EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Enrique Peña Nieto a cuatro años

Eduardo Pérez Haro

Noviembre 29, 2016

Primera parte

Para el Comandante Fidel Castro.
En cosa de horas, Enrique Peña Nieto estará cumpliendo cuatro años de haber asumido la Presidencia de la República y es la hora en que no tiene nada que ofrecer sobre las expectativas creadas en el fastuoso evento del 1° de diciembre de 2012. Por el contrario, México se sumerge en un singular momento, en el que se cruzan acontecimientos diversos que dan forma a un torbellino global-nacional-global.
Hace cuatro años, Peña Nieto había logrado sobreponerse al cuestionamiento de los estudiantes que le sacaron de las instalaciones de la Universidad Iberoamericana (que derivó en el movimiento #yo soy 132 con el que trastabilló su candidatura), pero con la ayuda de los medios y las encuestadoras, no se remontó al doble de las preferencias sobre Andrés Manuel López Obrador tal como se pregonaba, pero adicionalmente alcanzó a “operar” los cínicos mecanismos de la compra de voluntades de los sectores de población marginada y logró colocarse con 6 puntos arriba.
Sin reparar en los medios fraudulentos con los que opera la democracia mexicana, buena parte de la población levantó expectativas sobre el regreso del PRI y el Presidente de joven apariencia. El susodicho creyó que las mañas y manías del frívolo y rudo control experimentado en Toluca sería suficiente escuela para trasladar el modelito al plano nacional con el cual podría enriquecerse en escala superior y pavonearse en los pasillos de la esfera internacional, mas el plan no se cumplió a cabalidad pues la realidad dio prueba de que México no es lo mismo que el Estado de México y el mundo real difiere del manual de procedimientos del Consenso de Washington.
Lejos de superarse la crisis que se abrió en Estados Unidos en el 2008, ésta se ha traducido en un declive continuo del ritmo de crecimiento de la economía mundial en la que las naciones avanzadas crecen lo menos y terminan por abatir los niveles de crecimiento de los países emergentes. Sin dificultad alguna, puede entenderse que, en ese contexto, los países atrasados, como México, no pueden más que sufrir un debilitamiento adicional a su de por sí endeble circunstancia acumulada por la historia.
Dejémonos de frases y frivolidades sobre la “estabilidad macroeconómica” y las “reformas estructurales” con las que México y su economía se “blindan” y con las que supuestamente podrá estarse cayendo el mundo mientras aquí no sólo “no pasa nada, sino que las cosas vendrán cada vez mejor”. Eso no es ni siquiera necedad, a estas alturas nadie se chupa el dedo pues los hombres del gobierno, y aún los hombres de los supernegocios, saben perfectamente que eso no es cierto. Sólo que sufren un desconcierto, no saben bien qué está pasando, no le entienden y no saben otra cosa qué decir.
La crisis del 2008 no sólo no se supera sino que ante el fracaso de las políticas de ayuda monetaria con las que de entonces a la fecha se intentó recuperar la dinámica de crecimiento en los países avanzados, llegó a su límite que se expresa en un proceso regresivo donde los ricos ganan a menor ritmo, las clases medias se desemplean y los segmentos de población en condiciones de pobreza se ensanchan, el capital accionario pierde piso, el sistema financiero es acreedor de una deuda impagable y todo ello tiene una razón que lo explica, bajo esas condiciones los mercados internacionales se achican y con ello el modelo de libre comercio muestra su agotamiento.
El comercio internacional no fenece, pero está extenuado y de ahí que, desde hace tiempo, dos o tres años, se iniciaron giros en las estrategias de inversión hacia el interior de los países para compensar las debilidades del comercio exterior. China fue el primero, pero no el único, después se abrió el Brexit y ahora llegó el siniestro Donald Trump, que nos asusta por su extremismo racista y demás, pero más allá de sus término y desplantes, nadie debería de sorprenderse que este personaje se plantee regresar la inversión y el empleo a su país y que con tal oferta haya ganado las elecciones en la Unión Americana.
Por supuesto que ello le implica (a Trump-EU) revisar las condiciones del modus operandi (libre comercio) y para México y para el mundo es una cuestión muy delicada cuando, al ser más papistas que el Papa, se pusieron todos los huevos en la canasta del comercio exterior y ahora que se advierte su revisión no hay de dónde asirse. ¿O cómo se explican el declive de Brasil y Argentina sino con el viraje de China hacia el desarrollo interno? En la lógica del capital y del capitalismo no hay lealtades sino intereses y ya.
El pensamiento hegemónico del auge global, y de las intentonas de superación de la crisis financiera y sus secuelas, está siendo jaqueado y, aun con enroques y argucias del juego, no parece tener escapatoria, pues habrá que hacer lo que se debió hacer desde hace cuatro décadas y desde entonces no lo hemos dejado de decir pues nunca fuimos adversarios del sentido del comercio exterior y siempre advertimos que ello precisaba de resarcir las insuficiencias internas de carácter estructural y directamente vinculadas a las capacidades productivas con que se fundamenta la competencia. Y así, ahora lo refrendamos ante la inminencia obligada, no sin advertir que en el tiempo actual se tendrá que hacer enfrentando mayores dificultades, usando más tiempo y mayores recursos, que por lo demás no están a la mano, pues las llaves del flujo financiero para México han sido si no cerradas, sí, al menos, condicionadas amén del incremento, adicional, de las tasas de interés ya en movimiento desde hace más de un año.
Esto es, resolver las insuficiencias estructurales de la capacidad productiva de bienes y servicios. Repito, capacidad productiva de bienes y servicios socialmente demandados, no estabilidad macroeconómica sin capacidades productivas, no consumo de bienes finales sin capacidad de producción de bienes de capital, no exportación de bienes primarios con importación de bienes secundarios y recursos financieros, y no incremento de tasas de interés sin trabajo productivo, etcétera.
Fines claros que precisan de medios específicos en la construcción de capacidades, en lugar de paleativos macroeconómicos promovidos sobre la base de acomodos reglamentarios que a manera de reformas estructurales se dirigieron a hipotecar los recursos energéticos con ingenuidad y desconocimiento de los términos del mercado internacional y su lugar en la contienda por las hegemonías económicas y políticas de la geografía mundial. La estrategia del régimen terminó entre las patas de los caballos, relegando sus instrumentos y conceptos de política económica al lugar de abstracciones sin contenido tales como empleo, competitividad, productividad, eficiencia, conceptos a manera de palabras con las que se han querido inmacular los intereses de la ganancia obtenidos a costa de la vida y los derechos de las personas que trabajan. Palabras del discurso del engaño.
No nos confundamos, Trump es un gran problema, pero el problema es mayor a Trump y aún sin Trump el problema ya estaba creado y expuesto. La globalización tiene problemas, y así no le sirve a sus inventores y promotores por lo que éstos (los países que detentan las principales economías del mundo) se orientan al ajuste de los términos y condiciones (del libre comercio que regla la globaliz@ción) afectando a los países que lo apostaron todo a ese esquema y además lo hicieron mal, por lo que el problema empieza por enfrentar la miopía de nuestros gobernantes, grupos de poder subyacentes y sus respectivos zalameros técnicos, administrativos y políticos.