EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Evodio

Silvestre Pacheco León

Octubre 08, 2018

 

Era el año 2015 en Acapulco. Los porteños vivían la euforia de las candidaturas para la presidencia municipal.
Luis Walton había dejado el cargo de alcalde del ayuntamiento para comenzar su promoción en el estado como aspirante a la gubernatura bajo el cálculo de que el PRD podría aceptar ir en coalición con el MC presentando su candidatura como un hecho consumado.
Pero dentro del partido de Los Chuchos sus estrategas caminaban por un rumbo distinto al de Walton, presionados por la fuerza de las tribus (corrientes) en el estado peleando por la joya de la corona. En este caso, la Presidencia Municipal de Acapulco.
Yo, como todo ciudadano procedente de otro lugar, que llega de visitante interesado en conocer lo que la vox populi decía en torno a los acontecimientos políticos locales, recurrí al taxista que me llevaba de la central de autobuses hasta algún lugar de la Costera.
Comunicativos como son los taxistas, no me costó mucho trabajo abordar el tema que me interesaba.
Primero opinó sobre Walton, criticándolo por haber abandonado el cargo y por sus obras de drenaje y pavimentación de calles a medio terminar.
Al taxista con justa razón le incomodaba el deplorable estado de las vialidades donde permanecían expuestos los pozos y zanjas con montones de tierras a los lados, haciendo imposible la circulación vehicular y provocando el descontento de los vecinos por los embotellamientos constantes y la tolvanera invadiéndolo todo.
Nada hacía cambiar la postura del taxista contra el líder del Movimiento Ciudadano, ni siquiera la versión que yo le esgrimía sobre las más de mil obras con las que Walton pregonaba las bondades de su gestión en el puerto. Total que hasta le auguraba su derrota en la contienda que se avecinaba sobre la gubernatura.
Entonces pasamos a comentar sobre los prospectos que había para suceder en el puesto municipal al empresario gasolinero. (Bien dice Pepe Mujica, el Tupamaro y ex presidente de Uruguay, que los partidos no deben aceptar a los empresarios en sus filas porque si son buenos para los negocios son un lastre para la política, pero bueno, eso lo dijo bastante después de que viviéramos las experiencias que les cuento).
El trabajador del volante (para no repetir tanto lo de taxista), dijo que era probable que ante el desprestigio de MC y de la gestión priísta, pudiera ganar el PRD, y como ya las voces al interior de ese partido se hacían eco pronunciando el nombre de Evodio, quise saber si el hombre estaba informado sobre el personaje en cuestión.
Por mi parte le adelanté a mi interlocutor que yo simpatizaba con la irrupción en la izquierda de líderes jóvenes que aparecían en el escenario de la política con mucho empuje, aunque me parecía desmesurado que se hicieran promoción con el dinero público pagando los anuncios espectaculares en camiones y edificios, sin más sustancia en los mensajes que el empeño (por no decir ambición) para alcanzar sus fines.
Resultó que el conductor del taxi conocía más de lo que imaginé sobre la vida de aquel político joven que con el apoyo de su corriente estaba imponiendo su candidatura a la dirigencia nacional de su partido.
Yo lo conozco, me dijo el taxista con cierto entusiasmo. Y más al papá de Evodio. Desde chiquito lo llevaba con él al juego de gallos, abundó.
Y fue más adelante. Por cierto que hace poco nos vimos, coincidimos en el lavado de autos que está cerca de donde vive su mamá.
Yo casi ni lo conocía porque cambió andando en campaña. Pero él me conoció a mí, y fíjese que me fue a saludar de mano y hasta se acordó de mi nombre.
Bueno, hasta se acordó de que me debía un dinero que ya había yo dado por perdido.
Ahora que ganemos primo, te voy a pagar. Eso dijo el taxista quien terminó la plática diciendo que Evodio era un muchacho bueno y que tendría su apoyo para que ganara, como en efecto ganó.
Pero el ejercicio del gobierno municipal de Acapulco por el joven perredista es otra historia. Me imagino que las presiones a que fue sometido por parte del crimen organizado, y las de su propio partido, y su corriente, y sus coaligados, terminaron por hacerlo perder el rumbo y el piso.
Mucho de lo que él ha dicho referente al problema de la inseguridad y la violencia, el escaso avance en la certificación de su policía y la infiltración del crimen en los mandos policiacos fue el resultado de actos que involucran a los demás órdenes de gobierno. Hasta mal se ven los funcionarios del gobierno del estado, comenzando con su titular, por el desenfrenado ataque contra el ahora solitario y abandonado ex presidente municipal.
Acusarlo de ser el responsable de las armas de la Policía Municipal, perdidas o robadas y a partir de eso amenazarlo, es una desmesura tan grande como la ausencia de sus defensores y beneficiarios de los actos de corrupción, si es que los cometió.
Ni la dirigencia de su partido, y menos la de su corriente aparecen dando la cara por el joven político que hace tres años, a partir de su triunfo en el puerto, vislumbró el acceso a Casa Guerrero.
Y es que el municipio de Acapulco concentra no sólo la mitad de la población guerrerense, sino todos los problemas que la afectan, y para los cambios que ahora se requiere, hacía falta alguien con el carácter y la fuerza política de la actual presidenta municipal la cual está obligada a echar manos de toda la reserva política que ha acumulado la izquierda para anudarse al histórico gobierno que Juan R. Escudero hizo hace cien años.