EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Es posible construir la paz mediante la política?

Jesús Mendoza Zaragoza

Diciembre 31, 2018

El 8 de diciembre de 1967, exactamente dos años después de la clausura del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI enviaba un mensaje a todos los hombres de buena voluntad, invitando a celebrar el Día de la Paz en todo el mundo, el primer día del año civil, 1 de enero de 1968. Desde entonces, la Iglesia católica celebra la Jornada Mundial de la Paz, con motivo de la cual, el Papa en turno envía un mensaje para poner en relevancia algún aspecto coyuntural relacionado con la paz en el mundo. Para este 1 de enero, el papa Francisco propone como tema de reflexión la buena política al servicio de la paz.
Hay que reconocer el gran desprestigio que pesa sobre la política, no sólo en el ámbito nacional sino a nivel global. Por donde quiera se palpa el desprecio y el rechazo a todo lo que tenga que ver directa o indirectamente con la política y la desconfianza que despierta en la sociedad. En México se le suele identificar con la corrupción y con el engaño, como si fueran inherentes a la misma. Es más, hay que reconocer que el ejercicio de la política en México ha sido y sigue siendo un factor fundamental de grandes rezagos y de grandes dolencias, tales como la pobreza extrema y la violencia. Por añadidura, la política ha sido considerada como la mejor forma de enriquecerse en el menor plazo y como una manera de vivir a expensas de los demás.
Así las cosas, la política no goza de buena salud, pues adolesce de patologías crónicas. El papa Francisco señala algunas de ellas, como “la corrupción, la negación del derecho, el inclumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales y el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio”. En estos términos, el contexto de inseguridad y de violencia es un producto acabado de la política. Aunque la política no ha sido el único factor de la horrorosa violencia que padecemos, sí ha sido preponderante, junto con la economía excluyente que se nos ha impuesto.
El papa Francisco habla de la buena política para indicar que hay una opción diferente a aquello que nos ha acostumbrado la clase política y el perverso sistema político. En otras palabras, otra política es posible. Es posible recuperarla para el bien público, para la justicia, para la paz. Si ha estado secuestrada por una clase política que la ha manejado a su arbitrio para beneficiarse a costa del bien común, es necesario encontrar una versión diferente.
Y es que le hemos dejado el monopolio de la política a quienes astutamente la han utilizado para robar, para mentir, para abusar, para excluir. No hemos entendido que la política es nuestra, es de todos, es de los ciudadanos, de quienes tenemos derechos y obligaciones cívicas, es de todos. Si hemos renunciado al ejercicio de la política para el bien común, le hemos hecho el juego a quienes la han estado utilizando para su propio beneficio.
En el mensaje para la celebración de la LII Jornada Mundial de la Paz, Francisco señala que “la paz es el fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día”. Al respecto, quiero señalar que se ha despertado mucho entusiasmo en amplios sectores del país a partir del nuevo gobierno federal que tomó las riendas de la política en el país el 1 de diciembre pasado. Esta puede ser una gran oportunidad pero no podemos confiar el monopolio de la política a los políticos. La política es responsabilidad de todos, sobre todo la que tiene que ver con la lucha por la justicia y la construcción de la paz. No podemos renunciar a ella por ningún motivo. Se requiere una ciudadanización de la política, de manera que todos los ciudadanos nos hagamos responsables de ella, de sanearla y darle una perspectiva social.
Es más, hay que señalar que no hay neutralidad política posible. Y ante el tema de la paz, menos. Con la política generamos violencias o construimos la paz. Cuando abdicamos a la política quizá le hacemos el juego a los corruptos y a los convenenecieros de siempre. La buena política comienza con la responsabilidad social que cada quien asume en su metro cuadrado, con el interés por el bienestar del prójimo, con la organización comunitaria y con el servicio cotidiano a quienes viven en situaciones de sufrimiento. La buena política necesita construirse desde abajo, desde lo cotidiano. Desde decisiones modestas en favor de la comunidad. Esto es política en el pleno sentido de la palabra. El país se puede reconstruir con acciones pequeñas por todas partes. Y se puede ir desmontando, paulatinamente, todo ese andamiaje perverso que los neoliberales han armado para convertir la política en un perverso negocio.
En fin, la buena politica es posible. Y es indispensable para la construcción de la paz. A los ciudadanos nos toca esa tarea.