EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

“Esto no es el final. Ni siquiera es el inicio del final. Más bien es el final del principio”.

Arturo Martínez Núñez

Febrero 18, 2005

Final de carnaval

Winston Churchill  

Poco después de las cinco de la tarde del 12 de abril de 1945, Harry Truman, que tan sólo llevaba 82 días como vicepresidente de Estados Unidos, recibió un llamado requiriendo su presencia urgente en la Casa Blanca. Al arribar, la señora Roosevelt le anunció: “El presidente ha muerto”. Truman, un tanto por reflejo y otro poco por cortesía, ofreció: “¿Hay algo que pueda hacer por usted señora?, y la viuda respondió: “No. ¿Hay algo que nosotros podamos hacer por usted?, porque es usted el que ahora está en problemas…”. A las 7 de la noche, Harry S. Truman juró como presidente de Estados Unidos y al día siguiente en conferencia de prensa dijo a los reporteros: “Muchachos, si rezan ustedes alguna vez recen ahora por mí. No sé si a ustedes alguna vez les haya caído encima una paca de heno, pero ayer cuando me dijeron lo que había pasado sentí que la luna, las estrellas y todos los planetas hubieran caído sobre mí”.

Algo similar debió de haber sentido Zeferino Torrreblanca la noche del 6 de febrero. Desde que las primeras encuestas de salida dieron los resultados, una inmensa alegría recorrió a la mitad de los guerrerenses; a la otra mitad les cayó un balde de agua helada; y a un hombre le cayó encima la inmensa responsabilidad de estar a la altura de la expectativa generada en el pueblo.

Cuidado con lo que sueñas, dicen, porque puede hacerse realidad. Nadie imaginó que el margen de la victoria sería tan amplio. Las calles y plazas de todo el estado se llenaron de gente celebrando la victoria y soñando en que ahora sí, Guerrero será mejor. Pero después de la fiesta viene la cruda: hay que barrer la casa y sacar a los borrachos, hay que limpiar los desórdenes y aliviar a los enfermitos.

Hay que poner los pies en la tierra, trabajar y dejar trabajar a Zeferino. Dice mi querida abuela Juanita Ramos, originaria de Zumpango del Río y fuente inagotable de sabiduría guerrerense: “Machete, estate en tu vaina”. No es momento para la futurología ni para repartirse chambas, escaños ni presidencias municipales. Es momento para preguntar, ¿qué podemos hacer por ti Zeferino?; ¿qué podemos hacer por ti Guerrero?

Muchas cosas habrán de cambiar en el estado, y por supuesto que el proceso no será placentero. Romper las inercias y las viejas prácticas caciquiles tomará tiempo. Todos tenemos que cambiar: la gente, los empresarios, los medios de comunicación y principalmente los políticos y los servidores públicos. Es necesario prepararse, concentrarse y ayudar a levantar la radiografía estatal para saber con certeza de qué tamaño es el reto. Al estado hay que hacerle análisis de sangre, tomografías, radiografías y auscultaciones de todo tipo. Hay que levantar el diagnóstico y a partir de ahí diseñar una suerte de hoja de ruta para el corto, para el mediano y para el largo plazo. Necesitamos atacar los problemas estructurales y al mismo tiempo atender las condiciones de miseria extrema.

La tarea se antoja más y más colosal a medida que se estudian los anuarios estadísticos del INEGI. Ante la dimensión de los problemas, no queda espacio para la lucha palaciega, de cafetín o de rotativa. Todas y todos los guerrerenses libres tenemos que arrimar el hombro y ofrecer, sin pedir nada a cambio, el trabajo voluntario, para aprovechar el inmenso capital político con el que inicia el gobierno y lanzar desde el principio, ambiciosos programas de salud, de alfabetización y de nutrición que por lo menos detengan el impresentable deterioro de las comunidades más atrasadas.

Zeferino puede y debe de convocar a los jóvenes que se volcaron a las urnas para que sean el motor de la revolución pacífica. Los partidos tienen que entender el mensaje del electorado: se votó por el cambio no por el gatopardismo. Cabe recordar la frase de Tomaso de Lampedusa: “Hace falta que todo cambie para que todo siga igual”.

La esencia de un gobierno libre consiste en ver los cargos como oficinas públicas que trabajen para el bien del estado y no para el beneficio de un solo individuo o partido.

Finalmente, las palabras de Juárez pronunciadas el 15 de julio de 1867, al volver a la capital de la República: “…no ha querido, ni ha debido antes el gobierno y menos debería en la hora del triunfo completo de la República, dejarse inspirar por ningún sentimiento de pasión contra los que lo han combatido. Su deber ha sido, y es, pesar las exigencias de la justicia con todas las consideraciones de la                           benignidad. La templanza de su conducta en todos los lugares donde ha residido, ha demostrado su deseo de moderar, en lo posible, el rigor de la justicia, conciliando la indulgencia con el estrecho deber de que se apliquen las leyes, en lo que sea indispensable para afianzar la paz y el porvenir de la Nación. Mexicanos: encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República. Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz. Confiemos en que todos los mexicanos, aleccionados por la prolongada y dolorosa experiencia de las calamidades de la guerra, cooperaremos en adelante al bienestar y a la prosperidad de la Nación, que sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes con la obediencia a las autoridades elegidas por el pueblo”.

Que así sea.