EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Feliz año nuevo 2018

Anituy Rebolledo Ayerdi

Enero 04, 2018

Con mis mejores deseos:

Nynorsk: Eg ynskjer hemed Dykk alle einGod Jul og Godt Nyttár
(Feliz Navidad y próspero año nuevo en noruego)

Hedy Lamarr

Hedy Lamarr (Hedwig Eva Maria Kiesler), actriz y científica austriaca nacida en 1914. Se le llamará “la mujer más hermosa de la historia del cine” y ella estará orgullosa de ser la primera actriz en aparecer completamente desnuda en una película comercial. Un buen día la señora Kiesler acepta casarse con el músico suizo Teodoro Teddy Stauffer. Sólo una condición: someterse a un examen siquiátrico. La pareja se había conocido en el exclusivo Casanova Club de la Ciudad de México, y una vez casados, colgarán en La Quebrada su nidito de amor, incluidos dos pichoncitos de ella. El esposo está al frente del cabaret La Perla, del hotel El Mirador.
A los pocos meses de vivir aquí, aislada, sin amigas, la hermosa austriaca descubre que Acapulco no es el pueblo que Teddy le pintó. Ella, se dice, podría superarlo todo pero no los pequeños que sufren por el calor, los moscos y la comida. Entonces tomará una decisión radical. “¡Teodoro, esto no es para los niños, nos regresamos a Hollywood!”.
Ingeniera superdotada, Lamarr fue creadora de un sistema para detectar misiles teledirigidos, usado por Estados Unidos durante la crisis cubana de 1962 y en Vietnam. Inventora, además, de un sistema utilizado hoy mismo para el bluetooth, el Wifi y los samartphones de tercera generación.
Extasis es la película de los años 30 que dio a la actriz celebridad mundial. Diez minutos dura la secuencia en la que la chica de 18 años aparece completamente desnuda, primero junto a un lago y luego correteando por la campiña checa. Experimentará luego el primer orgasmo cinematográfico. El magnate nazi Friederich Fritz Mandl, sin conocer personalmente a la chamaca, de la que se dice es bisexual, negocia con los padres un matrimonio. Una auténtica esclavitud. Hombre celosísimo, se dedica a buscar en el mundo copias de Éxtasis, solo para quemarlas. En el vuelo que huye del verdugo nazi, rumbo a América, se liga a un poderoso productor de Hollywood, quien le facilita su entrada al cine.
La fecha de nacimiento de Hedy, 9 de noviembre, fue adoptada en Estados Unidos como el Día del Inventor. Muere en Florida en el año 2000, a los 85 años de edad. Tres de sus películas: Sansón y Dalila, Mi espía favorito y Entraña de mujer.

Shenoraavor Nor Dari yev Pari Gaghand (armenio)

El Pelón Riestra

“Alfred Blumenthal, Blumy, el dueño del hotel Casablanca, nos comisionó para amenizar el año nuevo (1942) en el Ciro’s de Acapulco” , narra Ernesto Pelón Riestra en su libro Mi batuta habla.
“Ya para entonces Acapulco era un paraíso comparado con los mejores balnearios del mundo. Había millonarios por ramilletes. En la piscina del hotel Beachcomber se celebraban carreras de tortugas con grandes apuestas, aunque no abiertamente. El lujo era exuberante, todo carísimo. Casi todos los clientes eran norteamericanos o europeos, pocos mexicanos”.
(El famoso Beachcomber fue creación de Teddy Stauffer cuando fue director del Casablanca, mientras que Beto Barney era el encargado de la contratación de artistas. Teddy se disgusta con Blumy y antes de botarle el trabajo le arrea un puñetazo que le revienta la nariz. Barney se solidariza con el suizo. Fundará más tarde el hoy no menos legendario Bum Bum).
El Pelón Riestra califica al Ciro’ s como el sitio más famoso del mundo entre 1942 y 1948 y cuenta, orgulloso, que a los acordes de su orquesta bailaron las más glamorosas estrellas de Hollywood. Rita Haywoort, Ann Sheridan, Esther Williams, Paulette Godard, Walter Pigdeon, Danny Kaye y Errol Flinn. Millonarios excéntricos como Howard Huges, ídolos del béisbol como Babe Ruth y boxeadores pesados como Joe Louis. Por si fuera poco, presume que, escuchándolo, se conocieron María Félix y Agustín Lara.

Cracium fericit si un An Nou fericit (Rumano)

René Muñiz

Llama la atención una cita sobre el paisano René Muñiz en una biografía de Graciela Olmos, La Bandida, célebre madrota de la Ciudad de México. Fue, además, pródiga compositora de corridos revolucionarios y entre ellos El siete leguas. René, por su parte, fue compañero de equipo de Clemente Mejía en los Juegos Centroamericanos y del Caribe y de los Olímpicos de Helsinki en 1952.
El acapulqueño fue instructor de nado de las pupilas de la señora Olmos (en realidad Marina Ahedo), propietaria del burdel más caro y exclusivo del México posrevolucionario. Una calidad otorgada por el valimiento de sucesivos presidentes de la República, a partir de Elías Calles y hasta López Mateos, con la notabilísima excepción de Lázaro Cárdenas. Empeñada en la preparación física y mental de sus hijuelas, a fin de mantenerlas a la altura de su exigente clientela, La Seño las obligaba a tomar clases de idiomas, danza, urbanidad y natación. El rubio y larguirucho paisano, que alguna vez será concesionario de la playa La Langosta, fue maestro de esta última asignatura.
Así, Muñiz tuvo la oportunidad de tocar e incluso masajear aquello cuerpos tersos, macizos, reservados para políticos y millonarios –perdón por la sinonimia. Sobó, por ejemplo, los muslos ebúrneos de la Obsidiana, mientras que a la Torera y a la Bigotes seguramente les pellizcó las nalguitas paradas, como las de hoy pronosticadoras del tiempo en televisión. Finalmente, a La Malinche le recomendó eliminar el vello facial, pero sin decirle que tenía bigotes de Pancho Villa. Advertido de que la paga era peso sobre peso y no con cuerpo, el güero acapulqueño nunca se atrevió a pedir cachuchazos. Ora que si se los ofrecieron…
La Malinche, a propósito, se estableció tiempo después en el hotel Mónaco, de Acapulco, por el que pagó a Chucho Fares tres y medio millones de pesos, al chas chas. Ganados, advertía, con el sudor, pero no nada más de su frente. Estableció en la planta baja un cantabar, repleto todas las noches para escuchar a mi compadre Tadeo Arredondo y al extraordinario crooner Richard Pintos.

Sretan Bozic (Croata)

Acapulco en la azotea

El grito de “¡Acapulco en la azotea!”, lanzado por doña Borola Tacuche de Burrón, hacía cimbrar la vecindad localizada en el callejón del Cuajo número chorrocientos chechenta y chocho, en la antigua y venerable Ciudad de los Palacios. Y diciendo y haciendo.
Allí mismo, en la azotea, junto a la hilera de lavaderos donde mujeres estoicas se sobaban el lomo aporreando garras percudidas, la señora de Burrón instalaba su propio paraíso tropical. Los helechos hacían las veces de palmeras, también borrachos, pero de orines. Un viejo petate se convertía en camastro, las sabanas tendidas semejaban velas al viento y un viejo paraguas hacía las veces de sombrilla playera. El silbato de la fábrica cercana será el yate de recreo que sale de la bahía.
Enfundada en su multicolor chikini, confeccionado por ella misma con retacería hurtada en la sastrería vecina, La Doña, como exigía a las vecinas llamarle, tomaba el sol embadurnado el cuerpo con aceite 1-2-3. Luego se metía en una vieja tina con fuerte olor a Clarasol. Se protegía los oclayos con las gafas de motociclistas de Floro Tinoco, el novio de su hija Macuca. Alguna vez, la Güereja inundó uno de los patios de la vecindad para crear su propia alberca acapulqueña, y de milagro saldrá ilesa de la furia del vecindario por haberse gastado el agua de un mes.
El escritor chiapaneco Armando Arias, abunda: Doña Borola Tacuche nunca necesitó que don Regino Burrón la llevara a Acapulco. Ella ideó el “Acapulco en la azotea” y en traje de rana mostraba sus sensuales formas moviendo las tambochas de las de acá. Cosa que enloquecía de deseos al sexo horrible, o sea, el opuesto. Macuca enrojecía de pena.

Vasel Koleda; Tchestita nova godina (búlgaro)

La segunda Reseña

La primera Reseña Mundial de los Festivales Cinematográficos, creada por Miguel Alemán Velasco, se inaugura en 1958 en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Sorprende el auspicio del presidente Ruiz Cortines, tenido por “agarrado” y “cuentachiles”. Ambiente gélido, escaso público y tedio a morir serán factores que obliguen a pensar en otro escenario: ¡Acapulco!
La segunda Reseña se abre aquí, en efecto, el 25 de noviembre de 1959 y tiene como sede el Fuerte de San Diego.
La cinta inaugural, La fortaleza escondida, del japonés Akira Kurosawa, con Toshiro Mifune –quien filmará más tarde aquí Animas Trujano– impacta a un público no acostumbrado a esa clase de filmes. Poco o nada les dirá, en cambio, la francesa Los cuatrocientos golpes, de Francois Truffaut. Celebrada inmediatamente como obra maestra por parte de los críticos asiduos: Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Agustín y José Luis Cuevas. Hoy la película figura entre las cien mejores de todos los tiempos.
Se exhibe por primera vez en Acapulco una película pakistaní: Se levanta el día, y no pasa nada. En cambio, entusiasma la brasileña Orfeo negro. Muy aplaudidas Almas en subasta de la Gran Bretaña; las italo-francesas El general de la Rovere y La Gran Guerra, así como las francesas Doble vuelta y Los primos, de Claude Chabrol. Intrigan Anatomía de un asesinato y Compulsión, de Estados Unidos, y sorprende Nazarín, hecha en México por Luis Buñuel.
Aquí estarán el gringo James Stewart, el francés Jean Marais, tenido como el hombre más apuesto del mundo y el italiano Amadeo Nazari. Los directores Sergei Bondarchuck, ruso, y Roberto Rosellini, italiano. Este más cuestionado por haber botado a su mujer Anna Magnani, para ir tras los huesitos de Ingrid Bergman. Con ella se casa en Ciudad Juárez.

Hyvaa Joulua or Hauskaa Joulua (finlandés)

Bugsy Siegel

La mafia italiana en Estados Unidos explorará en varias ocasiones la posibilidad de establecer casinos en México, particularmente en Acapulco. Uno de los primeros exploradores de la neoyorkina fue Bugsy Siegel, un gángster de poca monta pero con una suerte endiablada. Construye en pleno desierto de Mojave un hotel-casino, Flamingos, del que surgirá, sin pretenderlo por supuesto, la más fulgurante capital del hedonismo universal: Las Vegas, Nevada (1946). Sus jefes Lucky Luciano y Meyer Lensky le reconocerán tan prodigiosa iniciativa, dándole manga ancha para el manejo de la poco más tarde rentabilísima empresa.
Cuando Bugsy visite Acapulco conocerá el proyecto de un casino en toda forma. Lo planea el general Juan Andrew Almazán en la parte posterior de su hotel Papagayo. Los planos lo ubican precisamente en el montículo donde hoy se levanta el Palacio Municipal. El capo ofrece su asesoría para cuando se autorice la construcción.
Torpe y ambicioso, Bugsy es descubierto a la vuelta de un año cuando pretenda robarle los huevos al águila. El boss Luciano descubre en un banco suizo una cuenta de dos millones de dólares a nombre de un tal Benjamín Siegelbaum. ¿Bugsy Siegel? La respuesta se dará una mañana cualquiera. Un hombre se acerca al amplio ventanal que da a los jardines de una lujosa residencia de Beverly Hills. Adentro, en la sala, Bugsy lee el periódico. El hombre aquél apunta su M-1 y dispara hasta la última bala mientras grita: ¡imbroglare figlio del cazzo! Algo así como “tramposo, hijo de la chingada”.
–¡Te fuiste, viela! –se dijo aquí.