EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Raymundo Riva Palacio

Enero 19, 2005

 

  Asuntos de estado

 

Cuando arrancaba el gobierno de Carlos Salinas, uno de los altos funcionarios encargados de la seguridad pública se acercó a uno de los legendarios policías-políticos para pedirle consejos y poder entender algunas de las claves que le permitieran hacer mejor su nueva encomienda. Es muy fácil, le dijo, simplemente tiene que negociar con las mafias de la ciudad de México. El joven funcionario quedó perplejo. ¿Qué quería decir?, ¿cómo negociar?

El viejo le dijo que reuniera a los jefes de la delincuencia en su oficina y que pactara con ellos los territorios de la zona metropolitana. Dígales que en zonas como Las Lomas, Polanco, San Ángel, Coyoacán, el Pedregal y donde viva la gente más rica, no quiere ningún acto delictivo, porque esas personas pueden hacerle un escándalo político y dañarlo. Regáleles, añadió, los negocios que quieran hacer en las zonas de menor ingreso, porque ahí la gente no tiene la posibilidad de tribuna en los medios de comunicación. El joven funcionario quedó peor que antes. ¿Y cómo saber quiénes son los jefes de la delincuencia?, preguntó, a lo que el viejo le respondió: muy sencillo; convoque a sus comandantes de la policía y transmita el mensaje a los delincuentes, que seguro lo recibirán.

Lo que el viejo político-policía enseñó esa tarde, es la praxis con la que se mueve la delincuencia y se relaciona con la autoridad. Lo que le planteaba, por más abrupto o cínico que pareciera, no era un método particular mexicano, o resultado de la corrupción endémica que se vive en esos niveles. Pero la lección que transmitió era divisa común en el mundo.

Una vez, por ejemplo, en una cena en Washington, un embajador ante la Casa Blanca le preguntó al alcalde de la capital federal en esos años, Marion Barry, cómo era posible que el noroeste de la ciudad, donde se concentra toda la actividad política, diplomática y comercial, tuviera una tasa de delincuencia cero. Fácil, respondió Barry: negociamos con los jefes de la delincuencia. Ante su pequeña y perpleja audiencia, explicó que habían pactado hacía años con las mafias que le regalaban todo el sur –donde vivía la gente de menos recursos– a cambio de que no tocaran en absoluto el noroeste, pues cualquier incidente que sucediera en ese cuadrante de la capital tendría consecuencias políticas y, por ende, represivas contra ellos. Washington parecía entonces un ciudad blanca, totalmente tranquila, sin saber los influyentes habitantes del noroeste que en los barrios del sur se mataban con cuernos de chivo y desde antes de que llegaran a los diez años, los niños ya tomaban crack en las calles.

El método se repetía en grandes capitales como París, donde la policía ni siquiera se atreve a entrar al Barrio 18, por mencionar alguno, porque la delincuencia es la propietaria de esa zona de la capital francesa. O en Tokio, donde las autoridades de la capital japonesa se han puesto de acuerdo con la Yacuzza –la mafia– a la que le entregaron la prostitución y el juego a cambio de que ella misma evitara crímenes en las calles y que la drogadicción se convirtiera en un problema social y de salud. Así sucedía en Moscú hasta que el régimen comunista se colapsó y los policías y espías que se quedaron desempleados se pasaron del lado de los malos y construyeron una de las mafias más temidas hoy en el mundo, asolando no sólo internacionalmente, sino controlando amplios segmentos del gobierno ruso.

Los ejemplos se reflejan en la realidad mexicana. Los funcionarios mexicanos, desde la presidencia de Salinas, perdieron el control que se tenía sobre las mafias. Se asemejan más al modelo ruso, donde los malos impusieron sus reglas y dominan plenamente la vida cotidiana de los mexicanos. Tenemos enfrente la crisis de los penales de máxima seguridad, desde donde los capos de la droga y los principales secuestradores, construían sus trincheras para luchar unos con otros. Fuera, no deja de haber ejecuciones entre narcos por todo el país, donde las bandas están luchando por territorios y rutas de distribución y comercialización de drogas. Un estado donde el equilibrio había sido mantenido bajo el método de los pactos con los mafiosos era Veracruz, que en el sexenio del gobernador Miguel Alemán se desquició, se descontroló y pasó a poder de las mafias porque los responsables de la seguridad no tuvieron las llaves para neutralizar y acotar a la delincuencia.

El gobierno de Vicente Fox acaba de contratar a Miguel Ángel Yunes como subsecretario de Seguridad Pública, dada la incapacidad de sus propios cuadros. Yunes fue secretario de gobierno en Veracruz antes de que llegara Alemán y supo cómo negociar con todas esas bandas. El estado no tenía los focos rojos prendidos, como los tiene ahora. ¿Será ese el camino?, ¿regresar al pasado y recuperar sus experiencias para lidiar con la mafia? El regreso de Yunes a un espacio que conoce y donde hizo un trabajo eficiente, medido en tasas de delincuencia, apuntaría a que no hay de otra forma. Sin embargo, ¿qué sucedió con los casos descritos al principio de este texto? El joven funcionario no pudo hacerlo y renunció al mes de ser designado, dejando su lugar a otro veterano que controló efímeramente a la delincuencia, pues con el paso del tiempo, fue acusado de estar vinculado a cárteles de la droga. Por lo que toca a Barry, el FBI lo investigó y le tendió una trampa mientras aspiraba cocaína, por lo que fue a parar a la cárcel. A Yunes mismo lo persiguen unas declaraciones ministeriales donde lo vinculan con el narcotráfico, aunque no le han podido probar nada. Sus designaciones se dieron como decisiones de Estado, donde se sacrificaba a una parte de la población para beneficiar a otra. Al final del camino, el resultado, aunque menos estridente, fue el mismo: la corrupción avanzó por las venas que llegaban al corazón de los estados mismos, demostrando que esa vieja escuela no es la solución de nuestros problemas. Voltear al pasado es una salida fácil que lleva a ningún lado. La solución al problema de la inseguridad ciudadana debe estar en otro lado. Tenemos que buscarla.

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