EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Entre El Paso y Juárez está Kentucky Club

Federico Vite

Agosto 13, 2019

 

Uno de los problemas más graves de todos los reseñistas (profesionales o espontáneos) de este país es que sólo comentan libros que puedan derivar en beneficios para el escriba; por ejemplo, “analizan” la obra del director de una feria de libro, el poemario o la novela del organizador de un encuentro de escritores. Escriben sobre los libros de los editores, sobre los autores favoritos de ciertos editores o de plano desmenuzan los libros de los funcionarios culturales. Es común hablar maravillas de alguien para congratularse con él y poco a poco generar un sistema de beneficios. Ya saben, capital simbólico, simple y llanamente. En suma, muchos redactores trabajan discrecionalmente y luego luego se delatan en el texto. Quizá por eso hay muy pocas reseñas de Everything begins and ends at the Kentucky Club (2012), de Benjamín Alire Sáenz. Este volumen obtuvo en el 2013 el premio PEN/Faulkner Award Fiction, galardón que une los apellidos Alire Sáenz a los de Philip Roth, Richard Ford, Don DeLillo, E.L. Doctorow y Annie Proulx. Es un logro enorme para un escritor chicano. Este volumen fue publicado en español por la editorial Random House, México, en 2014 (traducción de Juan Elías Tovar Cross; 255 páginas) y se titula Kentucky Club.
Los personajes principales de los siete cuentos aquí reunidos visitan la cantina ubicada a unas calles del Puente Internacional Santa Fe, en Ciudad Juárez; me refiero obviamente a Kentucky Club. En esa geografía, Alire Sáenz fusionan las historias ocurridas en El Paso y en Juárez, anécdotas que agrandan las brechas culturales, las desigualdades económicas y la violencia. El autor recrea las fallas de Estados Unidos y las promesas incumplidas de México; tanto Juárez como El Paso son ciudades al margen de sus respectivos países.
Kentucky Club fue usualmente visitado por Hemingway; también cuenta la leyenda que ahí se inventó la Margarita (tequila con jugo de lima o limón; se sirve con sal en el borde de la copa) durante la época de la prohibición de alcohol en Estados Unidos. Es un punto de encuentro elegido a la perfección por el autor. Ahí comienzan, o terminan, las historias que vertebran este libro, en cuyos textos es posible notar que El Paso no es nada sin Juárez. Son ciudades ligadas indisolublemente, con odios viejos, con amores nuevos, con delirios de grandeza.
Los primeros tres cuentos Él se fue a estar con las mujeres, El arte de la traducción y Él que pone las reglas condensan lo mejor de este volumen.
El primero de ellos narra con mucha fortuna una relación homosexual. Dos hombres, uno de Juárez y otro de El Paso, fusionan sus vidas en Juárez, pero la violencia institucionalizada destruye la unión. Uno de ellos es escritor, el otro un lector apasionado; uno de ellos padece una desaparición forzada. El calvario es para el que sobrevive y experimenta la sinrazón de habitar una ciudad que mata a sus hijos. El artefacto de Alire Sáenz explora muy bien los claroscuros de vivir en la zona fronteriza, donde la ley es un mito y la injusticia una totalidad.
El segundo de los textos desmenuza la violencia. Un joven de apellido Guerra (interesado en explorar con diccionario las palabras en inglés y en español) fue atacado por gringos. Con navajas escribieron sobre su espalda una frase racista, una señal inequívoca del odio. Se recuperó poco a poco del percance, pero la revelación mayor del personaje es que un hecho racista es apenas la punta del iceberg de todos los odios que sortea un mexicano en la frontera.
El tercero forma parte de la educación sentimental de los mexicanos que fueron criados en la violencia. El joven protagonista del cuento creció con una madre alcohólica que lo ignoraba; ella es quien cruza la frontera, lo lleva con su padre y lo abandona en México. Durante la adolescencia y la etapa adulta, ese chico conoce las reglas que todo hombre debe seguir para no convertirse es un estúpido mamarracho. Crecer es complicado, sobre todo con un tipo que vende droga y a quien, por encima de todas las cosas, le gustan las mujeres, el alcohol y el cotorreo. El padre no quiere que su hijo repita la historia de muchos mexicanos: ser un dealer adicto que obviamente está destino al fracaso. Hace un negocio grande y con ese dinero lo manda a la universidad (el papá quiere que su hijo estudie en Harvard), porque tiene que irse de Juárez para hacer una vida distinta. No hay de otra. Tiene que irse del país para hacer una vida de bien.
Son cuentos que poseen tres destacadas cualidades: la estructura, aunque clásica, bien lograda; estupendo trabajo en los diálogos y afortunado enfoque narrativo de cada historia. Aparte de estas virtudes, Alire Sáenz recrea con acierto la vitalidad del lenguaje fronterizo.
Los otros textos (Hermano en otro idioma, A veces la lluvia, Persiguiendo al dragón y El juego del dolor) conservan el rigor técnico, la potencia verbal y la espléndida prosa. El único inconveniente es que adquieren un tono meloso, excesivo, que a mi juicio edulcora la proposición cuentística de Kentucky Club.
Alire Sáenz nació en Nuevo México, estudió letras en Stanford, fue sacerdote por algunos años en El Paso, Texas, se declaró gay a los 50 años de edad y actualmente se dedica a la escritura y a la enseñanza en la Universidad de Texas, en El Paso (UTEP). Ha publicado poesía, cuento y novela. Gracias a la publicación de Carry me like water (1995) llamó la atención de la crítica especializada en Estados Unidos y se hizo de muchos lectores, obviamente, gringos. Posteriormente publicaría In perfect light (2005) y The book of what remains (2010).