EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Gabriela Jáuregui: posponer el apocalipsis

Adán Ramírez Serret

Junio 09, 2023

 

Para Isabella Ramírez Escobar: un poco de consuelo

La sociedad está enferma, para el caso que nos concierne, la mexicana en particular. El mal que padecemos es la misoginia, una enfermedad que nos puede llevar al final, al apocalipsis.
Este es el tema de la más reciente novela, Feral, de Gabriela Jáuregui (Ciudad de México, 1979).
Se trata de una obra deslumbrante en la cual aparecen los extremos que inundan la vida, en específico los de este país: la felicidad y la tragedia.
Feral (adj. desus. Cruel, sangriento, dice la RAE), arranca con la apropiación feminista de México, del centro de la ciudad, de las calles, de los edificios, de la historia. Un país fundado por el Patriarcado que ha caducado por completo y que exige, que necesita ser replanteado desde un punto de vista que tenga por principio la igualdad. Que comience a debatir, a combatir, lo que Rita Segato denomina “La guerra contra las mujeres”. Quien escribe, “el pilar, cimiento y pedagogía de todo poder, por la profundidad histórica que lo torna fundacional y por la actualización constante de su estructura, es el patriarcado”.
Feral arranca con un despertar, con una letanía que va cantando en las primeras páginas, “De pronto salimos del sueño”, y entre otras vigilias dice, “encontramos nuestro centro en el centro, en este ombligo nos nutrimos, aquí crecimos y seguimos. Sal de este túnel. De madrugada sales de tu madriguera. Ahora te toca a ti, benjamina. Sal a cazar con tus diminutos dientes filosos. Desgarra lo que quede de ellos. Desgárralos, chiquita. A los que intentaron borrarnos. Separarnos”.
Feral cuenta la historia de un feminicidio, un Femigenocidio, los llama Rita Segato, como muchísimos que suceden de manera dolorosa e incontenible en este país. “Los crímenes del patriarcado expresan las formas contemporáneas del poder, el arbitrio sobre las víctimas de los dueños, así como una conquistabilidad violadora y expropiadora permanente”.
Jáuregui toma el punto de vista de la víctima, una decisión sabia, no revictimiza, da cuerpo, vida y carne a un momento axial que destruye las vidas de muchísimas mujeres, de un país.
Da un giro, es un parteaguas en las formas de contar la tragedia, en específico el Femigenocidio. ¿Debe haber violencia en el lenguaje? ¿Se debe caer en la inercia sangrienta y vulgar, en el pornopoliciaco de la nota roja? ¿Vulgarizar lo vulgar, poetizar la sangre?
La literatura contando la violencia que se vuelve sangre, misoginia y apocalipsis. Pero es más importante lograr lo imposible. Lo contrario, lo más difícil: que los feminicidios estén focalizados desde el amor, la evidencia, la amistad, la prensa, la paternidad, la maternidad, la intimidad, el sexo, la soledad, el patriarcado, la misoginia y la corrupción.
¿Cómo traducir todo eso? La vida misma en su belleza y tragedia en hecho terrible. Lograrlo y conciliarlo amando la vida es hacer una obra de arte. Es lo que ha hecho Gabriela Jáuregui.
Feral es la historia de cuatro mujeres que logran una amistad profunda que se transforma en una comunidad. Fuman, beben, cogen juntas; crecen y se enamoran de la vida a partir de su talento, de su género. Resuelven el mundo sabiendo que se tienen las unas a las otras. Hasta que todo se acaba por un feminicidio. Focaliza así desde uno de los personajes, “las heridas de bala como boquitas gritando. Pero no decían nada”.
El consuelo es imposible, pero la literatura hace al menos viable seguir respirando. Escribe Jáuregui: “Saratoga cerró la bolsa y en ese momento sintió que le rompía algo en los pulmones. Se le olvidó cómo respirar durante unos segundos, segundos que abrieron el tiempo. ¿Alguien volvería a respirar?”.
Con esta novela se puede respirar, y posponer el apocalipsis. Feral hace posible asimilar la realidad y seguir amando este mundo.
Gabriela Jáuregui, Feral, Ciudad de México, Sexto Piso, 2023. 238 páginas.