EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Escenarios en tres tiempos en la víspera del 1º de julio*

Saúl Escobar Toledo

Junio 26, 2018

A unos días de la elección presidencial, cualquier pronóstico sobre los resultados finales parece todavía arriesgado.
Quienes hablamos o escribimos sobre los asuntos políticos o económicos frecuentemente nos equivocamos cuando tratamos de predecir el futuro.
Por ejemplo, ahora que se cumplen cincuenta años del movimiento estudiantil en Francia, se ha recuperado un editorial escrito en Le Monde por un comentarista político entonces muy respetado que aseguró, siete días antes de que empezara la revuelta estudiantil: “Lo que caracteriza en estos momentos nuestra vida pública es el aburrimiento. Los franceses se aburren. No participan de cerca ni de lejos de las grandes convulsiones que sacuden al mundo; la guerra de Vietnam los conmueve, claro, pero no los afecta realmente. Invitados a juntar mil millones para Vietnam, 20 francos por persona, 33 francos por cada adulto (equivalentes a aproximadamente cinco dólares de esos años), han logrado reunir, después de un año, una cantidad muy inferior…”
Pocos días después iniciaría una inusitada revuelta estudiantil y la mayor huelga general obrera de la historia de Francia.
También podríamos citar a JEP (José Emilio Pacheco) nuestro gran poeta y escritor: “No sean pesimistas y no sufran por lo que no ha pasado porque va a suceder de otra manera”
A pesar de todo, el debate sobre el presente y el futuro del país (y a veces del mundo) debe ser un ejercicio constante porque nos obliga a aclarar las ideas y a aguzar la mirada. Siempre tomando en cuenta que nuestra palabra es una más entre muchas y que la crítica debe ser parte de un diálogo colectivo.
Algunos observadores usan la palabra “escenarios” para describir las posibilidades o perspectivas de un acontecimiento, y también para tratar de evadir los riesgos de que las cosas sucedan de manera distinta a lo que se creía. Es un poco la técnica chimoltrufia pues como digo una cosa digo la otra…
Con estas advertencias, van pues algunos escenarios sobre las elecciones mexicanas:
Antes del 1º de julio es previsible que arrecie la guerra sucia, las falsas noticias y las acusaciones entre los candidatos, sobre todo contra AMLO quien encabeza las encuestas.
¿Podrán tener éxito estas campañas? Mi opinión es que muy poca y que las preferencias se van a mantener más o menos igual, con una gran ventaja para Morena. Andrés Manuel López Obrador seguirá siendo el puntero, seguido del representante de la alianza PRD-PAN-MC, Ricardo Anaya, y al final, en un distante tercer lugar el abanderado del PRI, José Antonio Meade.
Otra pregunta es si puede haber una suerte de pacto de unidad entre Anaya, Meade y el presidente Enrique Peña Nieto y los grandes empresarios y otros poderes fácticos para frenar a López Obrador.
Mi punto de vista es que hay muy pocas posibilidades.
Una coalición pactada del PRI con el PAN, como de alguna manera ocurrió en 2006, para evitar el triunfo de López Obrador, tiene mayores problemas ahora pues significaría ceder el poder a un grupo y a una coalición de partidos distintos al que gobierna en estos momentos.
La estrategia del PRI se dirigió, en una etapa, en centrar todas las baterías a ubicarse en el segundo lugar para una vez quitado del camino Anaya, tratar de desplazar a AMLO. El panista por su parte también ha criticado duramente a Peña insistiendo en que si se comprueban ilícitos lo pondría en la cárcel. Ahora ambos se han dedicado a golpear a AMLO, pero todo parece indicar que ello no ha hecho mella en su candidatura y más bien ha vuelto más enconada la pelea por el segundo lugar.

Si todo esto es cierto, AMLO llegará al próximo domingo con una amplia ventaja y será el más probable ganador de la elección.

Segundo tiempo: el 1º de julio

La tensión natural que despierta la contienda y la experiencia de 1988 y 2006, ha motivado a muchos amigos y familiares a preguntarse si esta vez “dejarán llegar a AMLO”; si no habrá un fraude mayúsculo el día de las elecciones.
No dudo que la compra de voto se va a desatar ese día y que tratarán de hacer muchas trampas, tantas como puedan y se les deje. Pero una repetición de lo sucedido en esas dos elecciones me parece muy difícil.
Primero porque esa operación tendría que concentrarse en favor de Anaya o de Meade y como vimos antes no hay una decisión unitaria en este aspecto. Que la maquinaria gubernamental controlada por Peña trabaje para llevarle votos a Anaya suena en estos momentos muy remoto.
Recordatorio 2006:
Un actor clave del fraude fue el Partido Nueva Alianza (Panal), entonces de reciente registro y patrocinado por el pequeño grupo de dirigentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y en particular por Elba Esther Gordillo. Este partido logró una votación muy peculiar pues su candidato a la Presidencia de la República obtuvo 402 mil votos (0.96%) pero sus candidatos a senadores y diputados casi quintuplicaron esa cifra: 1millón 900 mil votos.
La propia Gordillo ha aceptado que la diferencia entre una votación y otra de su partido, casi 1.5 millones de votos, se desviaron hacia el candidato del PAN. Es decir que los activistas del Panal orientaron a sus bases electorales para votar por Calderón en una boleta y por sus propios candidatos a diputados y senadores en las otras dos.
Esta maniobra, un alarde de control político, se ejerció sobre casi 2 millones de ciudadanos que casi todos atendieron a esta indicación, según ella, con una disciplina rigurosa.
La verdad, según se puede desprender de testimonios de un ex dirigente de ese partido, es que a través de funcionarios electorales, acuerdos con algunos gobernadores y dirigentes del PRI que aceptaron darle la espalda a su partido y a su candidato, y al dinero y la red corporativa del sindicato, el Panal pudo realizar una operación de compra, coerción e introducción de votos fraudulentos que le permitieron desviar sufragios hacia Felipe Calderón y al mismo tiempo hacerse de la votación necesaria para tener un grupo parlamentario propio.
Todo esto, además, coordinado y avalado por el presidente Vicente Fox según confesó Jorge Castañeda hace unos días.
Hoy ni las encuestas dan un empate, ni la cantidad de votos que se requeriría es tan pequeña como en 2006, ni hay consenso en que debe ser Anaya. Muchos comentaristas han señalado que Peña no ha estado de acuerdo en apoyar a Anaya. Entre otras cosas porque eso significaría liquidar a su propio partido, el PRI, como veremos más adelante.
Por su parte, una operación en favor de Meade parece imposible.
La campaña del abanderado del PRI se ha distinguido por su ineficacia y sus errores. Ello es resultado de un fuerte rechazo a la gestión del presidente Peña Nieto y a la identificación, según muchos posibles electores, de la extendida corrupción que impera en el país con el partido que lo postula, el PRI. Debe agregarse también que las características personales y el discurso de Meade no ayudan tampoco a despertar el interés de los votantes.
La victoria de Meade requeriría una operación de Estado no sólo basada en el dinero y en la compra de votos, sino también en una violencia inaudita.
Bajo estas condiciones, mi percepción es que AMLO ganará la elección presidencial y se le reconocerá el triunfo esa misma noche de manera indiscutible.
Pero…
La pelea sucia y las trampas y fraude se van a concentrar en el Congreso, las gubernaturas y algunas presidencias municipales o alcaldías como en el caso de la Ciudad de México, igualmente la compra de voto y los programas sociales.
Ahí si el pleito va estar a morir.
La disputa por el segundo lugar tiene un sentido estratégico y tanto Anaya como Meade van a tratar de ganárselo.
Se van a pelear dos cosas muy importantes: primero, impedir que AMLO –es decir Morena– gane la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y Senadores. Es un asunto estratégico para obligar al futuro presidente López Obrador a seguir con las reformas estructurales y a ser víctima de un chantaje político permanente.
Además, el PRI se juega casi su sobrevivencia pues sin el poder Ejecutivo, con una bancada muy pequeña y con un grupo de gobernadores muy reducido, tendría que replantearse su existencia.
El otro asunto peliagudo es quién va a ser la segunda fuerza en el Congreso, si el PRI o el PAN. Todo parce indicar que será el blanquiazul pero aquí puede haber muchas sorpresas.
En el caso de la Ciudad de México quien se juega su sobrevivencia es el PRD. Por ello su pelea por las alcaldías y el Congreso local, pero sobre todo las primeras, será, como dicen, a navaja libre.
Todo esto además plantea riesgos de violencia durante el 1º de julio en algunos estados y lugares del país aunque no creo que se generalicen.
Mi escenario en lo que toca a la elección de diputados, senadores y gobernadores es por lo tanto, muy incierto.

Tercer tiempo: el día 2

El triunfo de AMLO y su reconocimiento será resultado de varios factores: su presencia como líder crítico de las tropelías y abusos de los gobernantes durante 20 años, encarnando la alternativa de una transformación real del país. Ha sabido combinar un discurso duro contra la corrupción y al mismo tiempo ha tenido el mérito de elaborar y dar a conocer un amplio programa de gobierno y a miembros de su futuro equipo de colaboradores, lo que permite a los ciudadanos contar con más información.
Pero también porque, a diferencia de las experiencias anteriores, decidió ampliar sus alianzas con personajes y grupos que él mismo había colocado como parte de la mafia en el poder: el Partido Encuentro Social (PES), los dirigentes magisteriales gordillistas, y los acaudalados empresarios del norte y de medios de comunicación como TV Azteca y Televisa. Sin mencionar a figuras relevantes que pertenecieron a otros partidos políticos, particularmente el PAN, que aparecen en las listas para el Senado y la Cámara de Diputados, y en las candidaturas de algunos gobiernos estatales. Adhesiones que sin duda se han producido por razones de conveniencia y no debido a afinidades políticas o ideológicas.
El pragmatismo de López Obrador puede resultar eficaz electoralmente, pero plantea problemas: uno de los más graves es la posible traición o deslealtad de estos aliados convenencieros después de las elecciones.
Mi opinión es que ya como presidente electo o a partir del 1º de diciembre, las divisiones dentro de la coalición gobernante serán inevitables.
Andrés, me temo, va a ser un presidente muy asediado. Ya hemos visto algo de ello en las últimas semanas. Bajo este escenario, las élites empresariales amenazarían inmediatamente con poner en fuga sus capitales y causar una devaluación para advertirle que ningún cambio en los temas sensibles que ellos mismos han planteado, se lleve a cabo.
Andrés va a ganar la Presidencia entre otras cosas porque los de arriba se pelearon y no se pusieron de acuerdo. Pero ahora que se le reconozca el triunfo se corre el riesgo de que todos se unan para frenar o descarrilar a AMLO
Por otra parte, la población le exigiría resultados inmediatos en materia de seguridad pública y de lucha contra la corrupción. Sus electores esperarán ansiosos que pase de las palabras a los hechos, y muchos grupos sociales reclamarán que el nuevo mandatario ponga fin a todos los agravios recibidos en las últimas décadas.
El escenario internacional será otro factor adverso. Hay una incertidumbre general todavía en el mundo por la situación económica que se ha agravado con el presidente de Estados Unidos y una posible guerra comercial. El señor Donald Trump hará más complicadas las negociaciones y acuerdos sobre los temas bilaterales y amagaría sin ambages a la nueva administración. Las negociaciones del TLCAN o el rompimiento unilateral de este tratado por Estados Unidos y el problema de la migración, serán una preocupación muy grande para el nuevo gobierno. América Latina vive además un vuelco a la derecha desde hace años y serán pocos los gobiernos amigos de una administración como la de AMLO, más independiente de EU y tratando de mejorar sus relaciones con el sur.
Por eso, lo que suceda después del 1º de julio me preocupa más que los otros escenarios posibles: el cierre de filas entre el PAN y el PRI para tratar de darle la vuelta a la elección o la posibilidad de un fraude mayúsculo el 1º de julio.
Hay señales de que mis temores no son inventados: los gestos conciliatorios de AMLO con Peña Nieto; sus declaraciones de que va a respetar la presidencia de Peña hasta el 1º de diciembre y que va a acatar el Presupuesto de Ingresos y Egresos que envíe el Ejecutivo en funciones para 2019.
Los escenarios para el 1º de diciembre son pues casi imposibles de prever. Desde luego porque no hay un presidente electo, pero también porque el largo trecho de cinco meses puede ser también muy accidentado.
Por ello es fundamental que la sociedad, los movimientos, las organizaciones, las personas, nos preparemos para enfrentar lo que venga. No perdamos de vista que la movilización social, en todas sus expresiones, será el factor decisivo, bajo cualquier escenario, para enfrentar las adversidades que puedan presentarse.
Creo que el 2 de julio amanecerá con una nueva esperanza pero también con muchas y complejas incógnitas.

* Texto leído en la Mesa de Diálogo Escenarios electorales en México 2018, celebrada la tarde de ayer en la sede de la Dirección de Estudios Históricos del INAH en la Ciudad de México.