EL-SUR

Sábado 09 de Diciembre de 2023

Guerrero, México

Opinión

Fuego amigo

Arturo Martínez Núñez

Marzo 20, 2018

Se dice que Winston Churchill una vez dijo que en el parlamento británico –conocido por sus gradas opuestas divididas por la mesa en la que sesiona el speaker (presidente de la cámara)–, que sus adversarios se sentaban enfrente señalando a los miembros de la oposición, mientras que sus enemigos se sentaban detrás, refiriéndose a los miembros de su propio partido.
En política es hasta cierto punto normal, que los golpes mas dolorosos y bajos, provengan de supuestos compañeros o ex compañeros de causa, de partido o de campaña. De la misma forma, es extrañamente común que adversarios políticos puedan tener relaciones personales afectivas y respetuosas. Esto tiene una explicación lógica: mientras los adversarios comprenden de antemano su rivalidad, con los compañeros de partido la disputa es por las mismas posiciones dentro del mismo instituto político. Cuando en el futbol los Pumas juegan contra el América, es natural que unos quieran arrebatarle el balón a los contrarios. Lo que nunca se espera, es que un compañero de equipo te robe el balón intempestivamente o te haga una falta por la espalda.
En los momentos previos a las resoluciones de las candidaturas políticas, los ánimos se encienden, las guerras intestinas aumentan de nivel y el fuego amigo arrecia.
Por eso Morena intentó blindar sus procesos internos al establecer claramente en una clausula de su convocatoria “queda estrictamente prohibido que los/las aspirantes realicen acusaciones publicas contra el partido, sus órganos de Dirección u otros/as aspirantes o protagonistas, o comentan actos de violencia física contra otros miembros o el patrimonio del partido. La falta a esta disposición será sancionada con las cancelación del registro aprobado al cargo por el que se postuló”.
Para lograr un arranque impetuoso en las campañas electorales, es indispensable la unidad en los institutos políticos. Si bien es cierto que es casi imposible evitar que existan disputas internas, sí es posible conducir la disidencia por el camino del orden y de la fraternidad. Esta es una función clave de los candidatos y de sus principales operadores políticos.
En el bloque que lidera el PRI, parece no haber demasiada tensión. Las listas se han aprobado sin mayor sobresalto y la tan anunciada fractura que se anunciaba con fanfarrias, parece ser que no llegará. En el Frente, el PAN está destrozado internamente al haber roto con el calderonismo; el PRD es el cascarón de un partido que alguna vez fue poderoso y sólo MC, partido monolítico que gira en torno a su único líder, Dante Delgado, parece haberse librado de la ruptura. En Morena se percibe calma interna y solo algunas voces aisladas, que se dedican a intentar ganar en los medios y en las mesas lo que no podrían ganar jamás en las urnas, buscan presionar a favor o en contra de determinadas candidaturas.
Se equivocan los inquisidores anónimos de Morena señalando a todos aquellos que llegan de otros partidos u movimientos. En lugar de dedicarnos a denostar y a descalificar a los ex priistas, ex panistas y sobre todo a los ex perredistas, los que estamos comprometidos con el proyecto que encabeza Andrés Manuel López Obrador, deberíamos de estar dedicados a convencer a todos aquellos que no piensan como nosotros y que siguen viendo a AMLO como “un peligro para México”.
Los que crean que este arroz ya se coció, ignoran la fuerza del coletazo del dinosaurio. Morena necesita consolidar una mayoría amplia y contundente y para lograr esto necesariamente tenemos que aliarnos a los que hoy están con el PRI, con el PAN, con el PRD o sin partido alguno. Los que no lo entienden, los ultra ortodoxos extremistas, jamás han ganado en ninguna elección. Son los mismos que en procesos anteriores no han superado el 5 por ciento de las preferencias ciudadanas. En política es necesario construir alianzas electorales ganadoras y estas no se logran únicamente aliándonos con los que piensan como nosotros.
El fuego amigo solo daña al emisor, difícilmente al receptor. El odio es un veneno que se toma uno, esperando que el que se envenene sea el otro. Las campañas anónimas que buscan denostar a un adversario político, normalmente terminan favoreciéndolo. En política lo que no mata, fortalece. Lo que resiste, apoya. Decía Françoise de La Rochefoucald que “más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición”. Así, muchos ciegos van por la vida pública dando palos sin saber a quién golpean e ignorando que le hacen el trabajo sucio a aquellos a los que dicen combatir. Con los adversarios al frente y los enemigos atrás, un político eficaz debe de mirar siempre al frente convencido de que solo el árbol que da frutos es apedreado.

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