EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Fragmentación de los partidos políticos

Héctor Manuel Popoca Boone

Abril 06, 2024

 

Algunos de los principales partidos políticos contemporáneos en México han conquistado el poder gubernamental a través de la imperfecta democracia electoral que tenemos (mercantilizada y cuasi mafiosa).
También han sufrido hacia su interior variados resquebrajamientos, divisiones, fragmentaciones y desprendimientos; producto de no haber podido resolver correctamente sus diferencias y “contradicciones no antagónicas en el seno de ellos” (Mao), en la lucha interna por el poder partidario y, luego, en la arena externa de los procesos electorales; para colocar a sus militantes y simpatizantes en candidaturas de puestos de elección popular o incorporarlos a la administración pública en los diferentes niveles de gobierno.
El antecedente más importante de este fenómeno político corrosivo, cada vez más recurrente, fue el desprendimiento de la llamada “Corriente Democrática” del Partido Revolucionario Institucional; encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y otros conspicuos priistas a mediados de los 80’s del siglo pasado.
El PRI fue hegemónico mucho tiempo en el plano electoral y duró 70 años enquistado en el poder presidencial nacional. A él se le deben la paternidad de la mayor parte de las mañas electorales antidemocráticas que hoy brillan en nuestras lides electorales. Principalmente la compra directa o indirecta de candidaturas en los partidos y del voto ciudadano en los comicios.
El desprendimiento político priista dio origen, poco después, a un nuevo organismo partidario, integrado junto con otros entes denominado: Partido de la Revolución Democrática (PRD); a la manera de una confederación de agrupamientos políticos; el que, por sus enfrentamientos internos, no pudo conquistar el poder presidencial; dando paso al surgimiento de su seno al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en 2012. Este movimiento político, para incorporarse a la lid electoral, conformó hacia su interior un partido político, que lleva la misma denominación; sumando a otros militantes tránsfugas de otros partidos políticos y de otros ciudadanos simpatizantes con ideologías variopintas de centro-izquierda.
Después de un interregno de dos mandatos federales presidenciales sucesivos del Partido Acción Nacional (PAN) 2000-2006 y 2006-2012 (que fueron de perfil geométrico centro derecha) que no pudieron mantenerse en el poder y tuvieron que devolverlo al PRI y este último perderlo en el año 2018.
Morena triunfó en la contienda electoral federal presidencial de ese año; encabezando la presidencia de la República su candidato, el muy polémico político, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). El caudillismo presidencial, sin tapujos, de AMLO y las ambiciones de poder, por el poder mismo, de los dirigentes morenistas, de los miembros del gabinete presidencial y simpatizantes respectivos, afloraron a poco de arribar al poder en los tres niveles de gobierno; acentuándose las actuaciones facciosas, de pocos escrúpulos, de un pragmatismo y eclecticismo sin parangón, con mucha falta de respeto a la legalidad estatutaria; así como de la prevalencia del oportunismo, los intereses particulares los familiares.
Eso ha provocado cuarteaduras a la estructura de Morena que, de no atenderse bien, sobre todo en este periodo del proceso electoral, terminarán por perder votos electorales, fragmentándolo o consolidando hacia su interior una federación de “tribus políticas” a semejanza del otrora poderoso PRD. Súmele a eso, los malos estilos de gobernar exhibidos, ahí donde han ejercido el poder gubernamental.
Es precisamente en los procesos electorales (federal, estatales y municipales), donde se agudizan más las desviaciones del utilitarismo pragmático, las “concertacesiones o acuerdos en lo oscurito” y de las conveniencias nepotistas o individuales, que sustituyen a las conductas transparentes y congruentes con los principios, valores y programas de acción partidaria; mismos que quedan arrumbados tan solo como testimonios documentales, en el marco de un espectro de colores de identidad política externa y no como guiones doctrinarios para la “praxis política” cotidiana.
De esta manera, se reproduce velozmente la politiquería con sus respectivos flujos del “ir y venir” de los politicastros, denominados también dentro de la jerga política como “chapulines”, “trapecistas” o “chaqueteros”. Por tanto, en nuestro sistema político electoral el dinero y no la ideología se convierte, por una parte, en el instrumento por excelencia para la amalgama y la adhesión y por la otra parte, como esencial recurso para el acceso al poder.
Para triunfar en nuestra imperante “democracia de mercaderes” lo decisivo es la compra monetaria o concesionada: en primer término, de las candidaturas y después, con la compra del voto del ciudadano elector en cualquier forma legal o ilegal que esté a nuestro alcance. “Dime cuánto dinero tienes o puedes conseguir y te diré hasta donde puedes llegar; apostando y participando en la prostituida concertacesión política electoral, donde es rentable y redituable invertir dinero. De donde provenga.
Lo que afortunadamente no se ha perdido todavía es la posibilidad de la alternancia en el poder en una forma pacífica, pero a un costo económico y de poder territorial en manos de la delincuencia muy alto.
Total, lo más importante es que no pasa nada ante la ilegalidad e ilegitimidad cometidas por la mayoría de los actores de la política electoral mexicana. El cinismo, la hipocresía, lo falsario y la traición son ya partes inherentes de nuestro acendrado “Sistema Estatal de Corrupción e Impunidad. S.A. de C.V.” (Continuará).
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