EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Fuego en el paraíso

Andrés Juárez

Septiembre 14, 2019

RUTA DE FUGA

En las últimas semanas, los incendios forestales alrededor del mundo han ocupado un lugar preponderante en la mayor parte de los medios de comunicación. Pero no todos los incendios prenden igual. Los incendios de la selva amazónica generaron incluso confrontaciones entre jefes de Estado: el presidente de Francia reclamó al presidente de Brasil el incumplimiento de sus compromisos contra el cambio climático. Los incendios en Siberia dejaron ver la incapacidad rusa para el control de su amplio territorio; ahí los incendios no podían ser controlados por el complicado acceso a zonas alejadas y con un relieve abigarrado, por otro lado, las agencias de gobierno responsables aseguraban que era más barato dejar arder el bosque que el valor de la madera que se podría extraer, sin considerar el impacto en la salud de las poblaciones locales y, más importante, los efectos en el sistema climático global.
Ya inflamados por lo de Brasil, que levantó las voces de artistas pop como Madonna y Shakira para exigir que se detuviera la catástrofe, una segunda alerta salía desde África Central. Los bosques del “segundo pulmón” del planeta también se están quemando, gritaban los titulares. Según se veía desde muy lejos, con datos del “Weather Source”, mientras que en Brasil se observaban 2 mil 127 incendios, en Angola y la República Democrática del Congo se acumulaban 6 mil 902 y 3 mil 395 fuegos activos respectivamente” (Bloomberg). De inmediato, Emmanuel Macron dijo desde París que se tomarían todas las previsiones, como un emperador que decide sobre sus provincias más remotas. Los gobiernos de Angola y Congo pidieron no confundir tierras forestales con agrícolas y pastizales. En efecto, había incendios que estaban afectando al clima global pero no por las mismas causas y, vamos, ni siquiera al mismo ecosistema. No se estaba quemando la selva tanto como las zonas de pastizales y sanas que no ponían en riesgo a las selvas tropicales. Claro, más valía alarmarse a tiempo que quemarse a destiempo.
Ahora estamos recibiendo alarmantes noticias de Indonesia, Australia, Gran Canaria y hasta de California. Vale la pena preguntarse si esta cadena de incendios responde a una causa similar: el calentamiento global, como se ha deslizado en los medios y por parte de analistas que toman la noticia. ¿Es en verdad un año particularmente seco y caliente que genera las condiciones necesarias para que el planeta entero se envuelva en llamas? Luego de buscar información al respecto no logré encontrar datos que avalen esta hipótesis. Por el contrario, cada vez se ve con mayor claridad que las causas tienen que ver con el uso de la tierra. Agricultura en África, ganadería en Brasil, avance de terratenientes y hasta conflictos entre comunidades, como en el caso de México, donde se ha observado que las peleas por límites agrarios provocan incendios.
En nuestro país se llegó al exceso de culpar a los campesinos de generar la crisis al causar incendios para tener acceso a los nuevos subsidios gubernamentales, sin considerar que los campesinos son los que mejor saben que sus tierras valen más con bosque que con subsidios agrícolas y sin reconocer que son las mismas comunidades campesinas las que se ponen al frente en la batalla para controlar los incendios, muchas veces sin la capacitación previa ni el equipo de seguridad necesario para hacerlo.
Mientras el origen de los distintos incendios sigue siendo motivo de debate, las estadísticas son incontrovertibles. Este año no ha sido ni el más caliente: hasta ahora, 2016, ni el de mayor número de incendios: el récord lo tiene 1998, con 14 mil 387, en tanto que hasta la primera semana de septiembre de 2019 van 7 mil 282 (la mitad). Pero tampoco fue 1998 el año en que se quemó más territorio –840 mil hectáreas– sino 2011, con 950 mil hectáreas. Así, el año más caliente fue en el que menos superficie se quemó: apenas 280 mil hectáreas.
Respecto al control de los incendios –que puede significar la suma de capacidades locales con capacidades institucionales– hay un dato interesante: cuando más superficie se quemó fue en 2011 con 79 hectáreas en promedio por incendio, mientras que en 2019 suman 82 hectáreas por incendio. Es decir, se nos quemó menos superficie, pero la controlamos de peor manera que en años anteriores. Y esto, dicho sin analizar si los incendios en cuestión son de superficie, subterráneos o de copa, cuyas diferencias en su impacto ecológico y económico son muy importantes; y sin detenernos en que el fuego y su manejo son parte del manejo de ciertos ecosistemas forestales. Pero eso es otra engorrosa historia.
En un estudio reciente del Consejo Civil Mexicano para para Silvicultura Sostenible, se observa que la mayor parte de los recursos para controlar los incendios provienen de las mismas comunidades forestales interesadas en que los bosques no terminen hechos ceniza porque son la fuente de sus medios de vida. Mientras que Finlandia recomendó a la Unión Europea prohibir la importación de carne de Brasil y los reduccionistas recomiendan sancionar a los campesinos, las comunidades demuestran que son ellas la solución al problema en mayor medida.

La caminera

Durante tres semanas se han estado realizando acciones de restauración en una zona incendiada. Son apenas dos hectáreas y se han generado 30 empleos temporales a razón de 2.5 jornales mínimos por persona. ¿Cuántos empleos se generarían si el Estado decidiera restaurar las 700 mil hectáreas incendiadas este año? En tiempos de economía casi en recesión, la generación de empleos relacionados con el medio ambiente es algo más que deseable, sin embargo, el presupuesto en esta materia ha vuelto a ser recortado sin miramientos, como si el medio ambiente fuera un gasto innecesario y no una inversión pública estratégica.