EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Familia presidencial y corrupción

Jorge Zepeda Patterson

Agosto 08, 2005

Ojalá Marta Sahagún llevará a tribunales el libro que dos jóvenes periodistas acaban de publicar sobre su familia. Eso le daría a la obra la difusión que realmente se merece. Se trata del libro de Anabel Hernández y Arelí Quintero, La familia presidencial. El gobierno del cambio bajo sospecha de corrupción, de editorial Grijalbo. Es un libro que exhibe todo lo que le faltó al de Olga Wornat: pruebas. La diferencia entre ambos libros es que éste sí tiene las evidencias.

La mayor virtud de La familia presidencial es su afán de mostrar la tesis de arranque: hay un nido de corrupción en torno al clan Fox. Pero esa también es su mayor falla. Las reporteras buscaron con lupa todos (y exclusivamente) los casos que alimentaban esa tesis y no descansaron hasta poder documentarlos.

Los casos son muchos. Destaco tres. Uno de ellos es el origen inexplicable de los recursos para la compra y construcción del nuevo rancho de Fox, La Estancia, pegado al de San Cristóbal, donde el presidente piensa retirarse. Las autoras demuestran que no hay manera de que las inversiones (lago artificial incluido) pudiesen solventarse a partir de los ingresos declarados del presidente. El milagro se entiende cuando descubrimos que el arquitecto es el mismo que recibió generosos presupuestos para hacer las obras en Los Pinos, sin licitación de por medio, y que la constructora pertenece a un amigo de Fox, José Cosme Mares, quien ha recibido 28 contratos de obra federal por mas de 800 millones de pesos. El presidente ha tenido que hacer maromas en sus declaraciones para registrar el valor del nuevo rancho sin dar cuenta de la manera en que lo ha financiado.

Los aspectos más preocupantes están vinculados a los hijos de Martha Sahagún, en particular la fortuna amasada por Manuel Bribiesca Sahagún. El hijo mayor de la primera dama habría aprovechado su relación para cometer fraudes en contra de proveedores y competidores, y para obtener contratos avalados por el Infonavit para entregar casas por debajo de las especificaciones. Son patéticos los testimonios de las personas afectadas a quienes se les están cayendo sus casas recién estrenadas.

Las autoras revelan muchos datos duros que dan cuenta del enriquecimiento de las empresas de los hermanos de Fox. A principios del sexenio esas empresas estaban endeudadas al Fobaproa, por varios millones de dólares, hoy reciben cuantiosos préstamos y son verdaderos milagros del régimen. Pero la información sobre la nueva prosperidad de los hermanos de Fox no necesariamente demuestra un comportamiento ilegal. En el caso del hijo de Marta, el libro no deja duda de que se trata de una estrategia delictiva (que por ejemplo recurre a la fundación de una docena de empresas constructoras, mismo procedimiento utilizado por Carlos Ahumada). Los Fox, en cambio, al parecer simplemente utilizaron la pasarela para hacerse de socios y de relaciones comerciales y financieras convenientes.

Justamente la principal falla del libro tiene que ver con el hecho de que se trata de un inventario de todos los aspectos negativos que pudieron encontrarse sobre los abusos de la familia presidencial. Es cierto que se hizo un esfuerzo por demostrar cada aseveración. Pero entran en la misma canasta delitos tangibles como el arriba citado, que cuatro visitas de Marta Sahagún a una tienda de Masaryk para adquirir ropa de moda.

En ese sentido, el libro no escapa a las limitaciones de las obras periodísticas más empeñadas en denunciar que en explicar o encontrar la verdad. El texto sería mucho mejor si hubiese una ponderación de la gravedad de los casos tratados. No toda adquisición de un automóvil por parte de un miembro de la familia Fox debe ser citado como una muestra del enriquecimiento ilícito.

El estilo de redacción, animado por ese espíritu de denuncia, acusa “mala leche”. Por ejemplo, refiriéndose a Fox“… prácticamente no queda ni un solo simpatizante suyo en el pueblo” (La Sandía, el más cercano al rancho de San Cristóbal). Qué, ¿hicieron una encuesta? Un pie de foto reza “Paulina Fox de la Concha y Martha Sahagún reciben trato de primera” y en la imagen se advierte a un guardaespaldas con un enorme paraguas tratando de protegerlas de la lluvia, al descender del avión en Rusia. ¿Qué pretendían las periodistas, que la esposa y la hija del presidente en visita oficial a Moscú recorrieran bajo la lluvia las pistas del aeropuerto para llegar empapadas a la ceremonia de recepción? Comentarios como ese menudean a lo largo del texto y quitan credibilidad a una gran cantidad de datos impecables.

Sin embargo, el libro no deja lugar a dudas. En el año 2000 los distintos miembros de la familia Fox no tenían fortuna significativa. El presidente carecía de recursos al grado de que durante la campaña Korrodi “pagaba desde las cuentas del supermercado hasta las colegiaturas de los hijos del candidato”. Para mi gusto ese sí que era un milagro. Fox era el único ex diputado y ex gobernador pobre en la historia de nuestro país. Algo sucedió en el tránsito de gobernador a presidente. ¿El “empoderamiento” de Marta Sahagún? ¿El peso irresistible del poder absoluto?

Considero a Fox como un jefe de estado con muchas limitaciones, pero también creo que es una persona más honesta (o menos corrupta) que la clase política tradicional. A pesar de las irregularidades sigo pensando que la escala de la corrupción en el “primer círculo” fue inferior al de regímenes anteriores. Por eso es que este libro da cuenta de una historia trágica, triste: el poder absoluto termina por corromper y la única manera de evitarlo es abrir los expedientes y colocar a los poderosos bajo la lupa de la opinión pública. Este libro, con todas sus limitaciones, es un paso en esa dirección.

 

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