EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Estados Unidos tira primero

Eduardo Pérez Haro

Abril 04, 2017

Para Gerardo Albino.

El canciller mexicano Luis Videgaray asegura que en la mesa de negociaciones del TLC se corre la suerte de la economía mexicana para las próximas décadas. Podemos pensar que así lo dice en el afán de realzar el peso y significación de su tarea como recurso para promover el peso y significación de su presencia y con ello, abonar en sus aspiraciones para ser designado el candidato del PRI a la próxima contienda por la Presidencia de la República en 2018. Otros pueden decir que exagera porque no es toda la economía nacional la que se resuelve en el comercio exterior con Estados Unidos y otros están seguros que “el desarrollo del mercado interior” es el que decide en realidad el curso de la economía mexicana hacia adelante y que ello está prácticamente asegurado con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
Fuera de toda pretensión, podemos aceptar que hay parte de razón en cada una de estas opiniones y que todo ello entra en juego, pero, en principio, nadie puede negar que la relación con Estados Unidos es muy importante, en grado tal que el comercio mexicano de exportación se define alrededor de los 300 mil millones de dólares con Estados Unidos, una cifra equivalente al 40% del valor de la producción nacional y aunque no es todo, es mucho y por tanto resulta de especial importancia.
Los hombres del comercio ordinario, esto es, los comerciantes, suelen decir que no hay problema porque en el mercado hay para todos, pero también dicen que el que llega a tener el 15% de un mercado determinado puede definir el precio, es decir, que es influyente en grado determinante. Considere usted que Estados Unidos ostenta una riqueza equivalente a poco más del 20% del producto mundial, y ciertamente no lo decide todo, pero con eso le alcanza para reunirse con las 20 economías más fuertes del mundo y establecer los términos del acuerdo como lo demostró hace menos de veinte días en la primera reunión multilateral del régimen de Donald Trump.
De manera que si México exporta un volumen de mercancías equivalente al 40% de su producción total y además le compra insumos, bienes y servicios en una proporción semejante de los que depende (gasolina) el movimiento de los motores mexicanos o la misma producción de los bienes de exportación, como sucede en gran medida con la industria automotriz donde se importan autopartes (motores) esenciales para producir un vehículo, no podemos más que imaginar que se trata de un entramado tan amplio y tan fuerte que no puede soslayarse ni relevarse de un día para otro, ni siquiera de un sexenio para otro, con lo que el tema no sólo es importante sino además nada sencillo.
Habrá que asumir la negociación cuya dificultad inicial es que Estados Unidos es quien la convoca y todo indica que, por tanto, trae las fichas blancas de la partida y tira primero poniendo los términos de la negociación en juego. Recién se filtró un borrador sobre los términos que la parte norteamericana pondría sobre la mesa de negociación del TLC, con explicita referencia a i) preservar, para su país, condiciones de acceso a mercados, ii) asimilar los cambios en materia de propiedad intelectual, iii) eliminar el Capítulo 19 con relación a dumping, iv) establecer reglas de licitaciones gubernamentales de manera que sean consistentes con la ley estadunidense y con la política de la administración sobre preferencias domésticas de licitación, v) incluir un nuevo capítulo de comercio digital y flujos transfronterizos de datos para evitar que los países tomen medidas que inhiban el comercio digital y vi) permitir la revocación temporal de preferencias tarifarias si un aumento de las importaciones de un país del TLCAN son causa sustancial de perjuicio serio o amenaza de perjuicio serio a una industria doméstica.
Al conocerse estos términos de la postura del régimen trumpista, no pocos opinadores de los medios de comunicación en México se alegraron al saber que el estrambótico presidente del poderoso país del norte, desistía de abandonar el TLC por cuanto México no lo perdería todo, además de que ello ponía en evidencia el acotamiento de Donald Trump a la prudencia de las instituciones democráticas que ya habían aplicado un serio y significativo ajuste a su intento de revertir la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, llamada “Obamacare” o reforma sanitaria de Obama.
Pero estas alegrías de los aduladores nacionales son muy tempranas y algo grotescas, pues en la lista de contenidos del borrador Estados Unidos actualiza derechos de propiedad intelectual, preserva condiciones de exportación de ese país a México, abre cauces al comercio digital que puede entenderse como fuerza de exportación norteamericana, retira la subvención de exportaciones con la eliminación del dumpin y se reserva el derecho de protección arancelaria en última instancia. Y puede no ser lo peor, pero es muy parecido. Lo recomendable para su análisis pormenorizado será esperar a que emitan el documento definitivo y lo que surja del Congreso estadounidense, pero de entrada no es para brincar de gusto.
Con lo que estamos de acuerdo es que la suerte de la economía mexicana se decide en el desarrollo del mercado interior, aunque se esgrime de una manera un tanto retórica y un tanto religiosa por cuanto que se ha convertido en un lugar común cuya viabilidad se sustenta a la manera de un acto de fe o de propaganda oficial de una administración arrinconada que todavía patalea intentando desplantes de soberanía nacional y así ser compatible y caer bien. Suele decirse “hay que desarrollar el mercado interno y diversificar el mercado externo”. Los funcionarios de gobierno lo dicen y presumen que ya lo han iniciado.
El Inegi exhibe un 8.0% de crecimiento de las exportaciones para el mes de febrero, obteniéndose un superávit de 685 millones de dóalres y destaca que fue con un crecimiento más dinámico en las ventas a países diferentes de Estados Unidos en una relación 4 a 1, y aunque damos por válidos los datos, la correcta lectura de la información no es así, pues baste por ahora señalar que en el acumulado de enero y febrero, el saldo de la balanza comercial es negativo, arrojando un déficit de 2 mil 610 millones de dólares, y México no tiene manera de revertir, en un santiamén, el déficit estructural del orden de 14 mil millones de dólares en su comercio exterior, con el riesgo de ahondarlo en grado alguno como resultado de la negociación del TLC, pues aún sin un desenlace adverso en la negociación del TLC, podemos observar que el superávit tiene como contraparte una disminución de las importaciones de insumos (-0.25%) y números negativos en la importación de bienes de capital (-4.4%), pero no porque se haya iniciado su producción en el interior de nuestro país. Las importaciones disminuyen por el tipo de cambio, esto es, el encarecimiento del dólar, y la disminución de las expectativas en la economía mexicana y su crecimiento, con lo que estos referentes macroeconómicos empiezan a hacer mella, desfondando la capacidad ulterior de producción y comercio.
De manera que desarrollar el mercado interior y diversificar el comercio exterior no viene fácil para lo que resta de la administración de gobierno ni para la que venga, pues no depende sólo del potencial de los recursos naturales ni la abundancia de mano de obra como tampoco de echarle ganas y ser honestos, se precisan factores duros en cuya combinación se construyen capacidades de competencia para asistir a los mercados sean interno o externo, pero además se requiere tiempo y dinero que no se obtienen por arte de magia. De esto nos ocuparemos en la próxima entrega.

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