EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

EZLN: seguimos luchando, seguimos viviendo

Tryno Maldonado

Octubre 14, 2020

METALES PESADOS

 

El pasado 12 de octubre tuvo lugar la Jornada Nacional de Movilización en Defensa de la Tierra y en Contra de la Guerra al Ejército Zapatista de Liberación Nacional y los Pueblos Indígenas, acordada y convocada desde los muchos abajos organizados y en cuyas acciones dislocadas en múltiples geografías participaron pueblos, organizaciones, colectivos y redes de resistencia y rebeldía.
Entre muchas de estas acciones de protesta se realizó, por ejemplo, la toma pacífica de las instalaciones del Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas (INPI) por parte de la comunidad otomí que es integrante del Congreso Nacional Indígena (CNI) y reside en la Ciudad de México. En su pronunciamiento, la comunidad otomí denunció que el INPI “está al servicio de las transnacionales y el capital financiero para legitimar el despojo y explotación de los pueblos en el marco de la imposición de los megaproyectos de muerte como el Tren Maya, el Corredor Interoceánico, el Proyecto Integral Morelos, la refinería Dos Bocas y el nuevo aeropuerto internacional de Santa Lucía”.
Pero no sólo eso, sino “como un acto de repudio a los ataques paramilitares y guerra contrainsurgente” contra el EZLN y las comunidades zapatistas; además de denunciar los ataques a los pueblos pertenecientes al CNI y al Concejo Indígena de Gobierno (CIG), que ya ha cobrado la vida de al menos una docena de sus miembros, como Samir Flores Soberanes, cuyo asesinato sigue sin esclarecerse.
Mientras tanto, en Xpujil, Campeche, integrantes del CNI se manifestaron en contra de la construcción del mal llamado Tren Maya al denuciar que las consultas que les han sido impuestas desde arriba en Calakmul han sido ilegítimas, a base de engaños y sin respetar la autodeterminación de los pueblos y, ni siquiera, el convenio 169 de la Organización Intenacional del Trabajo (OIT).
En el Istmo de Tehuantepec se efectuaron bloqueos y plantones en rechazo rotundo al megaproyecto del Corredor Interoceánico frente a las oficinas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en Juchitán, Zanatepec, Matías Romero, Tehuantepec, Ixtepec, Donají, Revolución Guichicovi, Salina Cruz y Jesús Carranza; así como en Coatzacoalcos, Veracruz, donde se pretende que sea la otra entrada del corredor de maquilas y despojo que ha sido el sueño del “progreso” de regímenes como el de Porfirio Díaz y hasta los de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, pero ahora retomado con mucha más fuerza por la Cuarta Transformación.
Estas acciones directas se dieron en un contexto de guerra de baja intensidad en el sureste mexicano. Se está llevando a cabo, sin que la mayoría de los medios –ocupados sólo en atender cada nueva distracción que ordena la agenda del poder– den cuenta de ella. Es una estrategia sistemática de contrainsurgencia enfocada en las comunidades originarias que construyen otros modos de vida. Una vida digna basada en procesos autonómicos y en ejercicio de su libre determinación. Algo que el poder simplemente no tolera.
El EZLN se ha pronunciado también en días recientes. Han difundido dos comunicados en los que comparten su lucha de los últimos tiempos para enfrentar dos tormentas que asolan al mundo: los feminicidios y la pandemia por Covid-19. Aunque la vida no da la nota, no genera interés en redes sociales, la lucha de las comunidades zapatistas es por la vida: a diferencia de la estrategia sanitaria de Estado en todo el país, donde ya se rebasan las 80 mil defunciones, en territorios zapatistas sólo han ocurrido 12 lamentables decesos por Covid-19. Y, dada la férrea resistencia de décadas por mantener a raya las prácticas individualistas y patriarcales que imponen las políticas neoliberales, dichas comunidades sencillamente están libres de feminicidios. Pero eso, la vida, dicen ellos, no genera notas. Algo que, a diferencia de la numeralia necrológica diaria de las conferencias del poder, no se verá en la prensa.
Dice el EZLN en su más reciente comunicado: “Porque la vida no importa, no vende, no es noticia, no entra en las estadísticas, no compite en las encuestas, no tiene valoración en las redes sociales, no provoca, no representa capital político, bandera partidista, escándalo de moda. ¿A quién le importa que un pequeño, pequeñísimo, grupo de originarios, de indígenas, viva, es decir, luche? Porque resulta que vivimos. Que a pesar de paramilitares, pandemias, megaproyectos, mentiras, calumnias y olvidos, vivimos. Es decir, luchamos. Y en esto pensamos: en que seguimos luchando. Es decir, seguimos viviendo”.