EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Federico Jeanmaire y las culpas de Darwin

Adán Ramírez Serret

Junio 16, 2023

 

No conozco a Federico Jeanmaire (Baradero, 1957), pero al leerlo ya siento que es mi amigo. Hasta ahora tan sólo he leído Darwin o el origen de la vejez, pero ya muero por leer sus demás novelas. Al leer la historia, su estilo y su humor, siento las ganas de compartirla; de leerla en voz alta, de regalarla a mis amigos más divertidos, sobre todo a los más inteligentes: Quienes puedan reírse de la ciencia y de sí mismos.
Este junio del 2023 el calor ha inundado México. El bochorno abruma las ciudades y dan ganas de hacer poco o nada. De estar tirado leyendo Darwin o el origen de la vejez, que abre precisamente con un epígrafe del naturalista inglés que alude al calor, un fragmento de uno de sus libros más célebres, El origen de las especies: “El hecho de que los otros miembros del orden de los primates, al que pertenece el hombre, aunque habitando diversas regiones tórridas están muy cubiertos de pelos, sobre todo en la parte exterior, contradice abiertamente la hipótesis de que el hombre haya perdido la vellosidad general por la acción del sol. Por lo tanto, en vista de estos hechos, estoy dispuesto a creer que, como veremos a propósito de la selección sexual, el hombre, o mejor, la mujer primitiva, ha debido de despojarse de sus pelos con algún objeto de ornamentación”. No puedo más que alabar esta frivolidad en tiempos de calor, que sería sin duda mucho peor si tuviéramos pelaje.
O sea que perdimos o nos quitamos los pelos para vernos más bellos. Es posible. El ser humano se caracteriza por ser una especie muy poco natural. Más bien, somos artificiales por naturaleza. Por eso, cuando la biología entra en nuestra vida privada, estamos perdidos. Nada más peligroso que un prestigioso científico hable de nuestros deseos amorosos o sexuales; de la ley del más fuerte y de la odiosa selección natural. De manera sintomática, en muchos relatos de auto ficción escritos por mujeres, muchas veces el personaje maligno es un médico.
Leyendo la novela de Jeanmaire pienso que no nos quitamos los pelos para reproducirnos con más éxito, sino simplemente para sentirnos más cómodos. Más jóvenes y bellos para nosotros mismos. Después de todo, ¿quién quiere reproducirse al ver un rostro hermoso?
Algo muy similar le sucede al personaje principal y narrador de esta novela. Se trata de un músico de blues, quien dentro de poco cumplirá sesenta años, y quien se ha enamorado de una mujer bastante más joven, que lo rechaza por viejo, por lo cual, el músico cae en una profunda tristeza y piensa en Darwin. En el mal que le ha hecho al mundo, pues, aunque él nunca habló de evolución, sí ha animalizado nuestro intelecto y sentimientos. Por Dios, casi me atrevo a pensar.
El narrador decide alejarse del mundo e ir a pasar su sesenta aniversario a las islas Galápagos, en busca de un poco de consuelo, ir al lugar en donde se originó la idea del ser humano como un mamífero tan sólo interesado en la reproducción.
El músico es un gran lector de Darwin, así que mientras llega a las islas coteja su experiencia de turista cabizbajo con los escritos del inglés. El narrador también piensa constantemente en su vida amorosa, en las mujeres de las que se ha enamorado, reflexiona en contra de Darwin, “mirando un cielo semejante al que miró Darwin, pero a mí, a diferencia de él, me alcanza y me sobra con la introspección que me ayude a seguir adelante. Que me ayude a no volver a mi pueblo para hablar mal de los demás. Lo juro. La distinción entonces parece bastante sencilla: si lo primero que descubro en una mujer es que tiene un culo bonito o un buen par de tetas, sé que sólo, y con mucha suerte, más tarde o más temprano, podré aparearme con ella, no más. Nunca me he enamorado de un culo o unas tetas, quiero decir. Jamás. Y me importa nada lo que hagan los pájaros o las tortugas”.
Leyendo Darwin o el origen de la vejez es clara la idea que separarnos de Dios y el origen divino de Adán y Eva está muy bien; pero la idea esencialista que plantea que en el humano todo es instinto es excesivamente simple. Sobre todo, para una especie que odia envejecer y que le digan que todo su amor y sentimientos son reproducción. Leyendo a Jeanmaire, se descubre que el origen de lo humano no es la pérdida de pelos, sino la posibilidad de descubrirse viejo y patético: graciosamente humano.
Federico Jeanmaire, Darwin o el origen de la vejez, Madrid, Alianza, 2022. 214 páginas.