EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Francisco Hernández de Toledo

Octavio Klimek Alcaraz

Febrero 22, 2020

 

El pasado 28 de enero se conmemoró un aniversario más del fallecimiento en Madrid, España, el protomédico español Francisco Hernández de Toledo. Hernández nació probablemente entre los años 1514 a 1517 en el pueblo de La Puebla de Montalbán, en la provincia de Toledo. No se debe dejar de observar que en 1521 es el derrumbe de la Gran Tenochtitlan por los conquistadores españoles.
Sin duda alguna, la historia natural de México tiene una gran deuda con Francisco. Hernández. Sus aportaciones al conocimiento etnobotánico (estudio de la relación de los grupos humanos y las plantas) son incalculables. Esto fue a través del estudio de la flora así como de la fauna en el entonces Virreinato de la Nueva España. De hecho, la Universidad Nacional Autónoma de México tiene compilada sus obras completas en una página electrónica: http://www.franciscohernandez.unam.mx/home.html
La vasta información que se tiene acerca de las plantas conocidas y empleadas por los pueblos originarios al principio de la conquista procede, en esencia, de la monumental obra que desarrollo Hernández, titulada Historia natural de Nueva España.
En esta invaluable recopilación que obtuvo interrogando a los nativos aportó, entre otros datos, las descripciones empíricas de 3 mil 076 plantas. También habla sobre el uso médico que se hacía de esas plantas, incluyendo su dosificación y preparación.
Asimismo, los datos que sobre los animales, así como, los minerales, colectados en la Nueva España los anotó cuidadosamente en una parte de su magna obra, bajo el título de Historia de los animales de la Nueva España e Historia de los minerales de la Nueva España.
Hernández, a partir del año 1535, estudió Medicina en la Universidad de Alcalá de Henares y ejerció la medicina durante varios años en el Hospital de la Santa Cruz de Toledo. Entre 1555 a 1570 fue médico y profesor del monasterio y del hospital de Guadalupe en Sevilla, una función prestigiosa que además estaba bien remunerada. En esos años, Hernández explora Andalucía debido a su interés por las plantas medicinales. Herboriza en los campos andaluces con otros colegas médicos. Por ello, en su ejercicio como médico conoce sobre los productos naturales que venían de América y sus propiedades curativas.
Alrededor del año 1555, contrajo matrimonio con Juana Díaz de Pan y Agua. De este matrimonio nacerán Juan Hernández y María de Sotomayor, sus hijos legítimos. Juan lo acompañaría posteriormente en su viaje a América. Posiblemente en 1567 retornó a Toledo, probablemente ya viudo. Desde muy joven traducía a los clásicos, posiblemente, es cuando realiza la traducción y comentarios a la Historia natural de Cayo Plinio Segundo.
Por los años de 1562 a 1568, Hernández debió escribir su Compendio de Philosophia Moral según Aristóteles, anterior a su trabajo sobre Plinio. El texto quedó inédito en vida de Hernández, pero se recuperó posteriormente y está incluido en las obras completas publicadas por la UNAM.
El 15 de julio de 1567, Hernández es nombrado “médico de cámara” en la Corte de Felipe II. Crucial es que el 11 de enero de 1570, seguramente a propuesta de él, el rey Felipe II nombra a Hernández “Protomédico general de todas las Indias, islas y tierra firme del mar océano”. Se acompaña el Título de las Instrucciones dictadas por el rey Felipe II que debían pautar los trabajos de esta expedición. Meses después, el 1 de septiembre Hernández regresa a Sevilla para embarcarse a México.
La constancia de la llegada a México es del mes de febrero de 1571, cincuenta años después de la Conquista. Era el primero que llegaba a América con una misión que no era diplomática, ni secreta, ni de Estado, ni religiosa, sino científica.
Hernández presenta el día 1 de marzo de 1571, el título de protomédico a la Audiencia de Nueva España. Entre 1571 y 1576 son de intensa actividad científica en el territorio de México. En esos años recorre amplias extensiones del país. Por el norte llegó a Michoacán, Colima y Querétaro. Viajó hacia la costa del Océano Pacífico hasta cerca del Istmo y estuvo en Oaxaca. Recorrió la Meseta Central del país, así como los ahora estados de Morelos, Puebla y Guerrero. Colecta plantas y otros recursos naturales. En difíciles condiciones de viaje era acompañado de su hijo Juan, de un geógrafo llamado Francisco Domínguez y de varios pintores, copistas y médicos indígenas.
Todos esos viajes van a su costa, por lo que los hace bajo penurias económicas y se pasa clamando al rey por falta de dinero.
Hernández tenía una gran admiración por la diversidad de lenguas y las capacidades de los médicos indígenas para nombrar “tan grande número de yerbas que de algunas saben la virtud y de otras no, casi no se halla ninguna que con nombre particular no es de ellos nombrada y conocida”, escribe en sus comentarios al Plinio.
En 1577 regresa Hernández a España desde San Juan de Ulúa. En los meses finales de 1577 se instala en Madrid, con la salud quebrantada. Tuvo poca suerte, no recibió el favor real que esperaba y, en cambio, soportando las intrigas de un grupo de enemigos poderosos. El rey Felipe II mandó guardar su obra en El Escorial y al ver a Hernández enfermo y cansado, comisionó al médico italiano Recco para que la recortase y adaptase a las necesidades editoriales.
Para mediados de 1578, las obras de Hernández están divididas. Una parte, la conserva el rey, y otra, la más extensa y variada, continuaba en poder de Hernández, quien seguía puliéndola y retocándola continuamente.
10 años después, el 28 de enero de 1587, muere Hernández antes de ver su extensa obra publicada. Sus trabajos originales se conservaron en la biblioteca de El Escorial pero desaparecieron, seguramente destruidos durante el incendio de 1671. Por tanto, sólo se conocen fragmentos de su inmensa obra.
Curiosamente, Francisco Hernández no es tan reconocido como naturalistas del nivel de Humboldt o Darwin, pero su legado está hasta ahora presente en la ciencia. No lo olvidemos.

P. D. Me duele conocer de tanta barbarie en México y Guerrero. ¿Cuándo se perdió el sentido humanista en nuestra sociedad?