EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Fred Vargas: la novela como telaraña

Adán Ramírez Serret

Junio 01, 2018

 

La semana pasada se anunció a Fred Vargas (París, 1957) como la más reciente ganadora del Premio Princesa de Asturias de las letras 2018. Se trata de la autora francófona más leída en 2017 y de la escritora que usualmente es confundida con un hombre debido al seudónimo que se puso. Su verdadero nombre es Frédérique Audoin-Rouzeau quien además de ser todo lo ya dicho es también arqueozoóloga y experta en la peste de la Edad Media.
Me alegra que le hayan dado el premio a Fred Vargas no sólo porque es una gran escritora sino también porque sus novelas son del género negro; novelas policiacas cargadas de humor y escritas con verdadera maestría. Me complace que otorguen un premio tan prestigiado a una escritora de libros policiales pues al parecer al fin está desapareciendo el terrible yugo al que estuvieron sometidos los escritores de novelas policiacas de ser catalogados como autores de un género menor. Está de más defender estas novelas pero no está mal recordar algunos nombres que han tomado la pluma para escribir historias policiacas. Dashiell Hammett, Raymond Chandler o Patricia Highsmith.
La novela policiaca era o es criticada a partir de una de sus grandes virtudes: tiene una estructura definida que puede variar muy poco, se necesita un asesino, una víctima y una escena del crimen. Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges se cansaron de decir que esa era una gran virtud y que acoplarse a estas reglas era tan complicado, o más, como escribir cualquier novela. Sin embargo aún muchos puristas se alarman cuando a un autor como Eduardo Mendoza le dan el Premio Cervantes o al otro gran escritor francés actual de novela negra, Pierre Le Maitre, le otorgan el Goncourt.
Fred Vargas es, pues, una brillante escritora de novelas policiacas que acaba de ganar un prestigiado premio y en cuanto nos acercamos a las primeras páginas de sus libros sabemos la razón de su reputación, pues se leen con sencillez y son divertidas e irónicamente eruditas. Ha escrito más de 10 novelas entre las cuales algunas de las más célebres son La tercera virgen y El ejército furioso. La mayoría de ellas son protagonizadas por su carismático y desde luego atormentando detective Jean-Baptiste Adamsberg. Como casi todas las sagas que tienen un mismo detective, sin duda si se leen en orden la lectura es más rica porque se perciben más matices; pero también como cualquier historia de los otros grandes de la novela actual el ya citado Pierre Lemaitre o Benjamin Black, en cada uno de sus libros las historias comienzan y terminan. Incluso, me atrevería a decir, que una obra ideal para comenzar a leer precisamente a Fred Vargas es la más reciente, Cuando sale la reclusa.
La historia comienza cuando avisan a Adamsberg, que huyó a Islandia para huir un tanto de sí mismo, que debe volver a Francia pues hubo un asesinato. El comandante Adamsberg vuelve a París en donde se encuentra con su equipo dividido en varios bandos. Los que lo quieren, los que lo respetan, los que le tienen celos y los que se preocupan por él. El crimen que lo lleva de vuelta es tan sólo un pretexto para que comience la historia. Como buen detective pero sobre todo como buen héroe de novela policiaca, Adamsberg tiene una enorme intuición que comienza con lo que él llama “burbujas de pensamientos”. Se trata de una idea borrosa y fugaz que detona, en este caso, la noticia que en lo que lleva del inicio del verano en Francia, han muerto dos hombres de 84 años por la picadura de una araña. De una Reclusa, que en poco tiempo el detective descubre que su picadura no es mortal. Sin embargo, ¿cómo abrir una investigación cuando no se tiene nada más que una “burbuja de pensamiento”?.
Aquí comienza precisamente la maestría de Fred Vargas como narradora, pues tal como si se tratara de una tela de araña, se comienza por jalar un hilo, de manera suave y delicada, para descubrir un entramado un tanto invisible: un asesino que busca una venganza. Pero ¿acaso se puede matar con una araña? El asesino tendría que ser una especie de Flautista de Hamelín para que los arácnidos le hicieran caso.
En la novela, el lector comienza a descubrir los protopensamientos de Adamsberg y a buscar una respuesta a la historia. Como si esas “burbujas de pensamiento” nos fueran compartidas y comenzáramos a tener el olfato para dilucidar la tela de araña.
(Fred Vargas, Cuando sale la reclusa, Madrid, Siruela, 2018. 408 páginas).