EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Esa entrañable señora centenaria que llamamos Radio

Ana Cecilia Terrazas

Febrero 08, 2020

Parafraseando al muy singular compositor John Cage cuando hablaba del ruido, en referencia a este medio de comunicación nacido hace un siglo –justamente en la década de los 20– esta columna aplicaría: “la radio, cuando la ignoramos, nos molesta; cuando la escuchamos, nos fascina”.
El sonido, ocupación principal de la radio, nos interpreta al mundo con sus propios códigos –los sonoros– para darnos cuenta de quiénes somos, cómo estamos y de qué manera nos relacionamos.
A través del sonido sabemos cómo está organizada políticamente una sociedad; quién habla, quién calla, quién tiene el poder y quién no. Sabemos cuál música se escucha, qué tonos o mono-tonos y timbres son considerados de actualidad, cuáles escenarios acústicos prevalecen.
Las resistencias, desde este ámbito y según dicen los teóricos redentores del ruido, comienzan por descategorizar qué es lo que se califica o bautiza como sonido, qué como ruido, qué se descifra como música, cuál es la considerada buena voz.
El teórico Jaques Attalí decía que el control del ruido y la institucionalización del silencio “son prerrogativas del poder, por tanto la música es la organización política del ruido”.
Hace algunos años ya que, en términos periodístico-radiofónicos y de sonoridad en la radio mexicana en general –siempre existe la excepción para beneficio de las tentaciones totalizantes–, quedan deudas de producción y de calidad acústica. Esto deja mal a la radio y disminuye su encomienda como embajadora plenipotenciaria de lo sonoro.
Apuntaba estas deudas de la radio el teórico Armand Balsebre, quien extrañaba la emoción estética ofrecida por la industria radiofónica.
La producción radiofónica nacional, anquilosada, conformista, nos suele fallar. Por eso la radio cada vez se escucha menos, con frecuencia no se escucha tan bien y siempre se halla demasiado apalabrada. Esto nos devuelve al análisis del contexto o paisaje sonoro en términos de quién lo domina; quién habla y sobre todo cuánto se habla. Hay poco espacio para los acontecimientos sin explicación o editorialización hablada, escasean los demás elementos sonoros.
Las precariedades mencionadas contrastan con la expectativa de aprovechamiento indicada en la máxima aún vigente “el medio es el mensaje” del canadiense Marshall McLuhan, quizá el primero en estudiar los medios de comunicación masiva desde su impacto y penetración derivadas de sus características principales.
La Organización de las Naciones Unidas decidió desde 2011 que los días 13 de febrero de cada año se celebrara el Día Internacional de la Radio. Así describe la ONU la importancia del medio:
“La radio es un medio de comunicación único para celebrar la diversidad humana y constituye una plataforma para el discurso democrático. La radio sigue siendo, además, el medio de comunicación más usado en todo el mundo. Esta capacidad de llegar al mayor número de público posible la convierte en una herramienta indispensable para dar forma a la experiencia de la sociedad en la diversidad, y es el escenario perfecto para que todas las voces se expresen libremente, se sientan representadas y puedan ser escuchadas. Las emisoras de radio deben servir a comunidades diversas, ofrecer una amplia variedad de programas, puntos de vista y contenido, y deben reflejar la diversidad de audiencias en sus organizaciones y operaciones”.
Disponernos a escuchar a los otros sonoros discriminados, ignorados, y producirlos y reproducirlos sonoramente como fuentes del universo periodístico puede reconectarnos o vincularnos de otra manera con el panorama noticioso audible.
Si quien hace y produce la radio elige para sus audiencias lo que se debe oír y cómo eso se debe escuchar, la inclusión de otros sonoros en la noticia no es necedad.
Este 2020, en el Día Mundial de la Radio, la Unesco hace un llamamiento a todas las emisoras de radio a defender la diversidad, tanto en sus redacciones como en las ondas radiofónicas.
Yo añadiría que debe abrir espacio también a otros escenarios y a otros formatos o géneros porque la radio, así de centenaria y entrañable, sigue siendo exhibidor sonoro de nuestras preferencias, nuestras preocupaciones y nuestra calidad en democracia.

@anterrazas