EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Extrema felicidad, absoluta tristeza

Adán Ramírez Serret

Julio 14, 2017

Olivier Bourdeaut (Nantes, Francia, 1980) cuenta que luego de fracasar en el intento de publicar su primera novela, pues les pareció a las editoriales demasiado cínica y violenta, y de vivir en sofás de amigos durante dos años, se cansó de todo, de su frustración y su pobreza, y se fue a España para ponerse a escribir una nueva obra que ya traía de tiempo atrás en la cabeza. Así nació Esperando a Mister Bojangles, que ha tenido un debut absolutamente soñado, pues fue el libro del año en 2016 en Francia y también fue ganadora de múltiples premios y nominada nada más y nada menos, que al prestigioso Premio Goncourt.
Me parece que los premios y las nominaciones que ha tenido son completamente merecidos pues se trata de una obra única, absurda e inclasificable. Con el esperpento de un Valle Inclán, el absurdo de un Alfred Jarry o el sentido del humor de un Boris Vian, Bourdeaut nos cuenta una historia que toca dos partes de la vida que usualmente están en dos extremos, la alegría y la desolación. En Esperando a Mister Bojangles nos encontramos con la más extrema felicidad y la más absoluta tristeza.
La novela está contada por dos narradores en primera persona. La primera es la del niño que relata su infancia y la hermosa excentricidad de sus padres. La otra voz es la del padre que se dedicó a escribir un libro que sólo su hijo lee y que cuenta la historia de amor con su esposa, la madre del niño, que comenzó, se desarrolló y terminó en una absoluta y extrema fantasía que los llevó al hospital siquiátrico.
La madre del narrador es una mujer hermosa y genial, para quien la vida ordinaria, con un trabajo cotidiano e impuestos que pagar, es simplemente insuficiente, terriblemente aburrida. La novela comienza así: “Mi padre decía que ella [su madre] tuteaba a las estrellas, lo que me parecía raro porque mi madre hablaba de usted a todo el mundo, incluso a mí”. En efecto uno de los aciertos de esta obra es la forma en la que se llaman entre sí los personajes. Pues la madre trata como un adulto, como un compañero, a su hijo, (quien por cierto no tiene ninguna restricción hacia la vida sexual de sus padres); y también otra peculiaridad, que el padre siempre llama con un nombre distinto a su esposa. Creo que esto describe muy bien el carácter de la narración, pues aparece la magnífica gracia de diario ser alguien diferente; a la vez que observamos la absoluta falta de estabilidad.
El niño tiene dos padres desquiciadamente felices a quienes lo que más les gusta es quedarse en casa bebiendo champagne y escuchando la melancólica Mister Bojangles de Nina Simone. Y cuando ya en verdad se quieren divertir, huyen con todo e hijo y la grulla que tienen por mascota, hacia el sur, hacia una casa de campo en España que a ellos les gusta llamar “palacio”.
Bourdeau se sumerge en el maravilloso universo, en la escalofriante línea, entre la cordura y la locura, entre la verdad y la mentira. Dice la novela al comienzo: “Esta es mi verdadera historia, con mentiras a diestra y siniestra”. En esta obra nos enfrentamos de frente con la elección de vivir una vida fascinante y desastrosa, o una existencia aburrida y habitable. Esperando a Mister Bojangles es una prueba de que a veces, en muy pequeños momentos, se puede ser locamente feliz. Dice el narrador, “Mis padres bailaban a todas horas, en todas partes”. Una gran e intensa historia romántica donde se vive de manera tan grande, tan libre, que por fuerza la existencia debe durar poco.
Con este debut, debemos tener en mente el nombre de Olivier Bourdeaut, porque seguro lo volveremos a escuchar muy pronto.

(Olivier Bourdeaut, Esperando a Mister Bijangles, Barcelona, Salamandra, 2017. 152 páginas).