globalizadas? Esas manifestaciones del Presidente que están siendo secundadas por mega empresarios, televisoras y opinadores pagados o ilusos, dan cuenta de que es la hora de que no renuncian a intereses encumbrados donde ahora nos quieren integrar pero no a sus resultados de negocios sino exclusivamente a la batalla contra Trump, otra vez nos miran como carne de cañón para resguardar sus intereses económicos y políticos, cuando la pregunta es ¿qué vamos a hacer contra los líderes de la regresión globalizadora que se preparan internamente para regresar a la ulterior contienda (económica, financiera, comercial y bélica), mundial?
No nos quebremos la cabeza, no hay mucho para dónde hacerse, y nada fácil será que suceda, pues se requiere en primer lugar el respaldo de las sociedades de base, no hay algoritmos macroeconómicos ni actos de pretendido nacionalismo que puedan cubrir el papel fundamental y estratégico del respaldo de los ciudadanos amén de que el precarismo político nacional lo conoce más que mejor el adversario. Y más aún, no será suficiente el respaldo social que de suyo es premisa que en nuestro país no tiene dónde asirse. ¿Qué más se requiere? ¿Cuáles son los factores que responden a ello? ¿Cuál es la ruta? ¿Por dónde empezar? Responderemos en próximas entregas fuera ya del lamentable balance de cuatro años del gobierno de Enrique Peña Nieto.

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