EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Entrampamiento financiero de la globalización (I)

Eduardo Pérez Haro

Febrero 09, 2016

Para Adolfo Sánchez Rebolledo.

Hemos iniciado el año teniendo en perspectiva un panorama de adversidades económicas frente a las que la crónica del mundo occidental señaló a China como el gran causante, mientras que en México esta narrativa agregó que, a pesar de ello, nuestro país tenía “una economía sólida con la cual podría hacerle frente a la volatilidad financiera que se había desencadenado en el mundo”.
En nuestra primer entrega de este año, nos ocupamos de aclarar que se trataba de una artimaña discursiva de occidente y del gobierno mexicano, promovida a través de los medios de comunicación destacando que China era factor de paso en una crisis originada en el 2008 por los “créditos basura” en Estados Unidos, y cuya escalada había generado una crisis recesiva en Europa y ahora se reconocía con serias repercusiones en China, y de ahí para el mundo, sin que esta sea por fuerza la última expresión de una crisis a la aún no se le ve el final.
Dos semanas después, al término del Foro Económico Mundial de Davos Suiza, el gobernador del Banco de México concedió una entrevista en la que reconoció que la situación de “crisis financiera global” pertenecía a un ciclo aún no concluido que “Inició con Estados Unidos, después pasó a Europa y ahora está pasando a algunos países emergentes”, a lo que agregó que veía riesgos de una recesión mundial. Y para aminorar la fuerza brutal de sus afirmaciones agregó, “Aunque hay un cierto grado de confianza de que la economía de Estados Unidos va mejor, pero no hay que olvidarse de que todavía esa economía depende de una política monetaria sumamente expansionista, ahora un poquito menos, pero no mucho menos”.
En nuestra entrega de la tercera semana de enero, retomamos estas declaraciones para reafirmarnos en nuestro análisis, no sin expresar sorpresa ante el hecho de que el señor Carstens reconociera la gravedad del momento a pesar de rematar con el acostumbrado, será necesario “continuar con la implementación de las reformas estructurales”, en un deliberado propósito de evitar una colisión con el discurso gubernamental y aquí estamos de nueva cuenta, sólo que ante una realidad que acaso el Foro de Davos de finales del mes pasado pudo distraer con su pronunciamiento tranquilizador, provocando una especie de recuperación de indicadores del mercado bursátil, pero que en sentido estricto son “golondrinas que no hacen verano”, la realidad es que el problema de fondo no se resuelve ni se disuelve, y los indicadores vuelven a su expresión negativa asegún (tipo de cambio, precio del petróleo, mercados bursátiles, pronósticos de crecimiento, etcétera).
Decíamos que el gobernador del Banco de México, en su declaración trató de aminorar la fuerza de sus afirmaciones apelando a la confianza que podría significar la economía de Estados Unidos, pero él mismo no tardó en suavizar su señalamiento, y en su misma expresión terminó por diluir la eficacia de su argumento al terminar diciendo que, “no hay que olvidarse de que todavía esa economía depende de una política monetaria sumamente expansionista”.
Al respecto, advertimos de que había señales de que la postura de la Reserva Federal de Estados Unidos, de elevar las tasas de interés en forma recurrente y progresiva a lo largo del año, se modificaba hasta nuevo aviso, con lo que se venía abajo el argumento de que las tasas se elevarían en respuesta al estado de franca recuperación de la economía estadunidense, y de ahí entendemos que el señor Carstens fuese tan temeroso de señalar contundentemente “la confianza” en esa economía como pivote para remontar la crisis financiera global que él mismo ha reconocido como con un riesgo recesivo en puerta.
En esta recuperación, recapitulación, podemos decir que las adversidades económicas no se atenúan sino que se exacerban, y no son adversidades sino riesgos de una recesión y eventual depresión de escala mundial, como nunca se ha registrado en la historia del capitalismo mundial, y por supuesto no es satisfactorio extender la expresión a estos términos ni pesimismo infundado, pues en sus daños y perjuicios vamos todos y no es cosa de “volatilidad” simplemente, como se intenta disfrazar la gravedad del asunto por parte del discurso oficial, se trata de un riesgo recesivo como consecuencia de un proceso que lleva más de una década y que está trabado por la intransigencia y la obstinación de la élite de la élite, si así podemos llamar a los hombres y grupos del poder económico, político y militar, que al final de cuentas son unos cuantos en todo el mundo.
Recuerde el dato de Oxfam sobre los 89 personajes que ostentan una riqueza equiparable a los ingresos de la mitad de la humanidad, pero si le parece exagerado póngale que no son 89 individuos, ponga usted el número de ricos muy ricos que hay en el mundo, un millón, 100 millones no son muchos más tan sólo recuerde que los ricos que se sientan en la mesa de decisiones de la Reserva Federal de los Estados Unidos caben en la mesa del comedor, sume usted a los dueños de las bolsas de valores de las 20 economías más grandes del mundo, y los que a usted le vengan a la memoria o la imaginación y ahora divídalo sobre los 7 mil millones de habitantes que poblamos el mundo entero, corra dos dígitos el punto y descubrirá que es una fracción pequeñísima, la puede multiplicar por tres para que los políticos y militares de alto rango no se sientan excluidos; de cualquier manera, más del 90 por ciento de la humanidad queda fuera y es ahí donde recuperamos la importancia de analizar una situación que está poniendo en riesgo a todos, incluidos casi 120 millones de mexicanos.
Mas la afirmación sobre la concentración de riqueza y poderes en unas cuantas personas no es para hacer una denuncia general sobre la desigualdad, mostrar injusticia y clamar piedad, o incitar a la rebeldía o a la desobediencia civil, esas cosas ya están en el escenario y corren sin necesidad de acicates extraordinarios, mi interés es el de referir lo que en mi anterior entrega aludí como sobrepolitización del predominio financiero sobre el capital productivo, que en otras palabras expresa la preponderancia del sector financiero sobre el sector productivo, mediante la subordinación institucional (o militar) de los estados nacionales, y de éstos sobre sus poblaciones. Una modalidad imperiosa, pero no ya de Estados Unidos sobre el mundo sino del sistema financiero sobre la propia población estadunidense y las demás, auxiliado por la nomenclatura de la burocracia financiera internacional (ONU, FMI, BM, BCE, en occidente y su correlato en oriente) y reitero, con la complicidad de los estados nacionales bajo condición subordinada.
No habló de la terciarización de las economías, no es el hecho económico el que ahora refiero, sino el hecho político que se coloca en el primer plano de esta etapa crítica de la era global. Se trata de cómo el sector productivo de estirpe preeminentemente industrial queda sujetado a la dinámica especulativa y de endeudamiento que termina por trabar a la propia era digital (en tanto que plataforma tecnoproductiva para la ampliación del mercado con una nueva generación de productos), y así trabar al propio desarrollo capitalista con riesgos de arrojarlo al precipicio con todo y humanidad. Efectivamente, me refiero a que la élite de la élite, se dispara a los pies y pone en riesgo las bases mismas de su creación y sustento. Aclaro, no estoy augurando el fin del capitalismo (abismo), sólo quiero dimensionar la gravedad de enfilar hacia la mayor crisis contemporánea que se haya conocido en el último siglo, si usted quiere, para no ir muy lejos.
La reestructuración mundial que solíamos referir como un proceso abierto por el fin de la guerra fría, la revolución informática y la multiporalidad se ha venido convirtiendo en una situación en la que la desregulación correspondiente al libre comercio con dirección a la proliferación de los productos de la era informática, al mismo tiempo dio lugar a la especulación financiera donde el capital descubrió poder contrarrestar la disminución de los precios que sobrevenía a la mejoría permanente de la productividad industrial, se institucionalizó el acaparamiento, pero no de físicos sino de futuros, mediante documentos con valor por demanda de productos que saldrían más adelante, pero en tratándose de documentos con valor se podrían vender y comprar tantas veces como los agentes-inversionistas se dispusieran a correr riesgos antes de que el producto en cuestión saliera o tuviese que salir a relucir, y desde ahí se encontró que en el diferencial entre comprar y vender documentos había mejor velocidad de transacciones y mayores ganancias a cuenta final de consumidores que tendrían que pagar al poseedor-acaparador aunque éste, en última instancia, ya no era un agente productor responsable del manejo de físicos. Las empresas productoras se mudaron a firmas financieras y los industriales avanzados en financieros del mercado bursátil o del mercado financiero en la más amplia extensión de la palabra, que más.
Los precios que habrían de bajar por productividad se alzaban por presión especulativa de vendedores y compradores de futuros, por ejemplo el precio de un quintal de café o una tonelada de maíz, bajo por productividad, pero en un momento pudo duplicar o triplicar su precio sin que aumentara la demanda en esas proporciones o disminuyera la producción, se trataba de especulación pura y el ejemplo lo puede usted llevar prácticamente al producto que usted quiera, bajo esta lógica están los energéticos, las manufacturas o el dinero mismo y tras este mecanismo los financieros se fueron “a las nubes” aunque en sus excesos se quedaron “colgados de la brocha”, porque al hacerlo con las hipotecas de vivienda en Estados Unidos quebraron, pues no había manera de pagarles, el Estado entró al rescate pidiendo la emisión de bonos del Tesoro que se respaldaron por la Reserva Federal, es decir, se emitió dinero a cuenta del gobierno para fondear al sistema financiero en quiebra, y asunto arreglado.
La deuda pública habrá que solventarla con los impuestos que vendrán del trabajo y las empresas en los años subsiguientes. Los especuladores financieros se recuperaron del susto, el gobierno pagará con el esfuerzo porvenir de los estadunidenses, y el problema es que al momento de sobrevenirse la quiebra, el rescate y la deuda, se creó un marasmo que, por principio afectó a los estados nacionales, a la dinámica de las empresas, el empleo y, en general a la economía, pero no sólo de Estados Unidos, sino del mundo.
El sistema financiero, que no precisamente tiene nacionalidad pues en su auge de libre comercio especulativo se globalizó y ahora goza de “pasaporte internacional e inmunidad diplomática”, en sentido estricto no radica en ningún lugar, pues está en permanente movimiento. El mercado de capitales no tiene horario ni oficina, trabaja en permanente flujo día y noche en todos lados, literalmente. Y de esta nueva condición viene su preponderancia política y no de elección alguna. La democracia parece amoldarse a los estados nacionales, mas no a la globalización financiera. O digamos, a reserva de desarrollarlo en otra oportunidad, las democracias que se echan a andar en los estados nacionales se amoldan al predominio de la globalización financiera, que a la vez ya no es globalización financiera, eso sucedió ya hace rato, ahora lo que tenemos enfrente es el entrampamiento financiero de la globalización.
Bajo esta circunstancia se han eslabonado diferentes problemas; i) el que se refiere a la sujeción del sector productivo industrial que se traduce en un problema económico, de crecimiento, de empleo y de ingreso; ii) el que se refiere al endeudamiento público de los estados nacionales, de las empresas y de las personas; iii) al que alude el acotamiento de las democracias como mecanismos de legitimación de gobiernos subordinados a la égida institucional de la nomenclatura internacional del capital con singular representación en el sector financiero. Continuamos.

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