EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Esta tarde de ayer en Acapulco

Aurelio Pelaez

Abril 02, 2020

La tarde de ayer que no estuve en Acapulco se me antojó una cerveza después de caminar descalzo sobre la arena de playa Tamarindos. Tenía los hombros y la panza embadurrada de Coppertone y mi gorra descolorida del Toluca de la última vez que fuimos campeones. Calor, viento y el sol a unos minutos de su puesta. La playera y los tenis en una mano y un libro de Jo Nesbo en la otra. En el cielo gaviotas, pañuelos blancos que dicen adiós (se me vino esa estrofa de José Agustín Ramírez). El agudo graznido de las aves que buscan escamotear alguna pieza del chinchorro que jalan los pescadores y que, veo, ahora no tienen la ayuda de ningún turista de los que no faltan para acomodar el hombro. Me acerco al Oasis de doña Elo, me siento bajo una ramada, pido una cerveza y mientras me la tomo recuerdo que olvidé preguntarle si el lugar estaba abierto. Aquí una vez vi cómo una tortuga salió del mar y desovó. No sé por qué pero lloraba. La tortuga. Lágrimas gruesas. Ahora miro hacia el horizonte, el mar y a lo largo de la plaza, y noto la ausencia de gente, de turistas, de vendedores, de ruido de niños. ¿Es Semana Santa, no? Ah, recuerdo, ya comenzó la emergencia por el Covid-19. Sólo las olas reventando, y ahora no estoy seguro si es el eco de una rola de Lost Acapulco que acabo de oír aquí en mi Depa en la Ciudad de México. Y me entristezco por mis muchos amigos y mis hermanos. Sin ventas, sin chamba formal. Chinga, se las van a ver cabrón. Si ya de por sí con la bronca de la narcoviolencia. Un mes, dos meses confinados, ellos que viven al día. Siento un poco de hambre, el trago de cerveza nunca cayó en mi estómago. Llamo por teléfono a los cuates. Pregunto si está abierto el restaurante de Esteban, ahí en el Zócalo, para ir. Se me antojan unos caracoles a la mexicana, con salsa Búfalo y una Corona, o más. Hago varias llamadas. Nadie me contesta. Por fin, es N. Cuándo vienes a Acapulco, pregunta. Y no sé por qué mis ojos se nublan. ¿Lágrimas? Y no sé qué respuesta dar mientras veo y siento esta arena que se me escurre entre los dedos de los pies en esta tarde de ayer que no estuve en Acapulco.

* En recuerdo de mi entrañable amigo Raúl Pérez.