EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Raymundo Riva Palacio

Enero 31, 2005

 

 

La (casi) soledad

 

 

 

 

Algo muy grave está pasando en la percepción pública y política del presidente Vicente Fox cuando la reacción más contundente que se recuerde de un gobierno mexicano frente a Estados Unidos desde que prácticamente acusaron de narcotraficante a la administración de Miguel de la Madrid a mediados de los 90, no sólo careció de apoyo real de la sociedad política y civil, sino que le ganó severas críticas por su comportamiento y mostró una onomatopéyica falta de credibilidad en este gobierno. Fox no tuvo respaldo en la respuesta que dio a Washington que, ante el secuestro de una veintena de sus connacionales en Nuevo Laredo, subrayó la semana pasada la crisis en el sistema de seguridad pública mexicano.

Si no hubiera contexto y antecedentes, sería un episodio esquizofrénico el que vivimos, donde los mexicanos, tan conspicuamente chovinistas, descalificaron en encuestas televisivas al gobierno foxista frente a Estados Unidos, y críticos liberales y de izquierda, que no precisamente se han caracterizado por su complacencia con las políticas de Washington, optaron por inclinar sus disparos a Fox y a su gabinete, otorgando credibilidad, por no figurar ni siquiera en el marco de referencia de sus críticas, a las aseveraciones estadunidenses. Es cierto, como dijo repetidamente el presidente, que Estados Unidos se entrometió en los asuntos internos mexicanos. Igualmente es cierto que su palabra sonó hueca y nadie lo siguió.

Esta es la primera lección de una semana en la cual, por si el gobierno de Fox no tuviera suficientes problemas, se metió en dimes y diretes con el Departamento de Estado y el representante del presidente George Bush en México, el embajador Tony Garza. Se ha demostrado que la palabra de Fox tiene el mismo peso político que el aserrín en donde se tira la basura en las cantinas. Ya no importa lo que diga porque nos ha acostumbrado a que, o está equivocado, o miente sin necesariamente proponérselo, o proyecta el mismo país en rosa que sólo sus cercanos alcanzan a distinguir, o simplemente no sabe o entiende lo que dice. Si se le ubica en su justa dimensión, la virulencia de sus palabras sólo es correspondida con lo vacuo del eco que produjeron.

Las declaraciones de Fox, que fue acompañado en el mismo fiasco por el secretario de Gobernación Santiago Creel, montadas en una especie de nacionalismo virtual, han sido tan violentas quizás como el contexto del regaño que dio el presidente José López Portillo al presidente James Carter durante una visita de Estado a fines de los 70, y tan desafiantes como la decisión del presidente Luis Echeverría de apoyar el ingreso de China a la ONU a principios de aquella década por sobre las amenazas de represalias que profirió el presidente Richard Nixon. Pero, si se recordaran los momentos anteriores de intromisión estadounidense, se cotejarían las expresiones de repudio contra Washington a través de los medios, las cámaras parlamentarias, los académicos y los mexicanos marchando sobre Paseo de la Reforma, descargando la indignación frente a la Embajada estadounidense frente al vacío que se registró en esta ocasión. Hoy no hubo nada de aquello; por el contrario, la refriega se la llevó el gobierno foxista. Un sondeo de percepciones realizado por el conductor Víctor Trujillo el viernes pasado en televisión, mostró que el 93 por ciento de quienes llamaron para expresar su opinión consideraban que Estados Unidos tenía razón en sus críticas, y nadie dijo lo contrario.

Fox y algunos miembros de su gabinete se quedaron gritando en medio de la nada. La falta de consenso que los rodeó debería de tenerlos preocupados. Un incidente político donde en el pasado todas las fuerzas políticas e ideológicas de la sociedad se han unido en torno a lo que se considera una afrenta a la nación, hoy quedó reducido a la culpabilidad foxista ante el descontento que priva en contra del gobierno, que mostró su gran pérdida de liderazgo y persuasión con los mexicanos. Gobierno que no es capaz de construir consenso, es un gobierno inservible, y el mensaje claro es que si en un tema donde fácilmente pudo haberse construido ese consenso no se logró, en aquellos temas donde hay más posiciones enfrentadas, alcanzarlo será una misión imposible.

¿Qué ha llevado a Fox a estos niveles de debilidad política? Una respuesta es que, como se esbozaba anteriormente, la inconsistencia del discurso le ha quitado todo valor a su palabra. En el caso de Estados Unidos, primero se portó como todo un rancherito cuando Bush fue a su rancho empezando ambos sus gobiernos, y la propaganda oficial insistía en mostrar la gran química entre los dos gobernantes a partir de algunas anomalías forzadas: los dos son vaqueros, los dos usan botas y, aunque no lo decían claramente, los dos son rupestres. Luego empezaron los problemas de opinión pública. De la indignación porque no se cumplía la utopía de la imposible reforma migratoria, a la aceptación de las limosnas que ahora ofrece Bush; de la postura firme para no sumarse a la invasión a Irak, a las súplicas para que perdonara Bush a Fox y lo invitara a su rancho en Texas. De la autodeterminación proclamada, a la exaltación de que todo encuentro de pasillo entre los dos durante reuniones múltiples internacionales eran en realidad “cumbres” entre los dos jefes de Estado. La atonía foxista condujo invariablemente de la confusión al rechazo mexicano.

La dislexia foxista que ha mostrado en la política exterior abona en el caos de su política interior. ¿Se podría pensar en un apoyo político de todas las fuerzas cuando mantiene una estrategia de machaque contra el jefe de gobierno del Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador? ¿cuándo le dice al PRD que son el partido del “no, no y todo no”? ¿cuándo le dice a los priístas que son unos mafiosos? ¿Cuándo fustiga irracionalmente a los medios que lo construyeron como candidato viable a la Presidencia? ¿cuándo niega todo esfuerzo pasado y predica que México nació cuando asumió la Presidencia en el 2000? Por supuesto que no. Lejos de pensar que se le están cobrando facturas –difícilmente alguien perdería el tiempo conspirando en ese sentido– lo que ha sucedido es que Fox y su equipo nunca han sabido como construir y sumar. Hoy allí está el resultado: con la vida política desarticulada, lo único que hay es destrucción y una disminución creciente de alianzas. Es exactamente la ruta contraria que debe seguir un gobierno. Pero qué le vamos a hacer. Este gobierno nos tiene acostumbrado a siempre ir en sentido contrario, sin importar cuántas veces se tenga se pegue con la puerta en las narices.

 

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