Federico Vite
Agosto 22, 2017
En cierta forma, Philip Kindred Dick le ha dado más sabor a la literatura que José Saramago, por ejemplo, más que Elfriede Jelinek, más que Gao Xingjian y más que Omar Pamuk. Me refiero a la maquinaría imaginativa, no a una cuestión estilística, en la que los escritores mencionados superan al creador de Valis. Emmanuel Carrère afirma en la investigación que realizó sobre K. Dick, Je suis vivant et vous êtes morts (Le Seuil, 1993), que Philip tenía la certeza de que toda su obra era una compilación de costumbres de seres vivos no humanos. Carrère dice que a Dick se le consideraba un filósofo de la ficción, a quien nunca le interesó anticiparse a los asuntos temáticos de la ficción científica, sino que debido a una serie de rechazos editoriales, porque consideraban a sus libros realistas, tuvo que reajustar los elementos con los que creaba sus novelas. Entonces Dick viajó mucho más rápido y más lejos que sus contemporáneos. Muchos escritores, aduce el francés, le temían a su fértil inventiva y lo despreciaban por su poco apego a las reglas de un género que el autor de Mary and the Giant entendía como “el campo ideal para la discusión de ideas puras”.
Dick tenía visiones. Los médicos afirmaban que eran causadas por breves crisis sicóticas. Sin embargo, lo extraño de esas experiencias era la constatación de hechos difíciles de racionalizar. Por ejemplo, Dick, al escuchar una estrofa de la canción Strawberry fields forever, supo que su hijo tenía una hernia inguinal derecha estrangulada. Sometió al bebé a múltiples chequeos. El médico familiar decía que todo estaba en orden. Dick insistió en que se hicieran más análisis, exhaustivas pruebas, para estar seguro de la salud del chico. El médico aceptó a regañadientes, a pesar de que el niño no presentaba síntomas de enfermedad alguna. Durante el examen se descubrió la hernia. El bebé fue sometido a una operación de emergencia. El niño sobrevivió. Dick atribuyó ese mensaje a un “contacto” con Sivainvi, siglas de Sistema de Vasta Inteligencia Viva, organismo que el autor analizó en el libro Valis. Aparte de ese hecho increíble y bien documentado, Dick tuvo un largo episodio de glosolalia (lenguaje ininteligible con palabras inventadas y una sintaxis alterada). La esposa transcribió los sonidos que oyó y más tarde descubrió que se trataba de un antiguo dialecto griego, lenguaje que Dick no conocía.
Aparte de lo mucho que nos dio Dick (El hombre del castillo, Ubik, Minority report, Eye in the sky), pienso en Los tres estigmas de Palmer Eldritch (Doubleday, 1964). Dick resume en esta novela sus tópicos: drogas, problemas para discernir la realidad de la fantasía, complot comercial y religiosidad. Es el primer libro en el que aborda cuestiones religiosas, como el nuevo cristianismo, aunque ya había referido asuntos gnósticos en Eye in the sky. El relato ocurre en la primera mitad del siglo XXI. El calentamiento global hace imposible la vida en la Tierra (salvo en los polos) y el hombre, bajo la dirección de una institución conocida como las Naciones Unidas, mantiene colonias en diversos planetas y satélites del Sistema Solar. Los colonos se evaden mediante una droga (Can-D). La empresa Perky Pat comercializa con este producto, aparte de una serie de aparatos que solidifican las alucinaciones, que permite encarnar ilusiones de una vida ideal, pero este producto se ve amenazado con el retorno de Palmer Eldritch, quien vuelve de una expedición interestelar con una nueva droga (Chew-Z), la cual posee características superiores. La experiencia que propicia el consumo de Chew-Z tiene connotaciones religiosas y propicia nuevas resonancias cognitivas. Palmer Eldritch se transforma en una naturaleza extraña que mediante el consumo de Chew-Z pretende perpetuarse; es decir, convertir a toda la humanidad en sus hijos. Dick expone su fascinación por los misterios católicos.
Esa droga derriba fronteras entre realidad e ilusión y quien la prueba recibe la esencia de Eldritch, es decir, se transforma, adquiere los estigmas de Palmer: un brazo artificial, dientes metálicos y ojos biónicos. Estigmas de un nuevo orden tecnológico.
Los personajes del libro se mueven en diversos planos (realidad y alucinación) que se fusionan para imitar esa idea que tiene Dick del presente, una interconexión temporal, como si la trama ocurriera simultáneamente en dimensiones paralelas. El autor indaga la sensación de vacío que experimenta el hombre moderno, la necesidad de religiosidad en él. Palmer Eldritch es un personaje que ha vivido muchas vidas, alguien que acumula una vasta sabiduría, alguien con el conocimiento suficiente para asumir el papel de Mesías, alguien que al ver la Tierra desolada comprende que la única posibilidad de vida son las terapias genéticas, la transubstanciación y las drogas.
En 1965 dos obras de Philip Kindred Dick fueron nominadas al premio Nebula: Dr. Bloodmoney (Ace, 1965) y Los tres estigmas de Palmer Eldritch. La novela ganadora fue Dune, de Frank Herbert. Dick no se deprimió al conocer el fallo del jurado. Pensó que él escribía libros costumbristas de seres vivos no humanos, así que no había motivo alguno para recibir un premio de ciencia ficción. Que tengan un estelar martes.