EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

FMI: ¿nuevas ideas y viejas políticas?

Saúl Escobar Toledo

Noviembre 08, 2017

Hace aproximadamente un mes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer su Informe 2017 bajo el título “Promover el crecimiento inclusivo”. En este documento se expone que “tras varios años de un comportamiento desalentador, la economía mundial empezó a tomar ímpetu… pero aún yacen profundas incertidumbres acerca del orden económico y financiero de la posguerra que tendrán que enfrentarse en los próximos años”. Destacadamente, dice el FMI, y esto es lo que merece subrayarse, la pérdida de empleos y una creciente desigualdad.
El documento señala que “las inquietudes acerca de la desigualdad del ingreso y el crecimiento inclusivo han pasado a ser un tema de relevancia mundial”. Advierte que, en los últimos 30 años, la disparidad ha aumentado en muchos países y “los ricos son cada vez más ricos”. Señala también que tras la crisis financiera mundial de 2007-8 se “ha exacerbado la reacción política contra la globalización”. Reconoce que “pese a todas sus ventajas el comercio (mundial) ha sido perjudicial para ciertos grupos de trabajadores y comunidades, particularmente en Estados Unidos y Europa”. Y asegura que las investigaciones del FMI sobre este tema han demostrado “que el aumento de la desigualdad implica riesgos para la durabilidad del crecimiento económico, que el diseño de políticas públicas incide en la distribución del ingreso y que los gobiernos también pueden ayudar a hacer frente a esta situación”. Según el Informe, un asunto relevante en este tema es la que atañe al género pues “la participación femenina en la fuerza laboral sigue siendo menor a la masculina en la mayoría de las economías del mundo. Además, las brechas salariales son muy grandes y las mujeres están sobrerrepresentadas en el sector informal y entre los trabajadores pobres. Y concluye: “La igualdad entre hombres y mujeres es un importante objetivo para acelerar el crecimiento, pero también es crucial para un reparto del ingreso más equitativo.”
Por eso, el FMI, asegura que ahora se está orientando hacia la búsqueda de políticas que promuevan el crecimiento inclusivo:  reformas fiscales (incluyendo una mayor inversión en infraestructura pública), reformas del sector financiero y reformas del sector agrícola “pueden tener importantes consecuencias distributivas en los países en desarrollo”.
Por su parte, a principios de año, el Foro Económico Mundial había publicado su Reporte sobre el crecimiento inclusivo y el desarrollo 2017. En este documento se reconocía, basado en datos de la OIT, “el reto de la declinación de la participación del trabajo en el ingreso en todo el mundo”. Hacía notar que, en 16 países investigados por esa organización, su participación cayó  del 75% a mediados de los setenta al 65% antes de la gran recesión (2008) y que esta tendencia había empeorado desde entonces.  Sin duda, agregaba el reporte, dicho fenómeno está relacionado directamente con el deterioro de la distribución del ingreso. Varios factores han causado esto: tecnologías que ahorran trabajo; la globalización del comercio; presiones del capital financiero para aumentar los dividendos; una disminución del poder de negociación de los trabajadores y la debilidad de las instituciones del mercado laboral. Una de las maneras de contrarrestar estas tendencias aseguraba el Foro, es aumentar el salario mínimo, pues donde se ha llevado a cabo esta medida, se ha reducido la desigualdad sin efectos adversos al empleo. Pero, agregaba, eso no es suficiente pues se requiere también ampliar la protección social (sobre todo en materia de salud), un mejor clima para las empresas y que los trabajadores recuperen su poder de negociación contractual para determinar sus condiciones de trabajo. Todo ello, señalaba el Reporte, “reduce las desigualdades y previene la pobreza, aumenta la productividad laboral, empodera a la gente para obtener un trabajo decente y promueve el crecimiento inclusivo”.
Debe recordarse que el World Economic Forum o Foro de Davos, con sede en Suiza, reúne a los principales líderes empresariales y políticos a nivel internacional y a periodistas e intelectuales seleccionados para analizar los problemas más apremiantes que afronta nuestro planeta. El Foro está financiado por 100 empresas que ocupan un lugar relevante en la economía global pues cada una de ellas factura más de cinco mil millones de dólares anuales.
Las recomendaciones del FMI y los planteamientos del Foro de Davos se basaban apenas hace unos años en la desregulación y la libertad de los mercados, incluyendo de manera destacada la flexibilización del trabajo. Reconocer los malestares de la globalización, principalmente sus efectos adversos en la distribución del ingreso, y recomendar una mayor intervención del Estado mediante políticas fiscales y de inversión pública, así como acciones en el terreno laboral que fortalezcan el salario y la posición de los trabajadores para pactar con sus empleadores, son algunas elementos que parecieran apuntar hacia una vuelco en el pensamiento de las élites intelectuales ligadas al poder económico y político.
El problema es que hasta ahora casi nada se ha hecho para traducir estas preocupaciones en realidades. Un ejemplo muy destacado es lo que sucede en Estados Unidos donde el Sr. Trump está promoviendo un conjunto de medidas económicas muy distintas a la que ahora sugiere el FMI y el Foro de Davos,  principalmente una reforma fiscal abrumadoramente favorable para los ricos. Ello, según varios economistas destacados, aumentará la deuda y las tasas de interés, debilitará el crecimiento mundial, frenará los aumentos de los salarios, haciendo que el consumo interno permanezca “anémico”, y hará más profunda la brecha entre el 1% más acaudalado y el resto de la población.
Adoptar el crecimiento inclusivo como un planteamiento central para enfrentar los problemas que aquejan a nuestras sociedades, representa un cambio de paradigma. Muchos intelectuales y políticos, ajenos u opositores a las élites del poder, ya habían advertido el desastre actual desde hace años, poniendo el acento precisamente en estos temas. Desgraciadamente, aunque el Consenso de Washington parece estar agonizando, aún no hay un nuevo esquema de políticas públicas que se estén poniendo en práctica con el apoyo de la comunidad internacional. Los nuevos enfoques anunciados por el FMI pueden quedar en puras declaraciones. No sólo está el caso de Estados Unidos con Trump. En Francia el presidente Macron ha tratado de imponer una reforma laboral que afecta sensiblemente la capacidad de negociación de los trabajadores y los sindicatos. Y en América Latina, México, Argentina y Brasil, con el vuelco a la derecha en estos dos últimos países, se están aplicando las mismas medidas neoliberales de antaño. A ellos como a muchos otros gobiernos, incluyendo la Unión Europea, las nuevas visiones del FMI y el Foro de Davos les tienen sin cuidado.
No cabe duda de que el mundo se encuentra en una encrucijada.  Si llegaran a prevalecer los enfoques del crecimiento incluyente y éstos son adoptados por los gobiernos y los ciudadanos que los eligen, podríamos estar ante un mejor futuro. En cambio, si prevalecen los esquemas neoliberales y aumenta la exclusión social, la globalización será más vulnerable a los choques económicos, financieros y geopolíticos y en tres o cuatro años se puede producir una nueva crisis. Peor todavía, si los gobiernos de derecha, nacionalistas y conservadores logran imponerse, sobre todo Trump en Estados Unidos, no sólo aumentará el riesgo de una gran inestabilidad económica y social. También peligran la paz y la sustentabilidad del planeta.
Por ello, se requiere adoptar el problema de la desigualdad no sólo como un obstáculo para acelerar el crecimiento sino como la piedra angular de un nuevo esquema de desarrollo.  Ganar este debate puede marcar el futuro de la humanidad. Eso es lo que se puede concluir de los documentos del FMI y el Foro de Davos, si los tomamos en serio.

Twitter: #saulescoba