EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Ganar la paz, ¿cambio de paradigma?

Jesús Mendoza Zaragoza

Enero 04, 2021

 

La nueva titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal, Rosa Icela Rodríguez se refirió a un “cambio de paradigma” en la manera de afrontar la situación de violencia y de inseguridad que atraviesa el país desde hace más de una década, haciendo una comparación con el que utilizaron los gobiernos pasados. Y señaló que “no se trata de ganar una guerra, se trata de ganar la paz”. El término se oye bien, pues tiene un enfoque positivo, pero el problema está en la manera de manejar la Estrategia Nacional de Seguridad, que el gobierno federal diseñó desde el principio de su gestión.
Hay que recordar los ocho componentes de dicha estrategia, que se hizo pública en mayo del año 2019: erradicar la corrupción; garantizar empleo, educación y salud; respeto a los derechos humanos; promover la regeneración ética de la sociedad; reformular el combate a las drogas; emprender la construcción de la paz; dignificar los centros penitenciarios; y reformular la seguridad pública. Estos componentes están acompañados de una serie de medidas específicas para operar la Estrategia Nacional de Seguridad.
Es entendible que la atención del gobierno y de la sociedad está, hoy por hoy, puesta en la pandemia del Covid 19, y el tema de la inseguridad y de la violencia ha pasado a segundo plano. Pero la violencia y la inseguridad siguen imparables. Siguen ahí, ocultas tras el desastre de la pandemia, pero no por eso sus efectos han mermado. Es que las condiciones que la han generado desde hace décadas siguen ahí porque no ha habido transformaciones sustanciales que modifiquen la realidad.
Hay que reconocer que se han dado algunos pasos importantes en estos dos años de gobierno, pero estos no hacen posible el optimismo ante la situación de violencia, debido a su carácter sistémico. Hay aciertos que merecen un reconocimiento, como lo que se ha estado haciendo en torno a la corrupción, pero, a mi juicio, aún no se ponen las bases institucionales necesarias para superar la situación de violencia y de inseguridad.
Hace unas semanas el entonces secretario Alfonso Durazo aseguraba que en todo el territorio nacional han desaparecido las regiones dominadas por el crimen organizado. Evidentemente es una percepción desde arriba, desde el poder, que no compartimos desde abajo. Desde las familias, las comunidades, las colonias urbanas se ve la situación muy diferente. Por todas partes seguimos viendo territorios, pequeños y grandes, controlados por bandas de la delincuencia organizada, en donde sigue estando ausente el poder y la responsabilidad del Estado. Y la estela de homicidios continúa con el mismo ritmo de antes. Por esa razón, el paradigma gubernamental que se presume sigue siendo insuficiente, al menos para muchos que nos ubicamos fuera de las instancias del poder público.
La pretensión del gobierno de construir la paz con sus propias fuerzas no ha permitido los avances deseados. Es necesario que comprenda que la construcción de la paz es una responsabilidad colectiva en la que el gobierno tiene un papel preponderante pero no excluyente. Nunca el gobierno podrá lograrlo, por más recursos que posea, tales como los institucionales, los jurídicos y los económicos. Sin la sociedad, los esfuerzos gubernamentales estarán condenados al fracaso. Y hasta ahora la sociedad no se siente convocada o tomada en cuenta para participar de manera significativa. Esta es una parte débil de la Estrategia Nacional de Seguridad: que no incluye la participación activa de la sociedad.
La sociedad tiene recursos importantes que aportar a la construcción de la paz que, sin mecanismos de participación y colaboración, se quedan inutilizados. Para dar un ejemplo, los colectivos de víctimas de desaparición han estado muy activos en los últimos años y no han encontrado la necesaria sinergia del poder público. Otro ejemplo lo encontramos en múltiples actores ciudadanos, académicos y de derechos humanos que han propuesto mecanismos de justicia transicional y se han encontrado con el silencio gubernamental.
El cambio del paradigma de uno que buscaba ganar la guerra a otro que pretende ganar la paz suena muy bien. Eso implicaría que el principal aliado del gobierno tendría que ser la sociedad y no las fuerzas militares y policiacas. Estas son indispensables, pero no pueden dejar en la sombra a tantos recursos valiosos que están diseminados en todos los ámbitos de la sociedad como las universidades, muchas organizaciones empresariales y sindicales, iglesias, comunicadores, jóvenes y demás.
El progresivo acceso a la paz hace necesaria la alineación de todos los actores nacionales, gubernamentales y no gubernamentales. Hay una razón de fondo. Si todos nos reconocemos como parte de los procesos de inseguridad y de violencia, estaremos en condiciones de convertirnos en parte de los procesos de construcción de paz. Eso no ha sucedido y lo deseable es que suceda. El gobierno tendría un papel de primer orden en cuanto que tiene los recursos para convocar y estimular al país para que caminemos en una misma dirección.
Los foros de consulta para la pacificación del país, que el entonces presidente electo, Andrés Manuel López Obrador convocó allá en el segundo semestre del año 2018, despertaron tantas expectativas en la sociedad, pero se quedaron en el pasado como un intento de participación que no prosperó. Tuve la oportunidad de participar en dos de ellos en los que se manifestaba un gran entusiasmo de ciudadanos que se sentían incluidos en la elaboración de las políticas públicas del nuevo gobierno. Desafortunadamente decayó la convocatoria para continuar un camino en el que juntos, gobierno federal y sociedad, pudieran participar, compartiendo cada quien sus responsabilidades y sus recursos.
Un paradigma orientado a afrontar la inseguridad y la violencia en el país, para ganar la paz debiera incluir a la sociedad. El gobierno no tiene lo necesario para hacerlo solo. La sociedad o, aunque analíticamente no es exactamente lo mismo, el pueblo tiene que ser protagonista también. Y no lo estamos siendo. Al menos, en la visión del gobierno. Tenemos que escucharnos y caminar juntos. De otra manera, la paz seguirá siendo solo una vana ilusión.